Todos conocemos a alguien, o somos ese alguien, que no puede evitar morderse las uñas o las cutículas. Aunque existen esmaltes amargos, y otros productos pensados para frenar este hábito, lo cierto es que la clave no está solo en evitar la conducta, sino en entender por qué aparece. ¿Lo haces cuando estás nerviosa, aburrida o concentrada? Observar el origen del problema, identificar los momentos y emociones que lo detonan, es el primer paso para dejar de hacerlo. Solo cuando entendemos qué hay detrás de este gesto automático y molesto podemos empezar a tratarlo.
La psiquiatra Tracey Marks engloba estos comportamientos dentro del body picking, su término técnico en inglés, que engloba un grupo de trastornos conocidos como conductas repetitivas centradas en el cuerpo (Body-Focused Repetitive Behaviors, BFRB). Este tipo de conductas compulsivas incluye hábitos como morderse las uñas, pellizcarse la piel o arrancarse el cabello. En los casos más severos, explica la doctora, las personas pueden llegar a arrancarse el pelo desde la raíz. “Parte del placer que obtienen proviene precisamente de arrancarlo de raíz, no solo de manipularlo o separarlo”, señala.
Morderse las uñas puede provocar infecciones en la piel
Estas conductas pueden llegar a ser muy problemáticas y tener un impacto significativo en distintos aspectos de la vida. A nivel físico, pueden provocar infecciones en la piel, los dedos o el cuero cabelludo, así como heridas abiertas, cicatrices e incluso alopecia en los casos más severos. En el plano emocional, es común que aparezcan sentimientos de culpa, vergüenza o frustración por no poder controlar el hábito, lo que a su vez puede afectar la autoestima y alimentar una autocrítica constante.
Las personas con ansiedad se muerden las uñas para aliviar la tensión, y quienes tienen TDAH, para estimularse
Según la psiquiatra, es indispensable conocer la causa del trastorno para poder tratarlo. “Mientras que las personas con ansiedad pueden hacerlo para aliviar la tensión de forma repentina, quienes tienen TDAH, por ejemplo, pueden hacerlo para estimularse, ya que su cerebro necesita más impulsos. Este tipo de conductas proporciona una entrada sensorial que estimula el cerebro”, explica la doctora.
Aunque no tiene una cura definitiva, el BFRB puede tratarse mediante distintas técnicas psicológicas y conductuales que permiten modificar el comportamiento y devolver la normalidad a quienes lo sufren. “Por ejemplo, puede afectar a alguien que está estudiando o viendo la televisión, y de repente entra en una especie de trance en el que se arranca, toca o manipula ciertas partes del cuerpo. Eso estimula su cerebro y lo mantiene activo, pero no poder frenarlo también resulta frustrante”, describe Marks.
La psiquiatra recomienda sustituir estas conductas por otras menos dañinas, como llevar guantes o hacerse la manicura a las personas que se muerden las uñas
Para solucionar este tipo de conductas, el primer paso es tomar conciencia de lo que se está haciendo. Luego, identificar qué lo detona o qué lo intensifica. La ansiedad, por ejemplo, puede ser un desencadenante clave. Después, la psiquiatra recomienda trabajar en lo que se conoce como reversión del hábito: una terapia cognitivo-conductual que se basa en sustituir estas conductas por otras menos dañinas. “Alguien que se muerde las uñas o manipula las cutículas puede usar guantes”, explcia. “Si notas que lo haces mucho mientras ves televisión, podrías ponértelos solo durante ese rato. No necesitas llevarlos todo el día, pero sí en los momentos clave”.
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La idea, según la doctora Marks, es romper el ciclo. “Si pensamos que es una conducta semiautomática que te atrapa, poner una barrera física o introducir un nuevo hábito ayuda a interrumpir ese automatismo y a desarrollar respuestas más intencionales”, concluye.
