Tras una conversación tensa, una discusión en pareja o un intercambio de opiniones en el trabajo, muchas personas se quedan dándole vueltas a lo que dijeron o a lo que creen que deberían haber dicho. Aparecen en nuestra cabeza las justificaciones, argumentos, y una necesidad constante de explicarnos mejor.
Según la psicóloga Marta Martínez, en el fondo, más que tener razón, lo que sucede es que buscamos sentirnos comprendidos. Una necesidad que puede perjudicarnos, pero que se va diluyendo en el tiempo, y puede darnos paz si desaparece.

Dos amigos hablando
“¿Puede ser que antes discutieras más? Explicabas, justificabas, repetías… Y te ibas a casa dándole vueltas a lo que podrías haber dicho mejor”, reflexiona la psicóloga en una de sus publicaciones recientes en sus redes sociales. Según Martínez, la necesidad de convencer al otro no habla tanto de verdad como de inseguridad. Cuando dependemos de que los demás validen nuestras ideas para sentirnos seguros, estamos delegando nuestro equilibrio emocional fuera de nosotros. Lo interesante es que, aunque parezca complicado, con el tiempo y el trabajo personal, eso cambia.
“Un día dejas de necesitarlo”, asegura, “y no porque dejes de pensar lo que piensas, sino porque ya no necesitas convencer para sentirte seguro”, señala.
La paz aparece cuando te das cuenta de que tener razón no es tan importante como tener libertad por dentro
Ese momento marca un punto de inflexión: el diálogo deja de ser una lucha para convertirse en un espacio de conexión o incluso en un silencio elegido. Sucede cuando decides retirarte a tiempo, guardar tu energía, dejar pasar o simplemente sonreír sin necesidad de dar explicaciones. “Y no es indiferencia. Es paz. Esa que aparece cuando te das cuenta de que tener razón no es tan importante como tener libertad por dentro”, señala la psicóloga.

La clave para vivir en calma está en aprender a elegir nuestras batallas
En consulta, Marta confirma que se trata de un tema que aparece con frecuencia. La necesidad de tener razón, de ganar discusiones o demostrar inteligencia suele esconder heridas emocionales: miedo al rechazo, necesidad de aprobación o inseguridad afectiva. Por eso este cambio no se produce de forma automática, sino que es fruto de un proceso interno, a menudo largo y exigente.
La clave, dice, está en aprender a elegir nuestras batallas. No todo merece nuestra energía. No todas las conversaciones tienen que ser ganadas. A veces, la mayor muestra de madurez es saber retirarse sin perder la calma.
Su mensaje ha resonado en redes sociales entre quienes buscan herramientas de crecimiento personal y relaciones más sanas. Tal vez porque, como recuerda la psicóloga, dejar de necesitar tener razón no es callarse, sino liberarse. Liberarse de la necesidad de ser entendidos para poder estar, al fin, en paz con lo que somos.