Mantener una correcta higiene en la cocina y manipular los alimentos de forma segura resulta fundamental para evitar intoxicaciones alimentarias. Sobre todo, durante el verano, cuando las altas temperaturas y el contraste entre ambientes cálidos y frescos puede aumentar el riesgo de que los alimentos se estropeen o sean afectados por la proliferación de bacterias. También es fundamental asegurarse de consumir únicamente alimentos que se encuentren en buen estado y cuya fecha de caducidad no haya vencido. Uno de los que requieren mayores atenciones en este aspecto son los huevos. En algunos casos, es posible que no resulte tan sencillo averiguar qué tan frescos están, para lograrlo existe un método muy sencillo. María del Lluc, dietista y nutricionista, explica que solo hará falta un vaso de agua para averiguarlo. Aunque es importante especificar que este solo se puede llevar a cabo si se pretende consumir ese huevo en el momento.
El truco consiste en colocar el huevo dentro del vaso. Si este se hunde hasta el fondo, significa que es fresco. Sin embargo, cuando el huevo flota, quiere decir que ya está próximo a su fecha de consumo preferente, ya que ha ido acumulando aire a lo largo de los días. En ‘Nutriendo’, de la Academia Española de Nutrición y Dietética, la experta en seguridad alimentaria Laura Meschede explica que esto no significa que haya que desecharlo, pero sí afecta a sus propiedades. “Puede haber perdido cualidades nutricionales u organolépticas”, a lo que añade: “Aún así, sería apto para su consumo si no presenta defectos exteriores, como roturas o fisuras”.
No obstante, cabe resaltar que la frescura de un huevo no resulta fiable a la hora de descartar el que es su mayor peligro: la contaminación por Salmonella. Esta bacteria está considerada como la causante de una de las intoxicaciones alimentarias más comunes y se encuentra principalmente en la cáscara del huevo, advierte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan).
¿Cómo evitar una intoxicación alimentaria por Salmonella?
Desde la Aesan insisten en la necesidad de mantener unas medidas de higiene básicas, por ejemplo, lavándose las manos con jabón y agua antes y después de manipular los alimentos. Sobre todo, después de ir al baño o tocar otros objetos o animales. También cabe recordar la importancia de lavar a fondo las superficies y los utensilios de cocina cuando se manipulan alimentos no lavados y/o crudos. “En la nevera, deben estar separados los alimentos crudos de los cocinados, y estos últimos deben almacenarse en recipientes cerrados”, apunta el equipo de profesionales de la Aesan.
El mayor riesgo en cuanto a la Salmonella sucede cuando se consumen los huevos crudos, como puede ser el caso de la mayonesa. La Aesan recomienda extremar las medidas de higiene en estos casos y, especialmente, tener cuidado con la cáscara, ya que es donde suele encontrarse la bacteria. Por ello, uno de los grandes errores que cometen algunas personas es lavar los huevos. Dado que la cáscara es porosa, si se lava un huevo lo único que se conseguirá es que la bacteria se filtre y penetre en su interior, contaminándolo. También se aconseja cascar los huevos en un recipiente distinto al que se va a emplear para la preparación, a fin de evitar la contaminación.
Otro factor clave que destaca la Aesan consiste en mantener refrigerados los alimentos elaborados con huevos o, en el caso de algunos como huevos fritos o tortillas poco cuajadas, consumirlos inmediatamente.