Tres pasos para liberarte del peso de la opinión ajena, según Patri Psicóloga
A tener en cuenta
Las emociones suelen estar a flor de piel, y las críticas pueden nacer más del estado de ánimo del crítico que de una reflexión objetiva
Patricia Ramírez en el podcast 'Tengo un plan'.
Liberarte de la opinión ajena no es un proceso mágico, pero sí uno que vale la pena. ¿Quién no ha sentido esa punzada incómoda al leer un comentario en redes o escuchar una crítica inesperada? Aunque las palabras de otros puedan parecer un golpe directo a nuestra autoestima, aprender a relativizarlas puede ser la mejor herramienta para no cargar con pesos innecesarios.
¿Por qué dar valor a la opinión de quien no lo merece?
El primer paso, según Patri Psicóloga, es sencillo: pregúntate si aceptarías un consejo de la persona que te critica. Ella lo explica claramente: “Tú no puedes dar valor a la crítica de una persona a la que nunca le pedirías consejo”.
Y es que, si ni siquiera conoces a alguien o no compartes sus valores, ¿por qué darle tanta importancia a su opinión? Muchos de los comentarios que recibimos en redes sociales provienen de personas que nunca formarían parte de nuestro círculo cercano. Entonces, ¿por qué dejar que afecten?
Las emociones del crítico: no siempre se trata de ti
Además, entender el contexto emocional del crítico es clave. En un mundo acelerado donde las emociones están a flor de piel, es normal que las críticas sean más un reflejo del estado de ánimo de quien las emite que una evaluación objetiva.
Patri señala que “la gente está con la piel muy fina, muy irascible por este ritmo de vida que llevamos, y la gente salta a la primera”. No se trata de justificar comportamientos, sino de no tomarlos como algo personal. A menudo, esas palabras hirientes tienen más que ver con ellos que contigo.
No puedes agradar a todo el mundo
Por último, proteger tu bienestar emocional es una prioridad. Como bien dice Patri, no podemos agradarle a todo el mundo, y aceptar esta realidad puede ahorrarnos muchos quebraderos de cabeza. Reconocer que no eres responsable de las expectativas o prejuicios de los demás es un acto de liberación personal. Aprender a priorizar lo que realmente importa, en lugar de dispersar tu energía tratando de complacer a todos, puede marcar la diferencia.
El aprendizaje aquí es claro: no cargues con críticas que no te pertenecen, comprende de dónde vienen y céntrate en lo que te hace sentir bien contigo mismo. Porque nadie más tiene el poder de definir tu valor.