Marina Marroquí, educadora social: “Cuando los niños están en la primera infancia, casi todo es refuerzo positivo, pero la adolescencia, entramos en modo pulir fallos”

'La Ventana'

Desde su punto de vista, los jóvenes también deberían recibir refuerzos positivos en vez del escrutinio adulto

Alicia Banderas, psicóloga: “Lo hemos llevado todo a una hiperpaternidad obsesiva, a hacer nuestro hijo el más brillante”

Marina Marroquí, educadora social: “Cuando los niños están en la primera infancia, casi todo es refuerzo positivo, pero la adolescencia, entramos en modo pulir fallos”

Marina Marroquí, educadora social: “Cuando los niños están en la primera infancia, casi todo es refuerzo positivo, pero la adolescencia, entramos en modo pulir fallos”

RTVE

El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.

Esto también se traslada a los casi 7 millones de españoles menores de 16 años, según el Censo Anual de Población de 2024. En el interés de los padres está que sus hijos puedan entender y realizar sus peticiones de la mejor forma posible, a pesar de la importante evolución que presentan a lo largo de los años. Marina Marroquí, educadora social de profesión, explicaba en La Ventana de la Cadena SER que no se debe olvidar un elemento clave en la adolescencia: el refuerzo positivo.

“Cuando el niño y la niña están en la primera infancia, casi todo es refuerzo positivo. Nos gastamos muchísima energía en todo lo que hacen bien. Los primeros pasos, la primera excursión, las primeras notas, la primera... Todo va en positivo. Sin embargo, algo nos pasa a las familias, que cuando entra la adolescencia, entramos en modo pulir fallos. Y ya empiezas a comunicarte con todo lo que hacen mal pero deberían hacer bien”, argumentaba.

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“Mira, como tienes la habitación, como te huelen los zapatos, como... ¿Qué pasa? Que ponte desde la perspectiva del adolescente. Pasas de todo lo hago bien a decirte todos los fallos que estoy teniendo. Entonces, el todo lo hago mal y no me entiendes también va de cómo nos comunicamos nosotros. Es importante que a final del día hagamos recuento y no dejamos de comunicar todas esas cosas que día a día siguen haciendo bien y siguen eligiendo el modo correcto”, insistía.

Dejar atrás la presión

La psicóloga Alicia Banderas también se pronunció recientemente sobre la educación infantil, en particular sobre el perfeccionismo parental: “Históricamente tenemos mayor acceso al conocimiento, a la información, hemos evolucionado por un lado, pero involucionado por otro. Pero a ser reflexivos con decir, bueno, pues como me criaron mis padres, igual no me vale, entonces quiero dar otras cosas a mis hijos”.

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“Sabemos hoy por técnicas de neuroimagen cómo funciona el cerebro de un niño, de una niña, entonces decimos, ¿cómo lo vamos a estimular? Pero de repente todo eso lo hemos llevado a una crianza, a una hiperpaternidad obsesiva, es decir, hacer de nuestros hijos el más brillante, el de mayores competencias, el que es mejor. Y por ende, también eso nos da una autoestima a ser los mejores padres. Entonces nos hemos centrado en una carrera que no va hacia ningún lado de éxito, en vez de quizá a tener un bienestar o poder disfrutar de la crianza”, sentenciaba.

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