El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.
Las molestias mentales pueden trasladarse al cuerpo de formas muy dispares, una de ellas muy común entre millones de personas: el denominado síndrome de la pierna inquieta. Isabel Viña, nutricionista de profesión y divulgadora médica en redes sociales, compartía con sus seguidores en TikTok lo que ocurre en el cerebro para que nuestra pierna se sacuda por si sola. La clave está en entender que la afectación no está vinculada a nervios o ansiedad.
“Me meto en la cama para dormir y de repente, de la nada, me viene una necesidad irrefrenable de mover las piernas que no puedo aguantar. Un hormigueo que incluso me hace ponerme de pie porque es insoportable. ¿Qué me pasa? Sin duda puedes tener el síndrome de las piernas inquietas, que no tiene nada que ver con que estés nervioso o que tengas ansiedad. Es una alteración funcional de los centros del cerebro, especialmente el cuerpo estriado, que a través de la dopamina modula y controla los movimientos”, exponía.
“En este sentido, las personas que lo sufren tienen un déficit funcional, que es diferente que déficit analítico, un déficit funcional local, en varios micronutrientes, especialmente el hierro, la vitamina B12 y el magnesio, que hace que localmente tengan necesidades extra y por tanto mejoren mucho al añadir estos complementos, aunque analíticamente estén bien”, añadía, resolviendo las dudas de sus seguidores.
Limpiar el cuerpo
“¿Hay que tomar el hierro, la vitamina B12 y el magnesio los tres? No los tres, idealmente sí, pero al menos dos y en dos o tres semanas deberían mejorar esta situación y estas personas deberían tomarlo a largo plazo porque a nivel cerebral consumen más”, concluía. Recientemente, Viña también exponía los problemas a los que puede enfrentarse el cuerpo si sufre del llamado “hígado graso”.
“El exceso de grasa en sí mismo es proinflamatorio, prooxidante y daña de manera directa el hígado favoreciendo la aparición de fibrosis. En segundo lugar, pero no menos importante, el exceso de grasa desplaza al tejido funcional hepático, afectándose todas y cada una de las funciones dominadas por el hígado, desde el correcto metabolismo de hidratos de carbono, grasas y proteínas”, apuntaba.


