Marga Salinas, psicóloga: “A veces preferimos idealizar a quien queremos retener, antes que asumir que esa relación no es recíproca y no va a cambiar”

Relaciones desequilibradas

Aferrarse a una versión idealizada del otro puede llevarnos a ignorar señales evidentes de una relación desigual

Déborah Murcia, psicóloga: “Los narcisistas usan el perdón como gancho emocional: no hay disculpa real sin cambio de conducta”

Marga Salinas advierte del riesgo de idealizar incluso a quien apenas conocemos, porque en el fondo tememos asumir que no hay reciprocidad

Marga Salinas advierte del riesgo de idealizar incluso a quien apenas conocemos 

Instagram | @margasalinaspsicologa

Idealizar no es amar. Es proyectar. Lo explica con contundencia la psicóloga Marga Salinas en uno de sus últimos vídeos en redes sociales, donde pone el foco en una de las trampas emocionales más comunes —y dolorosas— en los vínculos afectivos: aferrarse a una imagen ideal del otro para evitar ver lo que no queremos aceptar.

“Idealizar al otro es una manera inconsciente de ignorar aquello que no queremos ver”, comienza diciendo la psicóloga. Y ese autoengaño, aunque parezca protector a corto plazo, puede convertirse en una cárcel emocional. Porque no se idealiza por capricho, sino por miedo. A veces —reconoce Salinas— es el propio inconsciente el que prefiere mantenerse en esa zona de irrealidad: “no estamos preparadas para asumir que quizá ese vínculo no es tan recíproco como esperábamos”.

Cuando la fantasía pesa más que la realidad

Marga Salinas alerta: dar mucho no garantiza que la relación sea recíproca.

A veces hemos invertido tanto en una relación que pensar que no funciona se vuelve insoportable. “Hemos dado tanto en esa relación que no podemos imaginar la posibilidad de que no funcione”, subraya la especialista. Por eso no es raro que esa idealización no solo se aplique a parejas románticas, sino también a amistades, familiares o personas que apenas estamos conociendo.

Pero la psicóloga va más allá: cuando idealizamos, “perdemos la perspectiva”. Y en esa pérdida, también podemos acabar perdiéndonos a nosotras mismas. Tratando de sostener lo insostenible. Esperando que el otro despierte. Que reconozca el esfuerzo. Que reaccione.

“Seguimos esperando que en cualquier momento esa persona valore nuestro esfuerzo, valore que sigamos ahí y que casi por arte de magia todo cambie”, reflexiona Salinas. Pero esa espera, muchas veces, es en vano.

El punto de inflexión

Dejar de idealizar

Aceptar que la relación no es lo que creíamos duele. Es un duelo. Un choque con la realidad. Pero también puede ser el principio de algo importante: “Dejar de idealizar duele, pero es el primer paso para empezar a verte a ti con claridad”. Y no se trata de buscar culpables, insiste Salinas. No es una guerra contra el otro. “A veces no se trata de culpar sino de despertar”.

Por eso, la psicóloga invita a hacerse una pregunta fundamental cuando notamos que estamos atrapadas en esa versión maquillada del otro: ¿de qué sentimos que nos protege la idealización? ¿Qué dolor estamos intentando esquivar al mantener viva esa fantasía?

Lee también

Déborah Murcia, psicóloga: “Los narcisistas usan el perdón como gancho emocional: no hay disculpa real sin cambio de conducta”

M. R. 
Déborah Murcia distingue entre el perdón auténtico y el que se utiliza como herramienta de control en relaciones tóxicas

Detrás de la idealización suele haber un deseo profundo: que el vínculo funcione. Que esa historia salga bien. Que no se rompa. “A veces idealizamos a las personas porque sentimos que necesitamos que ese vínculo permanezca, que funcione, que salga bien”, apunta Salinas. Pero forzar la permanencia a cualquier precio tiene un coste: el propio bienestar.

Cerrar los ojos a lo que nos incomoda no elimina el malestar, solo lo aplaza. Y “sin darnos cuenta, nos quedamos atrapadas en una versión de la relación que no es compatible con lo que verdaderamente estamos viviendo”.

Ver la realidad puede doler. Pero no verla... duele más tiempo.

Cargando siguiente contenido...