Ana Escoda, docente en Catalunya: “Que los niños escriban a mano y elaboren sus apuntes permite un vínculo directo entre comprensión y acción, fomentando un aprendizaje más profundo y activo”
Educación
Ana Escoda, de origen barcelonés, es directora de Montiba, con formación en Educación Infantil, Neurociencia Cognitiva y Dirección de Colegios
Ana Escoda, docente en Catalunya
“Un profesor que ama lo que hace consigue que su asignatura se recuerde toda la vida”, afirma Ana Escoda, directora del colegio Montiba en Barcelona. Para ella, los docentes no solo transmiten conocimientos, sino que pueden marcar un antes y un después en la vida de sus alumnos. Con un máster en Neurociencia Cognitiva y Educación y un certificado en Liderazgo Escolar por Harvard, Escoda combina pasión y formación para impulsar una enseñanza innovadora. Ana lidera Montiba, una institución que, aunque independiente, está inspirada en la experiencia y el modelo educativo del Colegio Madrid.
Elena Flórez, con casi 40 años de experiencia, es profesora de matemáticas y fundadora del Colegio Madrid, que promueve un aprendizaje que equilibra tradición e innovación, donde las pantallas no son una prioridad. Ponen el foco en aquello que preocupa a muchos padres: niños enganchados a las pantallas sin capacidad de gestionar su uso o sin ver más allá de ellas. “Hay que inculcar al alumno, por encima de todo, que tenga una actitud responsable ante su propio aprendizaje”, afirma, compartiendo una visión educativa que despierta curiosidad, reflexión y espíritu crítico desde los primeros años.
El avance científico sobre las pantallas todavía cuenta con pocos estudios, y por eso la educación ha experimentado tantos cambios: un momento de mucha pantalla y luego cero pantalla. Desde el colegio son partidarios de poca pantalla. “Lo que buscamos en el día a día del aula es abrir el mayor número posible de puertas a cada niño para ayudarle en su proceso de descubrimiento”, destaca. La base del método es un enfoque sin libros de texto, donde los niños construyen sus propios apuntes. “Pero en toda esa creación de sus propios libros trabajamos habilidades como la atención, la organización y la estructura, que son fundamentales para desarrollar su capacidad crítica, recibir información, organizarla y darle sentido”, explica.
Desde su experiencia, Escoda cree firmemente: “En un momento social en el que la tecnología tiene un rol tan grande y todo ocurre con mucha inmediatez, el método busca frenar, parar y trabajar la parte atencional y estructural. Además, cuidamos mucho la parte creativa, dando un gran peso a las artes: arte, música y teatro, impartidas por artistas, lo que hace que el día a día sea mucho más liberado”.
Siempre digo que el papel refleja la cabeza, y ese orden, estructura y organización se refleja en el pensamiento
La exposición temprana a dispositivos influye en el desarrollo cognitivo y emocional. Cognitivamente, afecta a la atención, la memoria y la comprensión. “Recogemos los móviles por la mañana y los devolvemos al final del día, para que los niños interactúen entre sí y no estén enganchados a una pantalla”, explica Elena Flórez.
Cómo escribir a mano y no con portátil tiene múltiples beneficios
Según explican las expertas, la diferencia entre tomar apuntes a mano o en un portátil es abismal. “Construir y redactar permite un aprendizaje mucho más vivencial, ya sea al salir, leer o comprender un contenido”, cuenta Escoda. El método obliga a los niños a redactar y tomar apuntes de toda esa información, lo que ayuda a consolidar mejor el aprendizaje y a hacerlo propio. “Siempre digo que el papel refleja la cabeza, y ese orden, estructura y organización se refleja en el pensamiento. Con un ordenador, esa relación es muy diferente. Hay un vínculo grande entre el pensamiento y la mano, y eso es algo que buscamos resaltar mucho”, expone Flórez.
“Al final, uno se da cuenta de cómo el método ayuda a organizar y estructurar la cabeza, a recibir información y expresarla correctamente. Se trata de un proceso, y los profesores juegan un papel fundamental. La formación implica mucho acompañamiento, creer en la metodología, amar la docencia y enseñar lo que realmente les apasiona. No exigimos que todos los profesores enseñen todo; cada uno puede enfocarse en lo que le gusta más, y eso se refleja en su enseñanza”, cuentan.
A pesar de que se centran en escribir a mano, la tecnología no es un enemigo, sino una aliada. Elena Flórez explica que, aunque los niños usan la tecnología muy poco, la tocan dos veces por semana durante 15 minutos. “Es útil porque permite trabajar ciertas áreas, pero de forma muy limitada. El cerebro necesita desarrollar competencias, atención, memoria y comprensión, que se fomentan mucho más sin pantalla. En secundaria, sí hay clases de tecnología o ciencias de la computación, con ordenadores para trabajos específicos. Pero siempre es controlado: si no se tiene cuidado, los alumnos podrían desconectarse fácilmente”.
