Llega junio y, con él, el objetivo de muchas personas: ponerse morenas. Da igual si es en la playa, en la piscina, en una tumbona del jardín o en una azotea. Cada año, el mismo impulso. Aumentan las ventas de aceites, cremas con brillos y hasta pastillas que prometen activar la melanina. La idea de que el moreno es sinónimo de salud se ha colado en la cultura popular con fuerza, pese a que no tiene ninguna base médica.
El bronceado no es una señal de bienestar, sino una reacción de defensa. Cuando la piel se expone al sol, activa la producción de melanina para proteger el ADN de los daños que provoca la radiación ultravioleta.
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La piel se defiende del sol con melanina, no intenta volverse más bonita
Así lo explica el médico y anestesista David Callejo, que en una intervención en su Instagram señaló que “el bronceado no puede ser saludable porque es tu cuerpo diciendo que se está friendo”. Su afirmación no es una exageración. El bronceado es, literalmente, un signo de que la piel está intentando protegerse ante una agresión externa.
Los rayos solares provocan dos consecuencias principales: envejecimiento cutáneo y mayor riesgo de cáncer. Según Callejo, “el 80% de las arrugas de tu piel, de las manchas, de la pérdida de elasticidad son debidas al sol”. Es un hecho avalado por dermatólogos y sociedades médicas de todo el mundo.
La radiación actúa como un agente externo que altera el equilibrio de las células. La melanina, en este contexto, cumple una función similar a la de los mocos ante un resfriado: se activa para proteger el organismo. Callejo recurrió a una comparación para ilustrarlo: “El bronceado es tu cuerpo gritando socorro me están friendo el ADN”. Aun así, cada verano se repite el mismo patrón, como si la piel no estuviera emitiendo una señal de alarma sino luciendo una medalla.
No se trata de demonizar el sol, pero sí de entender cómo funciona y qué consecuencias puede tener una exposición prolongada sin medidas de protección. Lo estético no puede colocarse por encima de lo biológico. Este verano, conviene pensarlo dos veces antes de buscar un tono más oscuro.