Detrás de determinadas historias de amor aparentemente intensas y apasionadas, se esconde una realidad muy alejada del amor sano y recíproco. Esto sucede cuando uno de los miembros de la pareja tiene una personalidad narcisista.
Las personas narcisistas se caracterizan por tener un sentido exagerado de su propia importancia, necesitar admiración constante y carecer de empatía hacia los demás. Suelen rodearse de personas que les aportan estatus o validación, pero las descartan cuando dejan de ser útiles. Aunque al inicio pueden parecer encantadoras, con el tiempo muestran actitudes arrogantes, envidiosas y manipuladoras.

Las personas narcisistas se caracterizan por tener un sentido exagerado de su propia importancia, necesitar admiración constante y carecer de empatía hacia los demás
La psicóloga Deborah Murcia señala que, dentro de una relación, lo que el narcisista desea no es a la persona en sí, sino lo que esta representa. Y eso, lejos de generar amor, despierta una envidia que termina por destruir. Así lo ha explicado en su reciente visita al pódcast Sobran Las Palabras, donde ha afirmado que las personas narcisistas siempre se enamoran de lo que no tienen.
Se enamora de una persona que tiene luz propia, que es alegre, muy trabajadora, exitosa en su trabajo, muy guapa o que tiene muchos contactos
El patrón suele repetirse. En la fase inicial, el narcisista idealiza a su pareja: la admira, la elogia y la colma de atención. Pero, cuando siente que esa luz le amenaza o le recuerda su propio vacío, comienza un proceso sutil (o no tan sutil) de apagamiento. Aparecen las críticas, los reproches, el control emocional, las comparaciones, la invalidación o la manipulación psicológica. Todo con el objetivo de debilitar aquello que antes admiraba.
“Como se enamora de eso que no tiene y que intenta conseguir por todos los medios, va a hacer todo lo posible por apagar a esa persona, porque lo que siente en el fondo no es amor, es envidia”, afirma la psicóloga. Una envidia disfrazada de amor que se convierte en una lucha constante por restar brillo al otro y recuperar una sensación de superioridad.
Para quien está al otro lado, el daño puede ser importante. La persona comienza a dudar de su valor, pierde confianza y se siente confundida. Lo que parecía una relación intensa y perfecta se transforma en un vínculo tóxico que consume la energía emocional. Abrir los ojos y reconocer esta dinámica es clave para poder salir. Entender que no se trata de amor, sino de una necesidad narcisista de absorber lo que no se tiene, ayuda a poner límites, tomar distancia y protegerse emocionalmente.