Miriam Ferrer, psicoterapeuta de parejas: “Si al pensar en esa relación sientes más ansiedad que calma, más duda que certeza, más nostalgia que confianza, probablemente no es amor, es apego”
Relaciones
“Si lo que te mueve a volver es el miedo a estar solo o la esperanza de que ahora sí cambie, no es el momento”, confiesa Ferrer
Miriam Ferrer, psicoterapeuta
Las rupturas son un camino lleno de altibajos. Al separarte de alguien, comienza una nueva etapa en la que, por lo general, todo cambia: tu estilo de vida, tus rutinas y, sobre todo, tu mundo emocional. Cada persona vive este proceso de manera distinta: con duelo, sin él, con rabia o con tristeza.
Pero, al final, todas esas emociones forman parte de la misma experiencia: aprender a vivir sin la otra persona y rehacer tu vida en ausencia de alguien que antes estaba en ella y en tus planes.
Un amor que merece una segunda oportunidad no se sostiene solo en el deseo de que vuelva, sino en el compromiso real de ambas personas por hacer algo diferente
Ese vacío que deja quien se marcha puede ser difícil de llenar, e incluso, en algunos casos, permanece para siempre. Duele, sí, pero cada día también es una oportunidad para decidir qué hacer con ese dolor. Lo más sano suele ser transformarlo. Sin embargo, a veces en medio de este proceso surge una pregunta inevitable: ¿y si volviera con mi ex?
Las dudas se disparan, y lo que podría parecer una segunda oportunidad también puede convertirse en el riesgo de reabrir una herida que empezaba a cicatrizar. Por eso es clave recordar los motivos por los que la relación no funcionó en el pasado y cuestionarse con honestidad: ¿ha cambiado algo realmente? Solo así se puede tomar una decisión consciente.
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Para quienes atraviesan esta situación, Miriam Ferrer, psicoterapeuta de parejas, comparte en La Vanguardia las claves para responder a la gran pregunta: ¿Volver o no volver? ¿Cómo distinguir si estás idealizando a tu ex o si de verdad hay algo que rescatar?
Después de una ruptura, ¿por qué se tiende a recordar solo lo bueno y olvidar lo que no funcionaba?
Porque la mente es selectiva, y más aún cuando hay emociones involucradas. A esto lo llamamos memoria emocional selectiva: un mecanismo que nos protege del dolor recordando lo que nos hacía sentir bien.
Idealizamos los momentos felices, los gestos tiernos, las risas compartidas… y dejamos fuera los silencios hirientes, las discusiones sin resolver o la sensación de soledad en compañía. En sesión, cuando repasamos la relación, suele haber un momento clave: cuando la persona se da cuenta de todo lo que estuvo callando, aguantando, justificando. Y eso también fue parte de la historia.
¿Cuáles son las señales más claras de que se está idealizando a una expareja?
Una de las más evidentes es cuando justificamos lo injustificable. Frases como “sí, pero cuando quería era muy dulce”, o “tenía cosas buenas, aunque no me valorara”, revelan que no estamos recordando lo que fue, sino lo que quisimos que fuera.
En terapia, a eso lo llamamos apego al potencial: no estabas vinculado a quien realmente tenías delante, sino a la imagen de lo que esperabas que llegara a ser. También es una señal clara cuando minimizamos lo que nos dolió, o comparamos todas nuestras relaciones futuras con esa persona, incluso sabiendo que esa historia nos hizo daño.
La idealización aparece como defensa: recordamos lo bueno para suavizar el duelo, pero al hacerlo, perdemos perspectiva y volvemos a enganchar con lo que en realidad nos rompía.
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¿Cómo se puede diferenciar entre un amor que merece una segunda oportunidad y uno que solo duele recordar?
La diferencia está en la honestidad emocional con una misma. Un amor que merece una segunda oportunidad no se sostiene sólo en el deseo de que vuelva, sino en el compromiso real de ambas personas por hacer algo diferente. Si al pensar en esa relación sientes más ansiedad que calma, más duda que certeza, más nostalgia que confianza, probablemente no es amor, es apego.
