Antoni Bolinches, psicólogo: “He visto más problemas de hijos de padres modélicos porque los hijos no están a la altura, que problemas de hijos de pades desastrosos”

Relaciones

Antoni Bolinches, reconocido psicólogo y terapeuta de pareja, ha destacado un patrón paradójico entre padres e hijos que se ha repetido en sus pacientes durante sus años de experiencia

Antoni Bolinches habla sobre las personalidades pesimistas.

Antoni Bolinches, psicólogo

Ojalá lo hubiera sabido antes PODCAST

La figura paterna desempeña un papel crucial en el desarrollo emocional de los hijos. No solo influye en la construcción de la identidad y el autoconcepto, sino que también deja una huella profunda en la manera en que nos relacionamos con el mundo. El pódcast Ojalá lo hubiera sabido antes, presentado por Álex Rovira, Francesc Miralles y Antoni Bolinches, ha dedicado dos episodios muy especiales a este tema, en los que cada uno de sus integrantes ha compartido su historia personal en relación con sus progenitores.

En la primera entrega de estos dos capítulos, los expertos reflexionan sobre la manera en que la relación que tenemos con nuestro padre en la infancia impacta en ciertos aspectos de nuestra vida adulta como el éxito, las relaciones amorosas o nuestro futuro laboral. Antoni Bolinches, reconocido psicólogo y terapeuta de pareja, destaca que ha observado un patrón recurrente en sus pacientes a lo largo de su trayectoria profesional. “He visto más problemas de hijos de padres modélicos porque los hijos no están a la altura de las expectativas, que problemas de hijos de padres desastrosos”.

Padre e hija

Padre e hija

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Bolinches explica que este fenómeno tiene una lógica sencilla: “Un padre poco modélico es fácil de mejorar o superar”. Según el psicólogo, cuando un padre no es un modelo ejemplar, resulta difícil que el hijo se identifique con él. “Si de un mal modelo no me siento identificado, paradójicamente mi padre me está ayudando a ser mejor que él”, señala. Para ilustrarlo, Bolinches recurre a su propia experiencia: “Mi padre no fue un buen padre en el sentido normativo. Un padre, al dar ejemplo, ha de educar y dar afecto, y no todos los padres son así. Pero la reflexión que hago con frecuencia es que, gracias a mi padre, yo soy mejor que mi padre. Si mi padre hubiera sido Freud, ahora tendría un complejo de inferioridad”.

Si alguien nos ha tratado mal, mayor razón para que nosotros empecemos a tratarnos bien

Antoni Bolinches, psicólogo

La pregunta clave que propone el psicólogo es: ¿cuál es el referente de identificación que necesitamos? Su respuesta apunta a que lo ideal es contar con padres afectivos, cálidos y cercanos, que nos hagan sentir queridos, abrazados, que podamos ver en ellos un buen ejemplo y que, además de afecto, nos den normas que nos ayuden a crecer. La meta no es ser padres perfectos —algo prácticamente imposible—, sino esforzarnos por ser tan buenos como nuestras capacidades y circunstancias nos lo permitan. Esto implica aceptar nuestras limitaciones, aprender de nuestros errores y trabajar en ser la mejor versión de nosotros mismos, sin obsesionarnos con reproducir exactamente el modelo de nuestros padres ni con hacer lo contrario de lo que ellos hicieron. En otras palabras, se trata de tomar lo que hemos heredado —lo bueno y lo malo— y transformarlo en un proyecto personal de crecimiento, en lugar de vivir condicionados por la idea de que nuestro destino está predeterminado por nuestra historia familiar.

Single father scolding with his small son in the living room.

La meta no es ser padres perfectos —algo prácticamente imposible—, sino esforzarnos por ser tan buenos como nuestras capacidades y circunstancias nos lo permitan

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Bolinches subraya además que no es lo mismo heredar nuestro autoconcepto que decidir qué hacemos con aquello que hemos recibido de nuestros padres. La capacidad de cambiar nuestro destino y buscar la felicidad, afirma, está siempre en nuestras manos. Para ilustrarlo, explica que a menudo plantea a sus clientes —especialmente a aquellos que sienten resentimiento, rabia o incluso odio hacia las figuras parentales que no les dieron el afecto que necesitaban— preguntas que los invitan a reflexionar: “¿Qué crees que has heredado de tu padre o de tu madre? Tu inteligencia, ¿de quién la has heredado?”.

Bolinches asegura que la mayoría responde que de su padre, de su madre o de ambos. Lo mismo ocurre cuando se refiere a la belleza o a otras cualidades. Sin embargo, el psicólogo les recuerda que “aquello que genera la autoimagen y el autoconcepto lo hemos heredado de nuestros padres, pero lo que podemos hacer con eso depende de nosotros”. Su mensaje es claro: no utilicemos la falta de afecto paterno o materno como una coartada para justificar nuestra infelicidad. “Es evidente que es mejor que nos quieran bien a que nos traten mal —concluye—, pero si alguien nos ha tratado mal, mayor razón para que nosotros empecemos a tratarnos bien”, concluye el psicólogo.

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Reflexionar sobre el papel de nuestros padres —con sus luces y sus sombras— puede ser una oportunidad de crecimiento personal. Comprender que incluso las experiencias difíciles pueden servirnos de impulso para construir una vida más plena nos libera de la carga del resentimiento y nos permite elegir conscientemente cómo queremos vivir y relacionarnos. Tal vez no podamos cambiar el pasado, pero sí podemos decidir qué hacer con lo que hemos heredado, y convertirlo en el motor de nuestro propio desarrollo.

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