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En la administración de lotería del Centro Comercial Arenas, en Barcelona, la campaña de Navidad no empieza en diciembre, sino mucho antes, casi en silencio, cuando el calor todavía aprieta y los turistas pasean sin pensar aún en décimos. Allí, entre inventarios diarios, llamadas constantes y colas que a veces rodean la plaza, a sus 32 años Víctor Fernández ha visto cómo en los últimos años ha cambiado la forma de jugar a la Lotería de Navidad.
Uno de los fenómenos más llamativos de esta transformación es el llamado Súper Décimo, un producto que su administración llevaba años ofreciendo, pero que desde 2024 se ha viralizado hasta disparar el interés y el volumen de trabajo. La idea es sencilla de explicar, aunque no tanto de asumir: consiste en comprar todas las terminaciones posibles, del 00 al 99. Es decir, cien décimos distintos.
“Si alguien ya tiene la costumbre de gastar mucho dinero en lotería, con este sistema se garantiza un retorno mínimo de 500 euros en Navidad y de unos 900 en el sorteo del Niño”, explica Fernández. La inversión ronda los 2.000 euros, una cifra elevada que, insiste, no es para cualquiera. “No es algo que recomendemos a quien compra uno o dos décimos. Es para personas que cada año, casi sin darse cuenta, ya gastan esa cantidad”.
La Lotería de Navidad desde dentro
Un vídeo que lo cambió todo
El éxito del Súper Décimo no ha sido tanto el producto en sí como la manera de contarlo. Un vídeo explicativo en redes sociales bastó para que miles de personas descubrieran una fórmula que muchos desconocían. “Nos rompió todas las previsiones. Llegamos a preparar estos packs de noche para poder cumplir con las reservas”, recuerda. Algunos se agotaron meses antes del sorteo.
Las colas de la administración muchas veces dan la vuelta a la plaza
Detrás de este auge hay algo más que una estrategia comercial. Fernández cree que refleja una necesidad creciente de control en un juego que, por definición, no lo tiene. “La gente quiere asegurarse algo, aunque sea pequeño. No perderlo todo. Vivimos en una época en la que cuesta asumir el azar puro”, reflexiona.
Esa obsesión por minimizar el riesgo convive, paradójicamente, con la superstición. Cada año hay terminaciones que se agotan antes que otras. Este, sin ir más lejos, el número 25 desapareció en verano. “Lo agotamos meses antes. En cambio, otros números no los quiere nadie. Nos llegó un número entero en julio y no se vendió hasta que ya no quedaba otra cosa”, cuenta.
Repartir un premio importante es un privilegio. No pasa todos los años y no le pasa a todo el mundo
Para el lotero, no hay patrones ni números mágicos. “Si existiera un sistema para ganar, hace años que estaría descubierto y alguien estaría viviendo de ello en una isla”, dice. Aun así, entiende que la lotería no se juega solo con números. “Se juega con historias personales, con fechas, con recuerdos. Eso es parte del ritual”, explica.
La previsión extrema es otra de las grandes novedades. Este año, muchos clientes llegaron en verano buscando fechas de nacimiento, aniversarios o códigos postales concretos. “Antes venían en diciembre y preguntaban si quedaba algo parecido. Ahora saben que los números se acaban”, explica. La lotería, dice, se ha convertido también en un souvenir emocional.
Víctor asegura que la manera de comprar lotería ha cambiado en los últimos años
Todo ese movimiento se gestiona desde un local pequeño que, en algunos días de diciembre, llega a mover más dinero que grandes superficies del centro comercial. “Somos siete personas en los días fuertes y hay jornadas en las que facturamos lo que otros negocios en una semana”, señala. La clave, asegura, está en no contagiarse del caos. “Orden, calma y equipo. Si tú estás bien, todo fluye mejor”, sostiene.
La Lotería de Navidad desde dentro
El día del sorteo todo es distinto
Cuando llega el 22 de diciembre, el ambiente cambia. Dentro de la administración, el sorteo se vive primero en silencio absoluto, después con una explosión de gritos y abrazos si hay premio. “Repartir un premio importante es un privilegio. No pasa todos los años y no le pasa a todo el mundo”, afirma. Pero incluso en ese momento, el trabajo no se detiene: llamadas, medios, clientes, comprobaciones y, casi sin respiro, la preparación del sorteo del Niño.
A lo largo de los años, Fernández ha vivido escenas difíciles de olvidar: personas mayores que se derrumban al ganar un premio justo cuando su vida se tambalea, clientes que regresan para dar las gracias o historias marcadas por la fe casi ciega en la suerte. “La lotería amplifica emociones. Lo bueno y lo malo”, resume.
El día del sorteo, la emoción es máxima, más aún cuando se reparte algún premio
Por eso, pese al éxito del Súper Décimo, insiste en un mensaje claro: no hay fórmulas mágicas. “Esto no va de ganar seguro. Va de ilusión, de costumbre y de asumir que hay cosas que no dependen de ti”. Él lo resume con una idea que repite a menudo: “Fe y acción. Lo que está en tu mano, hazlo bien. Lo demás, déjalo al azar”, sentencia.
