El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.
Para poder elevar nuestros ánimos, a menudo es necesario aprovechar las oportunidades que se nos presentan, capaces de transformarnos o llevarnos por otro camino. Una cuestión que exponía Millán Ludeña, deportista extremo ecuatoriano y conferenciante, además de protagonista de la película documental From core to Sun. Durante el ciclo Aprendemos Juntos 2030 de BBVA, indagaba en la importancia de pasar al siguiente nivel.
“La vida es tan maravillosa que nos plantea desafíos 24/7 y, al mismo tiempo, dos oportunidades. Dos. O las tomamos o nos escondemos, o levantamos la mano o nos metemos debajo de la falda y la idea es que nadie nos vea. O nos preguntamos si vale la pena llevar nuestra vida al siguiente nivel o decidimos conformando, haciendo solo lo que hay que hacer. El tiempo es el principal juez en nuestras vidas, porque con el tiempo nos ponemos en el sitio que nos merecemos”, exponía.
“Por lo que hicimos y por lo que no hicimos. Por las veces que levantamos la mano y las veces que no, por las veces que dijimos vale la pena intentarlo y las veces que buscamos un pretexto. Será cuestión de cada uno. Y es maravilloso pensar cómo realmente somos dueños de nuestro destino desde el presente”, añadía. En una vertiente similar se pronunciaba Jamil Zaki, neurocientífico y profesor de Psicología en la Universidad de Stanford, buscando el desarrollo emocional desde una edad temprana.
Desde el primer momento
“El papel que desempeñamos en las vidas de los demás es más importante de lo que pensamos, especialmente en edades tempranas. Hay una historia al respecto que me parece muy triste, pero también impactante. En Rumanía, hace décadas, por diversos motivos, hubo una generación de niños huérfanos. No tenían padres y se criaron en instituciones. Estos niños tenían comida, agua, un techo, todas las necesidades físicas, pero no tuvieron ningún vínculo cercano en toda su infancia”, contó.
“En mi campo, en psicología, en neurociencia, decimos que las personas, el ser humano, son seres sociales. Pero no nos damos cuenta de hasta qué punto es cierto hasta que vemos a alguien que ha crecido fuera del entorno social. Estos pobres niños sufrieron de muy distintas formas. Su salud mental se deterioró mucho, experimentaron múltiples dificultades adicionales”, insistía.