La ashwagandha se ha convertido en una de las plantas más populares en las redes sociales dentro del mundo del bienestar, aunque su uso está lejos de ser una novedad.
Tal y como explica la bióloga Mónica Pérez, “es una planta originaria de la India, y la han usado desde hace miles de años en la medicina ayurvédica”.
Su principal característica es que actúa como un adaptógeno, es decir, ayuda al organismo a gestionar mejor el estrés y a recuperar el equilibrio cuando este se ve alterado por factores físicos, emocionales o mentales.
A diferencia de los ansiolíticos o sedantes naturales, que “suprimen síntomas” y pueden generar dependencia, la ashwagandha regula sin bloquear, lo que le permite ofrecer beneficios más estables en el tiempo.
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“Favorece la relajación, mejora la calidad del sueño, aporta energía y concentración y apoya frente al estrés y la fatiga”, puntualiza Mónica. Según indica, su acción no consiste en “apagar” el malestar, sino en devolver al cuerpo su propio balance natural.
Los efectos de la planta están vinculados a los withanólidos, compuestos activos presentes en distintos extractos estandarizados, como Sensoril®, KSM-66® o Shoden®.
Ashwagandha
Cada uno ofrece un enfoque diferente: mientras Sensoril® combina raíces y hojas para potenciar la reducción del estrés, KSM-66® se centra en el rendimiento físico y la vitalidad, y Shoden® aporta una mayor resistencia al estrés y equilibrio general.
“Lo importante es que estén estandarizados en withanólidos, garantizando una cantidad concreta de estos compuestos para asegurar potencia y eficacia”, subrayó la experta.
Por último, en su post Mónica quiso recalcar que la ashwagandha no se recomienda durante el embarazo o la lactancia y puede interactuar con algunos medicamentos, como los destinados a la tiroides o sedantes.