Si lo que te mueve a volver es el miedo a estar solo o la esperanza de que ahora sí cambie, no es el momento. Un vínculo que vale la pena recuperar te impulsa hacia el presente, no te encierra en el pasado. En consulta revisamos los motivos: ¿quieres volver con esa persona o con la idea que tenías de ella?
¿Qué preguntas debería hacerse alguien antes de plantear una reconciliación?
Antes de pensar en volver, es importante parar y escucharte con honestidad. No desde el anhelo, sino desde la verdad de lo vivido. ¿Volverías porque de verdad hay algo nuevo… o porque echas de menos lo que fue (o lo que imaginaste que podía ser)?
Una reconciliación tiene sentido si ha habido cambios reales, no promesas vacías ni esperanza ciega. Algunas preguntas que pueden ayudarte:
– ¿Qué me lleva a querer volver? ¿La soledad, el miedo… o una elección libre? – ¿Estoy viendo a la persona tal como es, o sigo enganchado a lo que quise que fuera? – ¿Confío en que esta vez podríamos cuidarnos mejor, o sigo dudando? – ¿Estoy dispuesto a poner límites y a no repetir la misma dinámica?
¿Es recomendable volver cuando hay mucho amor pero también muchas heridas sin resolver?
El amor no siempre es suficiente. A veces hay amor, sí, pero también hay dolor, heridas sin cerrar, y una dinámica que se repite y desgasta. Volver sin haber sanado lo que dolió es como volver a la misma casa con las goteras intactas.
En consulta lo vemos mucho: personas que se quieren, pero que no saben cuidarse bien. Y sin cuidado mutuo, el amor se vuelve confuso, hasta agotador. Si hay heridas profundas y no se ha hecho un trabajo individual y conjunto para sanarlas, volver puede ser reabrir la misma herida una y otra vez. A veces lo más amoroso que se puede hacer es no volver.
¿Qué riesgos emocionales existen al intentar recuperar una relación que ya terminó?
El principal riesgo es repetir el ciclo. Volver sin haber comprendido qué se rompió ni por qué, es volver a abrir la misma herida. También puede reactivarse la dependencia emocional, el miedo a estar solo o la idea de que sin esa persona no podrás con la vida. Y eso desgasta profundamente.
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Cuando vuelves desde la necesidad y no desde la conciencia, es fácil perderte de nuevo en la misma dinámica. Muchas veces se idealiza el reencuentro como una solución mágica. Pero si las bases siguen rotas, el regreso suele traer más dolor que alivio. No se trata de no intentarlo nunca, sino de preguntarse desde dónde quieres volver: ¿desde la carencia o desde la claridad?
¿Es posible reconstruir desde cero una relación que fracasó, o siempre queda “la grieta”?
No es “desde cero”, porque lo vivido deja huella. Pero sí se puede reconstruir desde otro lugar. Hace falta una transformación real: reconocer errores, asumir lo que cada uno no supo hacer mejor y, sobre todo, comprometerse a crear una relación nueva con otras bases.
Las grietas existen, claro. Pero algunas, si se trabajan con amor y responsabilidad, no dividen: fortalecen. En terapia lo vemos: quienes han hecho un proceso profundo pueden reencontrarse y construir algo más consciente. Pero no es fácil, ni rápido. Y no siempre es posible, cierto.
¿Qué papel juega el tiempo y el trabajo individual antes de valorar si volver es una buena idea?
El tiempo en sí no lo cura todo. Lo que sana es lo que haces con ese tiempo. Alejarte te da perspectiva. Y cuando ese tiempo se aprovecha para mirarte con honestidad, para trabajar tus patrones, tus miedos, tu parte responsable... entonces sí, puede que estés en otra posición emocional.
Así que, cuando haces este trabajo interno, no vuelves desde la necesidad, sino desde la elección. Y a veces incluso, después del proceso, ya no quieres volver. Quieres algo diferente. Incluso contigo.