Fiesta perfumada en un jardín casi secreto de Barcelona

Evento

Noche de confidencias y encuentros olfativos convocada por Diptyque

Fiesta perfumada en un jardín casi secreto de Barcelona
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El jardín perfumado de Diptyque

Antes de entrar, el ambiente ya está perfumado. Se cuela, liviano y descarado, entre el muro que resguarda los jardines de inspiración neorrenacentista de la Fundación Julio Muñoz Ramonet, oasis urbano de puertas abiertas en medio del bullicioso Eixample barcelonés. Es la invitación invisible al universo viajero de Diptyque, perfumes con arte y alma que hacen de los aromas el mejor pasaporte para traspasar fronteras mentales y físicas.

Un camino iluminado con velas de Diptyque, que crean buen ambiente en segundos, serpentea entre pérgolas y estanques, laureles, glicinas y magnolios. El primer saludo huele a Eau des Sens, uno de esos cítricos con personalidad y un punto amargo que impregnan los sentidos. Joana Bonet, directora del Magazine, e Irene Palos, embajadora y relaciones pública de la marca, ejercían de anfitrionas en una noche que tenía como protagonistas a las mentes creativas, la conversación animada y los encuentros olfativos. 

El primer saludo huele a Eau des Sens, uno de esos cítricos con personalidad y un punto amargo que impregnan los sentidos

Lazulio, la gran novedad de Diptyque, fue la protagonista. La sexta fragancia de la colección Les Essences, la más exquisita y sofisticada de la marca, inventa el aroma del suntuoso plumaje de la cola de un pavo real y está pensada para desplegar poderío y buen gusto. Huele a ruibarbo, benjuí y vetiver, con un ligero suspiro de rosa. Un perfume onírico que deja poso y cuenta historias.

“Adivinar a qué puede oler algo tan grácil como una pluma es poético. Diptyque es la alta costura de las esencias”, exponía Joana Bonet en su discurso. La directora del Magazine recordó a los creadores de la marca, la diseñadora de interiores Christiane Gautrot, el pintor Desmond Knox-Leet y el escenógrafo y administrador de teatro Yves Coueslant, visionarios curiosos con un agudo sentido de la belleza que en 1961 ya inventaron la concept store en el 34 del bulevar Saint-Germain, donde vendían telas, cuadernos de viajes y otros tesoros.

Les Essences de Diptyque. 6

Les Essences de Diptyque. 6

Carlos Puig Padilla

Entre las esculturas de Josep Cañas, Vicente Navarro y Josep Dunyach, con su melancólica Mujer sentada (1919), los rincones del jardín se transforman en puertas de embarque hacia destinos que evocan momentos pasados y crean memorias de futuro. Entre los asistentes destaca la presencia de Pedro Ros y su socio Guillermo Jiménez, de Abanuc, de los primeros en traer Diptyque a España; Ana Godó, directora de Libros de Vanguardia; Alba Alarcón, directora de la Fundación Julio Muñoz Ramonet, ; Marc Crous, presidente de Beauty Cluster; Alex Agulló, organizador de eventos, además de un enjambre de influencers, diseñadores, arquitectos y fotógrafos del entorno creativo de Barcelona.

Todos curioseaban, reconocían, descubrían… Buscaban una fragancia con la que identificarse o identificar instantes de su vida. Difícil escoger. Quizás el amaderado Tam Dao, que nace del recuerdo de la infancia en Vietnam de uno de los fundadores de la marca. Bosques sagrados y elefantes que acarreaban troncos del sándalo para quemar en los templos. “El cedro y un acorde de cilantro le dan un toque limpio y jabonoso”, explica Erica González, directora de la boutique de Diptyque en Barcelona, que abrió sus puertas hace un año muy cerca de La Pedrera. Do Son también está inspirado en memorias de Vietnam, en este caso de su costa. Brisa marina con notas de tuberosa.

¿Uno infalible? Orphéon, el favorito de otoño-invierno de muchos de los presentes. Es el nombre del bar donde se reunían los fundadores de Diptyque y atesora el ambiente de un club de jazz parisino en los sesenta.

Naturaleza imaginada

En un espacio reservado, puestos en fila, están los exquisitos frascos grabados –con un motivo diferente en cada uno– de Les Essences, compañeros de aventura del nuevo Lazulio. “Representan elementos de la naturaleza que por sí solos no tienen olor, como el coral, el nenúfar, la rosa del desierto, el nácar o la corteza del árbol”, apunta Erica González. Son Eaux de Parfum con una concentración del 22%, superior al 15% habitual. La piel deja sentir horas. Corail Oscuro evoca las rosas del mar con mandarina, rosa y un acorde marino; Lilyphéa, con hojas de violeta, cardamomo y vainilla, es voluptuosa como el nenúfar; Rose Roche tiene un toque mineral y huele a rosa, pachulí y limón; Lunamaris personifica el nácar con pimienta rosa, incienso y jara y Bois Corsé, es árborea, con sándalo, haba tonka y el puntito de café y chocolate que nos alegra la vida. 

Porque una de las funciones del perfume es hacernos felices, envolvernos con un halo protector que haga de escudo a la rutina. Marilyn Monroe, que tenía un altísimo cociente intelectual, dormía con unas gotas de perfume. No importa cuál. Que sea el que nos acompañe, el que nos arrulle, el que nos transporte, el que nos haga soñar, el que nos emocione… El que nos quiera.

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