Nuestro bienestar es esencial para seguir adelante en el día a día. En una sociedad cada vez más extensa y completa, tanto el cuerpo como la mente deben estar preparados para afrontar cualquier consecuencia. Sin embargo, la cabeza es a menudo un elemento olvidado. Tan pronto como nos despistamos, podemos encontrarnos sintiendo dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones.
Una de las personas más destacadas en España alrededor de esta causa es la psiquiatra Marian Rojas Estapé, actualmente la autora literaria de no ficción más vendida del país. Sus constantes intervenciones aportan reflexiones sobre nuestras acciones y sensaciones, y qué se podría hacer para mejorarlas. Durante una de sus últimas apariciones en plataformas digitales, la madrileña desgranó uno de los mayores puntos fuertes contra la adversidad.
“Convertir el dolor en propósito es una de las mayores fortalezas femeninas. Muchas mujeres encuentran en su experiencia personal una causa que las impulsa y con la que logran transformar su entorno. La fuerza emocional de la mujer no es un cliché, es una realidad respaldada por la neurociencia, la psicología y cientos de historias de supervivencia. Desde su cerebro interconectado hasta sus hormonas protectoras, la naturaleza las ha dotado de herramientas únicas para enfrentar un mundo lleno de desafíos”, indicaba.
Otra reflexión reciente de Estapé estuvo vinculada con el hecho de ser feliz: “Como psiquiatra, solo definir la felicidad como vivir instalado de manera equilibrada en el presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro. Los que viven enganchados en el pasado son los depresivos, son los resentidos, son los amargados. Los que viven constantemente angustiados por el futuro son los ansiosos. Depresión y ansiedad. Dos grandes enfermedades del siglo XXI”.
Evitar los impulsos negativos
“Nosotros nos hemos olvidado de que solo tenemos capacidad de actuar en el hoy y en el ahora. El 90% de las cosas que nos preocupan nunca jamás suceden, pero nuestro cuerpo y nuestra mente lo viven como si fuera real. Nuestra mente y nuestro cuerpo no distinguen lo real de lo imaginario. Y se me echan, y se me arruino, y si me abandona mi marido, y si mi hijo no aprueba las asignaturas, y si tengo un cáncer, y si”, señalaba.
“Mi cuerpo cada vez que yo le someto a esos pensamientos activa todo o sistema de alerta para poder actuar, pero la diferencia es que yo nos salgo corriendo. Los recursos que mi organismo ha activado para ese momento de alerta no los uso, y me intoxico por cortisol”, sentenciaba.