Ana Galán, psicóloga: “Los jubilados ya no quieren que sientas compasión, necesitan una rutina, sentirse útiles y actividad”
Navidad
Desde Guyana Guardian hablamos con Ana Galán para conocer cómo viven psicológicamente esta época festiva

Ana Galán, psicóloga

La jubilación es algo que muchos esperan con ilusión, pero también hay quienes temen su llegada. Este momento, que cambia la vida de forma radical, marca un antes y un después importante, porque no se trata solo de dejar de trabajar. Es dejar de tener una rutina y, en muchos casos, aparecen sentimientos y miedos que llevan a la persona a preguntarse: ¿y ahora qué? ¿Qué viene después de toda una vida trabajando?
Esto, además, puede coincidir con épocas difíciles. La Navidad, que suele ser un momento de celebración, puede resultar dura para aquellos jubilados que la pasan solos. Algunos la vivirán con optimismo, pero sentir tristeza o vacío durante estas fechas es cada vez más común en las consultas de la psicóloga Ana Galán. La experta ha hablado con Guyana Guardian para exponer la situación que atraviesan algunos jubilados durante los meses de diciembre y enero.
Los jubilados que atraviesan esta etapa no necesitan compasión; lo que realmente necesitan es sentido, estructura y la certeza de mantener vínculos reales. La jubilación reduce de forma repentina las rutinas: los pilares que sostienen el día a día durante el año desaparecen, y cuando llega la Navidad, todo esto se intensifica.”Los jubilados ya no quieren que sientas compasión, necesitan una rutina, sentirse útiles y actividad”, explica la experta.
La tristeza, que llega en momentos concretos, suele indicar una reacción emocional normal al contexto

Señales a las que prestar atención:
Hay algunas señales a las que podemos prestar atención que nos demostrarán que su malestar no es un fallo personal. Se trata de un proceso psicológico natural al que se debe hacer frente. “La tristeza, que llega en momentos concretos, suele indicar una reacción emocional normal al contexto”, cuenta Galán. La nostalgia, el hecho de recordar el pasado, también forma parte de esto, ya se piensa en lo que fue y se compara con el ahora.
No se trata de grandes celebraciones, sino de no quedar emocionalmente desconectados
El pensar en el pasado y recordar la rutina que se tenía también puede ser algo doloroso cuando el trabajo se asocia con la identidad. Pero la experta habla de que estos cambios reflejan un proceso de adaptación a una nueva etapa vital que hay que afrontar con paciencia y naturalidad. “No es una debilidad personal”, recuerda.
Sobre la pérdida de la identidad laboral
En muchos casos, el trabajo no solo aporta ingresos sino identidad. Para algunas personas, sus vidas giran en relación al trabajo, por ello cuando este desaparece se siente como una pérdida. Se siente como una ruptura y pueden llegar a sentirse realmente tristes. “Al jubilarse, pierden ese marco y deben redefinirse”, añade.
Durante la Navidad, cuando el valor social se asocia a la familia y la actividad, la pérdida se vive con mayor intensidad y pueden aparecer sentimientos de inutilidad o de estar “fuera de lugar”. No es un problema individual, sino una consecuencia habitual de los cambios de rol que acompañan a la jubilación.

Puede aparecer tristeza, desorganización del día y sensación de exclusión
La rutina ejerce de soporte emocional, silencioso. En el momento en el que desaparecen los horarios y los hábitos, el ánimo baja. Por ello, la experta insiste en mantener un ritmo básico, presentando atención a la hora de levantarse, las comidas, las relaciones o el hecho de salir a pasear. Estos pequeños rituales ayudarán a regular el estado de ánimo y mejorarán la sensación de control.
La soledad no deseada en Navidad
La soledad, cuando no es deseada, se intensifica en Navidad y las comparaciones sociales son más intensas. “Puede aparecer tristeza, desorganización del día y sensación de exclusión. En estos casos, los apoyos más útiles son el contacto regular, aunque sea breve, y una mínima planificación del tiempo”, explica la experta. Además, es importante intentar mantener el contacto vía llamadas, visitas cortas o programas de acompañamiento para ayudar a reducir el aislamiento.
“No se trata de grandes celebraciones, sino de no quedar emocionalmente desconectados”, recuerda. Mantenerse activos es esencial: “No es cuestión de “tener ganas”, sino de hacer primero y sentir después. La constancia en lo pequeño suele proteger más el ánimo que los eventos puntuales”, explica la experta.

Ana Galán recuerda que este sentimiento no habla de falta de valor, sino de un cambio de identidad aún en proceso. Tras la jubilación, los roles se transforman y la Navidad suele amplificar esa sensación de sentirse desubicado. No se “sobra”: se está aprendiendo a ocupar un lugar distinto.
“El sentido no siempre viene de grandes funciones, sino de presencias sencillas y significativas. Dar tiempo al reajuste, evitar comparaciones y crear nuevos rituales ayuda. La integración no suele llegar esperando, sino participando de forma realista y gradual”, concluye.
¿Cómo puedes ayudar?
Lo que recomienda la experta, es combinar actividad, sentido y realismo. “Planificar días con tareas concretas ayuda a evitar el vacío”, aclara. No se trata de ocupar todo el tiempo, si no de darle forma. Iniciar acciones aunque no haya motivación suele mejorar el ánimo después. Proyectos pequeños y terminables, voluntariado acotado o nuevos rituales navideños pueden marcar la diferencia.
Cabe recordar que acompañar no es forzar la alegría, sino ofrecer presencia y estructura a los que queremos. Galán insiste en dejar de lado las frases genéricas como “todo irá bien” y sustituirlas por propuestas claras y concretas. La clave está en estar disponibles sin invadir, y en sostener el contacto más allá de un solo día.


