Pocas cosas generan más ternura —y a veces un pequeño enfado— que el momento en el que una madre, mirando fijamente a su hijo, le llama por el nombre del hermano. Esa confusión, repetida en millones de hogares, ha sido interpretada de mil formas: desde un despiste por cansancio hasta un supuesto favoritismo. Pero la ciencia viene a tranquilizar a todos: no es cuestión de memoria deteriorada ni de afectos desiguales.
El farmacéutico y divulgador Álvaro Fernández lo explica con humor en uno de sus vídeos más recientes: “No porque se esté volviendo loca y no sea capaz de recordar el nombre de sus propios hijos, ni porque los hijos se parezcan, ni tampoco porque quiera más a uno que a otro”, aclara de entrada. La clave está en cómo funciona nuestro cerebro a la hora de organizar la información más relevante.
Esto pasa porque nuestro cerebro clasifica los nombres en grupos de importancia
Según señala, la memoria agrupa los nombres en categorías de importancia, y los hijos se encuentran en la más alta: el grupo especial. Esa cercanía emocional provoca que, dentro de ese mismo nivel de relevancia, las confusiones sean frecuentes. “Confundir nombres dentro del mismo grupo por lo visto es algo muy frecuente en realidad”, apunta Fernández, quien añade que esta explicación le resultó liberadora: significa que su madre quiere igual a su hermano y a él.
El fenómeno, además, no es exclusivo de las madres. Padres, abuelos y hasta amigos cercanos pueden incurrir en este tipo de lapsus cuando manejan nombres que pertenecen a círculos afectivos muy estrechos. Lo curioso es que raramente ocurre con personas ajenas a ese núcleo: difícilmente una madre confundirá a su hijo con el nombre de un compañero de trabajo, pero sí con el de su hermano o incluso con el de un primo cercano.
Dos hermanos jugando
Fernández, siempre con un toque irónico, también advierte que no todas las confusiones encuentran el mismo grado de indulgencia. “Ahora vete tú con esta misma teoría y le explicas a tu pareja por qué a veces la llamas por el nombre de tu ex”, comenta divertido. Una manera de recordar que los mecanismos cerebrales son universales, pero el contexto social y emocional en el que ocurren puede convertir un simple lapsus en un pequeño drama doméstico.
La explicación científica ayuda a desmitificar un hábito que a menudo se vive con cierta incomodidad. Saber que detrás hay un funcionamiento lógico del cerebro y no una cuestión de cariño desigual puede ser un alivio para muchos hijos que, en secreto, han dudado alguna vez de si eran los favoritos de la casa.
Confundir nombres dentro del mismo grupo por lo visto es algo muy frecuente en realidad
Al final, que una madre confunda los nombres de sus hijos es más bien una prueba del lugar privilegiado que ambos ocupan en su memoria. Un recordatorio involuntario de que el cerebro, como el corazón, guarda a los seres queridos en el mismo cajón de importancia.

