Las hamacas suelen resolver muchos “ratitos de urgencia” en casa, pero no son un aparcamiento. En su serie “Por un poquito no pasa nada”, el pediatra Fran J. Díaz advierte de un efecto poco conocido en recién nacidos: la presión de un pliegue del body o del propio tejido puede activar el reflejo de Galant —un reflejo primitivo que provoca la contracción lateral de la espalda— y mantener al bebé en tensión sin que nadie lo perciba.
Uso responsable
Fran J. Díaz recomienda no demonizar la hamaca, sino emplearla de forma limitada y con supervisión
“Este reflejo es un reflejo que se activa por presión”, explica. Si al tumbar al bebé sobre la hamaca queda un pliegue que roza siempre el mismo punto, “puede hacer que este reflejo se desencadene durante mucho rato”. El resultado es un pequeño que permanece rígido, “contrayendo así fuerte, fuerte, fuerte”, sin que ni el adulto ni el propio bebé se den cuenta. Con el tiempo, avisa, esa inercia muscular puede traducirse en posturas anómalas al ponerse de pie o al caminar. “Este reflejito junto con la hamaca puede empezar a… programarnos… una escoliosis”, resume.
Ahora bien, ¿significa esto que las hamacas son perjudiciales? “No”, responde Díaz. “¿Esto quiere decir que hay que usarlas con cuidado? Efectivamente”.
La conclusión de Díaz no es prohibir el uso de la hamaca, sino aprender a utilizarla con sentido común. Desde el nacimiento, se puede emplear, pero siempre en sesiones breves de 10 a 15 minutos como máximo y, en ningún caso, para dormir. A partir de los seis meses, el tiempo de uso puede ampliarse ligeramente, aunque sigue siendo fundamental evitar que el bebé duerma en ella y comprobar que puede moverse con libertad si se siente incómodo.
El pediatra insiste en que la hamaca debe utilizarse solo en momentos puntuales, como solución de apoyo cuando el adulto necesita ducharse, cocinar o comer, y no como un recurso habitual.
Las hamacas, en resumen, pueden ser una solución puntual para momentos concretos, como ducharse o preparar una comida, pero no deben convertirse en una silla de uso continuo. No se trata de eliminar recursos útiles, sino de comprender cómo y cuándo utilizarlos sin riesgo para el desarrollo del bebé. Porque, como repite el pediatra con la calma de quien educa sin juicio: