El psicoanalista Gabriel Rolón ha compartido una reflexión que vuelve a poner en primer plano uno de los temas que atraviesa su obra: el modo en que interpretamos la realidad. Durante una conversación radial, sostiene que “hay gente que siempre piensa mal y gente que tiende a pensar bien”, y apela a una célebre frase de Nietzsche para explicar su mirada: “no existen los hechos, existen las interpretaciones”.
Rolón plantea que, en la vida cotidiana, la diferencia entre una reacción serena y una discusión desmedida suele estar en la interpretación que hacemos de lo ocurrido. “Muchas veces alguien nos hace una observación mínima y la vivimos como si nos cuestionaran por completo. Esa respuesta refleja un yo débil, que percibe cualquier comentario como una amenaza”, señala.
Hay gente que siempre piensa mal y gente que tiende a pensar bien
El analista ejemplifica con situaciones comunes como una llamada que no se devuelve puede ser interpretada como un gesto de desinterés o, con otra perspectiva, como una simple distracción en medio de una rutina cargada. En ambos casos, el hecho es el mismo, pero el sentido que se le otorga cambia la manera de vivirlo.
En línea con la referencia a Nietzsche, subraya que la realidad no se presenta de forma única, sino que se construye a partir de los significados que cada persona le da. De allí que dos individuos, enfrentados a una misma situación, puedan describir experiencias completamente opuestas.

Una llamada que no se devuelve puede ser interpretada como un gesto de desinterés o, con otra perspectiva, como una simple distracción en medio de una rutina cargada
Las palabras de Rolón encuentran eco en su público porque logran trasladar conceptos del psicoanálisis y de la filosofía a ejemplos concretos. Su estilo, que combina claridad con un tono accesible, permite que sus intervenciones se difundan más allá del ámbito académico y circulen en redes sociales como material de reflexión personal.
No existen los hechos, existen las interpretaciones
Para el psicoanalista, el desafío está en reconocer que nuestras interpretaciones no son neutrales y que, muchas veces, pueden alejarnos de los hechos mismos. Pensar bien o pensar mal, sugiere, no solo depende del otro: también es una decisión que habla de cómo elegimos vivir lo que nos ocurre.