A veces un gesto sencillo cambia por completo la forma en la que un niño entiende el mundo. Un adulto que se sienta a escucharlo sin interrumpir o que comparte un rato de juego sin mirar el reloj está enviando un mensaje claro. Esa conexión, repetida en el tiempo, refuerza la seguridad y el bienestar de los más pequeños.
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha compartido varias enseñanzas que, según su dilatada experiencia tratando con niños, conviene decir con más frecuencia para que los hijos crezcan sintiéndose queridos y comprendidos.
Crianza en positivo
Un adulto atento puede cambiar la manera en que un niño percibe su propio valor
En una publicación en redes sociales, Bilbao explicó que muchos niños llegan a pensar que el afecto depende de su comportamiento o de sus logros. “No tienes que ser perfecto para que te quiera”, apuntó al hablar de la presión que sienten algunos menores por obtener siempre buenos resultados o mostrarse tranquilos. Según el especialista, es importante romper esa idea y expresar cariño incluso en momentos de enfado o tristeza.
También destacó la importancia de transmitir apoyo cuando el niño atraviesa emociones intensas. “Estoy aquí aunque estés enfadado”, afirmó, recordando que el cerebro infantil aún está en desarrollo y necesita calma y comprensión más que regañinas. Acompañar, señaló, no significa justificar una conducta, sino evitar que se sientan solos cuando más confusión tienen.
Otra frase que propuso fue “me hace feliz pasar tiempo contigo”, dejando claro que la satisfacción por su compañía no debe depender de su comportamiento. Según Bilbao, dedicar atención plena y compartir juegos ayuda a cimentar la seguridad emocional. Escuchar con interés y mostrar que su presencia agrada es una base sólida para su autoestima.
El especialista añadió que es positivo reforzar la idea de pertenencia. “Eres muy importante para esta familia”, indicó, subrayando que reconocer su papel en el hogar les da tranquilidad y confianza. Recordarles que su ausencia cambiaría el día a día familiar fortalece el vínculo y les aporta estabilidad emocional.
Bilbao concluyó que estas expresiones, repetidas con naturalidad y en diferentes contextos, pueden tener un impacto profundo en el desarrollo afectivo. Al final, se trata de construir un entorno en el que las palabras respalden los gestos y en el que la relación no dependa de méritos o condiciones. Porque a cualquier edad, saber que alguien está ahí sin reservas marca la diferencia.