Hace tiempo que oímos eso de que el intestino es el segundo cerebro, pero no terminamos de entenderlo ni de asimilarlo a nuestras rutinas de bienestar. Saber que tiene neurotransmisores, que toma decisiones autónomas e influye en el cerebro principal, nos sigue resultando muy extraño.
Algunas de las enfermedades que hace años se etiquetaron dentro de las causadas por algún tipo de neurosis -esas que además se asociaban más a mujeres-, encuentran bajo este nuevo conocimiento su origen: son todas las recogidas dentro del concepto de síndrome de sensibilidad central y que abarca, por ejemplo, la fibromialgia. Hablamos con la Dra. Amaya Manrique, de The Beauty Concept, para empezar a internarnos en el misterio de nuestro segundo cerebro.

Amaya Manrique, directora de
¿Nos puede explicar cómo actúa el intestino sobre del cerebro?
El intestino es mucho más que un órgano digestivo. Posee su propio sistema nervioso, el sistema nervioso entérico, con más de 100 millones de neuronas. Produce neurotransmisores como la serotonina -el 90% de la serotonina del cuerpo se genera en el intestino-, dopamina y GABA, que son fundamentales para regular el estado de ánimo, el sueño o la ansiedad. Lo interesante es que esta red neuronal puede funcionar de forma independiente y también en comunicación directa con el sistema nervioso central a través del eje intestino-cerebro, principalmente mediante el nervio vago. Por ejemplo, una disbiosis intestinal -un desequilibrio en la microbiota- puede generar señales inflamatorias o tóxicas que influyen en el estado de ánimo, provocando ansiedad o incluso síntomas depresivos. A la inversa, una situación de estrés emocional puede alterar la motilidad y la permeabilidad intestinal. Es una relación bidireccional.

El intestino posee su propi sistema nervioso
¿Qué es el síndrome de sensibilidad central?
Es un conjunto de trastornos que comparten una base neurobiológica común: una hiperrespuesta del sistema nervioso central a estímulos que normalmente no deberían causar dolor ni molestia. Este dolor es provocado por una neuro-inflamación de bajo grado, es decir, una inflamación crónica del sistema nervioso central -médula espinal y cerebro-. Incluye patologías como la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica o el colon irritable. En estos pacientes, el umbral del dolor está alterado, y también lo están muchas veces los mecanismos de modulación del sistema inmune, hormonal y digestivo. Estamos viendo que a menudo hay una relación directa con alteraciones en la microbiota intestinal.
Todo este nuevo conocimiento, ¿da la razón a algunas de las terapias de la medicina alternativa?
Más que dar la razón sin matices, yo diría que algunas prácticas de la medicina integrativa (no alternativa) estaban explorando caminos que hoy la ciencia empieza a validar. El uso de probióticos, la meditación, la fitoterapia o la acupuntura, por ejemplo, muestran cada vez más evidencia de que pueden modular el sistema nervioso, el eje intestino-cerebro o el sistema inmune. Pero esto no justifica usar tratamientos sin evidencia: hay que seguir aplicando el método científico con rigor.

Mujeres practicando meditación para controlar el estrés
¿Por qué no hay que hacer caso a los consejos universales sobre nutrición?
Porque no hay una única dieta válida para todo el mundo. Cada persona tiene un perfil genético, un tipo de microbiota, un contexto hormonal, un ritmo de vida y un historial clínico distinto. Lo que a una persona le sienta bien, a otra le puede inflamar o puede alterar su metabolismo. Por eso los consejos genéricos como “come más fibra” o “sigue la dieta mediterránea” pueden ser útiles como base, pero no sustituyen un enfoque personalizado. Hoy en día, existen formas de determinar cómo sería tu dieta ideal, por ejemplo, a través de análisis de nutrigenética que nos ayudan a conocer según nuestro ADN cuánta cantidad de proteína, carbohidrato, grasas… debemos consumir; y de qué tipo de comida deberíamos aumentar el consumo para evitar déficits nutricionales. También existen estudios para valorar cuales son los alimentos que generan una mayor respuesta inflamatoria en tu organismo, los que provocan problemas como hinchazón, intestino irritable, gastritis recurrentes, gases… y un largo etcétera.
No hay una única dieta válida para todo el mundo”
¿Tampoco deberíamos ingerir nutricosméticos sin prescripción profesional?
Exactamente. Los nutricosméticos, como los suplementos de colágeno, biotina o antioxidantes, pueden ser útiles si se indican con un objetivo claro y con respaldo clínico. Pero tomarlos sin un diagnóstico previo puede ser ineficaz, o incluso contraproducente. Por ejemplo, un exceso de hierro en alguien que no lo necesita puede favorecer el estrés oxidativo. No todo lo natural es inocuo, y mucho menos universal. Y me reitero, hay diferentes métodos diagnósticos que nos van a permitir determinar cuáles son los nutracéuticos que debemos tomar y en qué concentraciones. Es decir, se puede personalizar al 100% un tratamiento con nutracéuticos basándonos en el ADN de cada persona.
¿Cómo se realizan esas pruebas?
Partimos de una historia clínica completa, que incluye síntomas físicos, antecedentes, hábitos, estado emocional y nutricional. Luego, se pueden hacer pruebas funcionales: análisis de sensibilización celular a los alimentos, niveles oxidativos e inflamatorios, análisis de microbiota intestinal, test de permeabilidad intestinal, niveles hormonales, marcadores de inflamación, perfiles genéticos… La gente no se puede ni imaginar todo lo que podemos aprender de ellos. La clave es combinar la información clínica con la biológica para entender el origen de los síntomas.
La clave es combinar la información clínica con la biológica para entender el origen de los síntomas”
¿Qué opina de las dietas antiinflamatorias?
El concepto es muy valioso, porque la gran mayoría de las enfermedades crónicas tienen una base inflamatoria. Sin embargo, no hay una única dieta antiinflamatoria. A nivel global podríamos decir que el objetivo sería reducir el consumo de ultraprocesados, azúcares refinados, grasas trans, y priorizar alimentos ricos en antioxidantes, ácidos grasos omega 3, fibra y fitoquímicos. Pero, de nuevo, hay que adaptarlo al paciente, ya que por ejemplo puede estar tomando muchas anchoas para aumentar los ácidos grasos omega 3 cuando tal vez el pescado azul le genere reacciones inflamatorias. De la misma manera que unos pantalones no le quedan bien a todo el mundo, una dieta tampoco.

Alimentos ricos en antioxidantes que no son buenos para todos
¿Y cual es su opinión del uso de medicamentos como Ozempic?
Son herramientas válidas en contextos médicos concretos, especialmente en obesidad con riesgo metabólico. El problema está en su uso masivo y descontrolado para perder peso rápidamente sin cambiar hábitos de fondo. Ozempic, al igual que otros agonistas del GLP-1, puede tener efectos secundarios y requiere seguimiento. No es una solución mágica ni un sustituto de una alimentación equilibrada y un estilo de vida saludable.
¿La felicidad está en el intestino?
Podríamos decir que en parte sí. Si el intestino no está bien, todo el sistema sufre: la producción de neurotransmisores se altera, la inflamación sistémica aumenta, el sistema inmune se desequilibra y nuestro bienestar emocional se resiente. Cuidar el intestino no es solo una cuestión de digestión, sino de salud integral. Así que, aunque la felicidad no esté solo ahí, sin duda empieza en gran parte por tener un intestino en equilibrio.