Niños con pantallas
La preparación del equipo docente
En una era en la que la enseñanza está tan digitalizada, hay que buscar métodos para alejarse de la tecnología excesiva. Desde Montiba cuentan con formación continua, apoyados por el Colegio Madrid. Ambas expertas insisten en la importancia de creer en el método: “Es fundamental entender que los niños construyen y elaboran, y que también viven así el proceso”. Y, aunque son partidarios de no desarrollar el aprendizaje con pantallas, la tecnología siempre puede utilizarse si se emplea de forma correcta.
Las leyes ayudan, pero hacen falta, cambios más profundos: valorar la infancia, la educación, darle un peso real y aplicar medidas a largo plazo
“Evidentemente, internamente utilizamos tecnología para la logística y el funcionamiento; no somos antipantallas. Pero fomentamos que los profesores tengan entusiasmo por enseñar y vean la ejecución de manera directa”, cuenta Escoda. “También es fundamental permitir que cada docente sea él mismo, siempre con bases comunes: entender la importancia de la organización, la atención y la profundidad. En un mundo que va tan rápido, a veces es mejor hacer menos cosas, pero hacerlas muy bien y con profundidad”, añade firmemente.
Beneficios sociales y personales de los niños que desarrollan su educación sin pantallas
Los beneficios son reales. Desde el colegio observan que la característica principal es el sosiego. “Son niños capaces de concentrarse más, de mostrar paciencia y de hacer las cosas bien hechas”, explica Escoda. También se nota su curiosidad, el interés por aprender y preguntar, y, sobre todo, que no tienen miedo a equivocarse. “Participan sin inseguridades y están dispuestos a aprender a través del error”, añade.
En relación con la socialización, atrasar el uso de pantallas prolonga la infancia en términos de relaciones. “Aquí los niños juegan, intercambian cromos, dibujan… establecen relaciones más auténticas de niño. Esto es positivo, porque aunque la tecnología llegue en la adolescencia, el juego y la interacción previa les da bases más sólidas. Además, nuestro entorno natural contribuye: se divierten con piedras, palos y árboles, lo que es una maravilla”.
Padres en alerta por las pantallas
Por lo general, los padres que eligen este enfoque están preocupados por el uso de la tecnología. Cada vez hay más familias que buscan metodologías con poco uso de pantalla. Algunos vienen de colegios donde solo se utilizaban dispositivos, y aquí ven cómo sus hijos se conectan más con el aprendizaje y con los demás. Los padres buscan que los niños aprendan sin perder valores como el esfuerzo, el rigor y la perseverancia.
Eulàlia López Cantó, madre de Alex (sexto) y Mariona (quinto), recuerda que hace unos años, cuando un padre o una madre decía que no dejaba ver la televisión, se le juzgaba mucho por ir a contracorriente. Ahora, en cambio, el entorno está cada vez más concienciado de que el uso de dispositivos digitales no es favorable para la educación. “Es inevitable que, en algún momento, los niños acaben pidiendo tener un teléfono móvil, pero la gran movilización y conciencia actual entre los padres nos ha permitido pasar de la presión social por ceder a esa demanda a unirnos para alargar lo máximo posible el momento de darles un dispositivo”, explica.
Además, cuenta que en casa se han marcado un objetivo claro: hacer un uso controlado del teléfono cuando están con ellos. En ocasiones, es algo que resulta complicado, sobre todo cuando se relaciona con el trabajo, pero que considera esencial porque, al final, los hijos son un reflejo de sus padres. “Todo el esfuerzo de ahora tendrá su recompensa, sobre todo en la etapa de la adolescencia”, concluye.
Eulàlia López Cantó.
Para el curso 2025-2026, todos los centros educativos catalanes serán centros libres de móviles. Los teléfonos y los relojes inteligentes estarán estrictamente prohibidos en aulas, patios y cualquier rincón de los institutos a partir de septiembre. Una medida del Departament de Educació i FP con el objetivo de desescalar la tecnología en las aulas, desde infantil hasta la ESO.
“Creo que la medida llega tarde, pero estamos a favor. El gran problema de la nueva ley es que venimos de un contexto completamente opuesto: antes se fomentaba la tecnología masiva y ahora se prohíbe. Es importante buscar un equilibrio y aplicarlo con sentido. Nosotros notamos cómo los alumnos se conectan con su aprendizaje, con sus compañeros y con sus relaciones humanas, y eso es esencial en un colegio”, expone Escoda. Además, añade: “Las leyes ayudan, pero hacen falta, cambios más profundos: valorar la infancia, la educación, darle un peso real y aplicar medidas a largo plazo. Esa valoración social permitiría leyes y medidas más estables y efectivas en el tiempo, evitando cambios bruscos y extremos”.
Elena Flórez destaca que: “La limitación de la pantalla a los alumnos siempre nos ha parecido positiva. Nuestras familias, tanto las de Montiba, buscan instituciones con poco uso de pantalla, y saben que en infantil y primaria apenas la utilizan”.
Pese a ello, la experta quiere recalcar que no demonizan la tecnología. Considera que es una herramienta útil que los alumnos deben aprender a utilizar de manera saludable, sin abusar de ella. “La clave es enseñarles a convivir con ella, integrándola con criterio en su formación”, concluye.