Volcarse por completo en una relación no siempre es una buena idea. Esa entrega total, que muchas veces se interpreta como amor, puede acabar convirtiéndose en una fuente constante de malestar. A base de priorizar lo que necesita la otra persona, uno termina por olvidarse de lo propio. Y cuando eso pasa, no solo se pierde el equilibrio, también aparece una sensación difícil de ignorar: la de estar solo incluso dentro de la pareja.
Judith García, psicóloga especializada en relaciones afectivas, explicó en su cuenta de TikTok que cuando alguien vive una relación desde ese lugar de sacrificio constante, lo que en realidad ocurre es que “darlo todo en una relación va a acabar generando un malestar enorme, sentimiento de soledad y rechazo hacia la pareja”. Desde esa perspectiva, el exceso de entrega no es un acto de generosidad, sino una forma de ir dejando de lado las propias necesidades.
Sacrificio constante
La importancia de mantener el espacio propio para evitar el malestar emocional
Esta forma de vincularse suele arrancar con buenas intenciones. Se quiere cuidar, acompañar, evitar discusiones o distancias. Pero cuando todo gira en torno a lo que espera la otra persona, se pierde el equilibrio. Lo que empieza como un esfuerzo por hacer que la relación funcione termina afectando la conexión entre ambos.
Según explicó la experta, hay una pregunta que resume muy bien este punto: “Si en la relación mi pareja tiene en cuenta qué necesita él o ella y yo tengo en cuenta lo que necesita mi pareja, ¿quién tiene en cuenta lo que necesito yo?”.
Lo más habitual es que quien se deja para el final empiece a sentir que no tiene espacio, que sus necesidades no importan o directamente no se tienen en cuenta. Ese malestar va creciendo poco a poco y acaba generando distancia. No porque falte cariño, sino porque sobra sacrificio. Cuando alguien siente que no puede expresar lo que le pasa por miedo a molestar, algo se empieza a romper.
La clave no está en dejar de cuidar a la pareja, sino en hacerlo sin dejarse a uno mismo en segundo plano. Porque una relación sana no se basa en renunciar, sino en compartir desde el equilibrio. Al final, tener en cuenta al otro no puede ser sinónimo de olvidarse de uno mismo.