Armando Bastida, enfermero pediátrico: “Un niño que crece sin besos ni abrazos arrastra un vacío que a veces no se llena nunca”
Salud emocional infantil
La infancia sí deja huella: crecer sin afecto impacta en la salud mental adulta y genera heridas emocionales que acompañan toda la vida
Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: “Comparar a tu hijo con otros puede hacerle sentir traicionado, como si le clavaras un puñal en el corazón”
Armando Bastida alerta sobre las heridas invisibles que deja la falta de afecto en la infancia
Hay corrientes que afirman que lo que pasa en casa no determina quiénes seremos. Que da igual el tipo de colegio, que da igual la crianza, que somos producto de la genética y de factores externos. Y Armando Bastida, enfermero pediátrico y divulgador, no puede estar más en desacuerdo.
“Lo que sucede en la primera infancia marca la salud mental en los adultos”, advierte con contundencia en su último vídeo en redes. Y desmonta, punto por punto, esa idea de que la familia o el entorno cercano no tienen gran impacto en la vida futura de un niño.
“Me parece totalmente contradictorio hacer creer a los adultos de hoy que ni nosotros ni el colegio tenemos gran responsabilidad en quiénes serán nuestros hijos en el futuro”, sentencia.
Bastida pone el ejemplo de una entrevista viral al actor mexicano Juan Cosío. Un testimonio que, según confiesa, le conmovió profundamente.
La infancia deja huella
El vacío emocional que arrastran quienes crecieron sin afecto
“De ninguna manera me abrazó nadie, ni me dieron besitos ni me dieron apapachos. No existieron, porque no estaban”, cuenta Cosío, recordando su infancia. Una etapa en la que sus padres no pudieron acompañarle en momentos importantes, como la ceremonia de su graduación.
“No fue nadie, porque no podían. Estaban trabajando para procurarme la vida. Pero pasé a recoger mi diploma y no me aplaudió nadie”, confiesa el actor.
Y sí, no es culpa de nadie. Pero duele. Duele mucho más de lo que parece.
Bastida reflexiona sobre ese vacío. Sobre la huella que deja crecer sin afecto. “Hay familias que trabajan de sol a sol para poder comer. Y a veces no hay tiempo para esas ceremonias. Lo que más recuerda es que no había besos, ni abrazos, ni caricias. Un niño que crece sin eso arrastra un inmenso vacío en su interior. Un vacío que a veces no se llena nunca”, afirma.
No es culpa de nadie, pero duele
Bastida: “Se aprende a vivir con ello… pero la herida está”
Ese vacío no siempre imposibilita la felicidad, pero la condiciona. “Se puede ser una persona más o menos feliz, con una vida normal. Pero con una herida que de vez en cuando duele”, señala. Una herida que muchos tratan de tapar, mirando hacia adelante, amando como pueden, intentando sostener a quienes se dejan sostener... Mientras siguen esperando, en silencio, ese amor que nunca llegó.
Hasta que un día, algo cambia. Y llega el momento de abrazar al propio niño interior. De mirarle a los ojos y decirle: “Yo te veo, te abrazo, te sostengo. Ya puedes descansar. Ahora me encargo yo. Deja de esperar un amor que nunca llegará. Yo te doy ese amor. Yo que soy tú te abrazo, te quiero, te cuido. Descansa. Tu tiempo ya pasó. Déjame a mí. Yo me encargo”.
La infancia de nuestros hijos
¿Qué niño interior quieres que tenga tu hijo en el futuro?
Bastida lanza entonces la gran pregunta. La que incomoda. La que duele. Pero también la que puede cambiarlo todo: “¿Qué niño, qué niña interior quieres que tenga tu hijo en el futuro?”. Porque, al final, no importa tanto si puedes o no estar en cada ceremonia. Lo importante —y lo que sí deja huella— es que ese niño sepa que es visto, amado y valorado.
“Lo que importa son los besos, las caricias, los abrazos. Lo que importa es hacer sentir a tu hijo que es importante para ti. Que le quieres. Que le respetas. Que le ves. Que quieres disfrutar a su lado. Eso es ser madre. Eso es ser padre. Eso es dejar un legado de amor”, concluye.