El perdón puede ser un acto de amor, de reflexión… o de manipulación. Así lo explica Déborah Murcia, psicóloga y especialista en salud mental, en su entrevista en Endor Pódcast, donde desmonta uno de los mecanismos más comunes —y peligrosos— que usan algunas personalidades narcisistas para mantener a sus víctimas bajo control: pedir perdón sin intención de cambiar.
“Los narcisistas que tienen inteligencia social son aquellos que dicen sé hasta dónde estirar la cuerda y sé en qué momento te tengo que pedir perdón para que tú sientas que estoy arrepentido y vuelvas a estar bajo mis garras de la manipulación”, explica Murcia con contundencia.
Cuando el perdón es una trampa emocional
Algunos perfiles narcisistas no buscan reparar, sino reforzar su control a través de disculpas vacías y recurrentes
Para esta experta, el perdón auténtico va siempre acompañado de una transformación. Sin cambio, no hay disculpa válida. “El perdón real es el que tiene cambio de conducta. Si no hay cambio de conducta, no hay un perdón real”, afirma.
Pero no todos los que se disculpan en bucle son necesariamente narcisistas. Murcia matiza que hay casos donde las personas cometen errores y no saben cómo gestionarlos emocionalmente. “Los inmaduros emocionales, cuando te piden perdón, dicen ‘vale, esto lo he hecho mal’. A lo mejor no saben cómo cambiar, pero te piden ayuda. Entonces ahí podemos ver que no es un narcisista”, aclara.
El problema con los perfiles narcisistas es que utilizan el perdón como estrategia de control, no como acto de autocrítica o reparación. La disculpa se convierte en una herramienta para volver a acercarse, rebajar tensiones, mantener el vínculo… y seguir con la misma dinámica.
El perdón que no transforma, retiene; no libera, te ata”
En cuanto a las víctimas de este tipo de manipulación, Murcia señala que no hay un único perfil, aunque hay ciertos rasgos que se repiten. “No podemos decir, mira, sota, caballo y rey, porque hay diferencias individuales”, advierte. Aun así, hay un patrón que se repite en quienes permanecen más tiempo en este tipo de relaciones.
“Las personas que suelen quedarse más tiempo son las que tienen más empatía, las personas que tienen más bondad, que tienen un corazón quizá más blandito. Lo digo así para que la gente lo entienda”, afirma.
Ese exceso de empatía, lejos de ser una debilidad, es precisamente lo que les hace más vulnerables: entienden al otro incluso cuando las está dañando. “Cuando una persona te manipula y tú eres capaz de entender que esa persona a lo mejor manipula porque viene de una herida o porque ha pasado una infancia traumática”, añade, se activa el intento de rescatar, comprender y perdonar... una vez más.
Porque a veces, el “perdóname” no busca reparar nada. No nace del remordimiento, sino del cálculo. No quiere sanar, sino sostener el control. Y es precisamente ese tipo de disculpa —vacía, repetida, sin propósito de cambio— la que más cuesta detectar… y más aún soltar. Reconocerla, nombrarla y entender de dónde viene no siempre evita el daño, pero sí puede ser el primer paso para salir del bucle. Porque no todo el que pide perdón quiere hacer las cosas mejor. A veces, solo quiere que te quedes.