Una de las peores sensaciones en el ámbito laboral es cuando te despiden de repente, después de una larga trayectoria en una empresa. En ese momento surgen las dudas sobre qué te deparará el futuro mientras intentas resolver cómo seguir pagando las facturas y los gastos. Así le ocurrió a Antonio Molina, un pintor que fue despedido a los 47 años y que tuvo que reinventarse para seguir trabajando en una sociedad donde hay mucha competitividad laboral. En una entrevista en el pódcast Sin Oficios, cuenta cómo sobrevivió a esa etapa y como consiguió reinventarse hasta el día de hoy.
Una de las peores sensaciones en el ámbito laboral es cuando te despiden de repente.
Molina empezó en el mundo de la pintura a los 17 años, trabajando para un autónomo del que fue aprendiendo técnicas que en aquel momento eran habituales: temple picado, arpillera, gotelé y empapelados. En sus veinte años empezó trabajar en el mantenimiento de un grupo hospitalario donde realizaba restauraciones, empapelados y otros trabajos de conservación. Este empleo le ofrecía estabilidad hasta que llegó un momento en que la empresa decidió despedirlo: “Decidieron que no éramos rentables los pintores de la plantilla y nos despidieron. Yo tenía 47 años. Tenía la opción de empezar a dar tumbos por diferentes empresas o ponerme por mi cuenta. Así que decidí empezar por mi cuenta”, afirma Molina.
En los inicios como autónomo fueron difíciles, ya que cuenta que a esa edad la incertidumbre tiene un peso mucho mayor, sobre todo por el hecho de pasar de tener un trabajo fijo y un salario mensual a enfrentarse a la duda de no saber cuándo y cuánto cobraría la próxima vez. ”Si esto me hubiera pasado con 25 años o con 30 años, la cosa habría cambiado de manera radical y no hubiera tardado en ponerle las pilas. Con 47 años cuesta más”, admite.
Sabes lo que saber hacer, tienes la profesión, pero, ¿quién te da el trabajo?
Tras el despido, utilizo parte de la indemnización para comprar una furgoneta y tener un pequeño colchón económico para los siguientes meses. Lo más difícil fue crear una red de contactos que contara con él, ya que no son servicios frecuentes, además de afrontar la competencia de quienes ofrecían precios más bajos.
“Sabes lo que saber hacer, tienes la profesión, pero, ¿quién te da el trabajo? Se necesitan muchos contactos. Yo tengo unos cuantos, pero hay gente que tiene una barbaridad... Y al final, tienes que ir a particulares. Y el particular pinta una vez y hasta dentro de cinco o diez años no vuelve a pintar”, explica Molina.
Mientras conseguía algunos contactos, decidió apuntarse en cursos empresariales y de SEO para aprender a posicionarse y atraer más clientes, a la vez que gestionaba sus redes sociales. Durante ese tiempo, muchos compañeros de su profesión se sorprendían al verlo estudiar, ya que le decían que no valía la pena a su edad. “Hay gente que me dice: '¿Qué necesidad tienes, con la edad que tienes, de hacer cursos?'. Pero siempre se aprende”, recalca. “Si no estás en Google no existes, y si no están en la primera página, tampoco”, añade.
En cuanto a su labor, uno de los prejuicios es creer que la pintura es un trabajo fácil “La pintura, todo el mundo piensa que la hace cualquiera, pero hacerla bien ya es otra cosa”, recalcando que la calidad requiere técnica. Por eso, el precio es elevado. Sin embargo, recalca que hoy en día se paga cada vez menos en la obra nueva y eso impide trabajar con la calidad que el oficio exige. “Es imposible dejar un buen acabado a esos precios, porque tienes que ir a toda prisa”, señala.
Molina explica que, gracias a su formación continúa y al empeño desde 2019, por fin ve los resultados, y desde entonces ha conseguido consolidar una red estable de contactos. “Ahora no me para de sonar el teléfono. Tuve una temporada que me llamaban más, otra menos, pero ahora ya he llegado a un ritmo muy bueno.”, confiesa. Por esta razón, a través de sus redes sociales, no le tiene miedo en mostrar su trabajo, no solo para ayudar a los demás, sino también para darse a conocer y darle al valor al oficio.


