A veces nos mordemos la lengua para evitar conflictos, pero esa estrategia puede salirnos cara. Aprender a gestionar el silencio y nuestras palabras es clave para mantener relaciones sanas. Por mucho que nos hayan enseñado que “mejor callar que liarla”, lo cierto es que silenciar lo que sentimos o pensamos no siempre nos lleva a la calma. En ocasiones, puede parecer que evitar el conflicto es la vía más rápida hacia la paz… pero lo que en realidad estamos haciendo es tragarnos el enfado y tarde o temprano, acaba saliendo.
“Callar no siempre significa lo mismo ni se hace por el mismo motivo. A veces lo hacemos por miedo, por falta de herramientas o por una falsa sensación de control”, explica Sonia Díaz Rois, mentora, coach experta en gestión de la ira y autora del libro Y si me enfado, ¿qué? (2024). “La clave está en identificar desde dónde estamos callando: ¿desde la calma o desde la represión?”, añade.
Hay silencios que pesan. Porque a veces, cuando no dices nada, lo que haces es reforzar patrones
Imagen de recurso de una pareja que discute
¿Callas para no herir o para no incomodar?
Cuando evitamos expresar lo que necesitamos, no solo dejamos de cubrir nuestras propias necesidades, sino que además corremos el riesgo de construir relaciones basadas en desequilibrios. Ese silencio no es sinónimo de paz, sino de incomodidad, frustración o incluso resentimiento.
“Hay silencios que pesan. Porque a veces, cuando no dices nada, lo que haces es reforzar patrones que te alejan de ti”, explica Sonia Díaz. Por ejemplo, si no compartes tus preferencias, los demás no van a tenerlas en cuenta. “Y si eso te molesta, es importante revisar cómo estás comunicándote o, más bien, dejando de hacerlo”, añade.
Callar no siempre significa lo mismo ni se hace por el mismo motivo
Pese a ello, cabe destacar que no se trata de soltarlo todo sin filtro, ni de tragártelo todo por miedo a desagradar. Se trata de aprender a decidir con conciencia cuándo hablar y cuándo no. Para ello, Sonia Díaz propone tres preguntas clave antes de intervenir en una situación difícil:
- ¿Qué quiero conseguir si hablo?
- ¿Qué precio pago si callo?
- ¿Esto que voy a decir aporta claridad o solo es una descarga emocional?
El valor del silencio consciente
Si utilizamos bien el silencio, puede ser una herramienta de autoconocimiento. Nos permite parar, observar y decidir qué es lo que realmente queremos hacer. “En ese espacio de pausa muchas veces encontramos claridad. Nos ayuda a distinguir qué parte de la situación nos pertenece y cuál es responsabilidad de otros”, señala la experta.
La comunicación asertiva es aquella que te permite expresar tus ideas, deseos y límites sin herir
Pareja discute
Por ejemplo, si te molesta que no te tengan en cuenta, pero nunca expresas tus preferencias, quizá haya llegado el momento de cambiar tu forma de comunicarte. Y ahí entra la comunicación asertiva. Hablar desde el respeto, sin imponerse, pero sin anularse, es una habilidad que se puede entrenar.
Y es clave para relaciones más honestas, equilibradas y conscientes. “La comunicación asertiva es aquella que te permite expresar tus ideas, deseos y límites sin herir, pero sin anularte. Es la que equilibra el respeto por uno mismo y por el otro”, afirma Sonia Díaz.
Tus necesidades son igual de importantes que las de los demás. Pero si no las comunicas, nadie va a adivinarlas por ti
Cuando eliges callarte sistemáticamente, dejas de estar en contacto contigo y empiezas a moverte al ritmo de los demás. “Tus necesidades son igual de importantes que las de los demás. Pero si no las comunicas, nadie va a adivinarlas por ti”, recuerda Díaz.
Aprender a expresarte con respeto no solo te ayuda a gestionar mejor los conflictos: también te conecta contigo, con lo que quieres, con lo que sientes… y con una forma de vivir mucho más auténtica.

