¿Qué alimentos son más saludables para la merienda de tus hijos? ¿A partir de qué edad pueden empezar a usar pantallas los niños? ¿Qué importancia tiene la gestión emocional en su educación? Son algunas de las grandes cuestiones que cualquier padre o madre puede llegar a plantearse. Para responderlas, Lucía Galán, conocida como Lucía M. Pediatra, ha ampliado y actualizado El gran libro de Lucía, mi pediatra, pensado como un manual que puedes tener siempre a mano en la mesilla de noche y consultar cada vez que surjan dudas sobre la crianza y la salud de tus hijos.
“El objetivo de este libro no solo es informar, sino también acompañar y arropar a las familias. La salud emocional y mental es un pilar fundamental del bienestar infantil… y también del adulto que acompaña. Por eso, en esta edición hablo más que nunca de vínculos, emociones, ansiedad, límites, rabietas… pero también de culpa, cansancio y la presión que sienten muchos padres hoy”, explica la pediatra. El libro, que ya ha acompañado a miles de familias durante los primeros años de crianza, regresa ahora renovado. En una entrevista para La Vanguardia, la experta comparte algunos de los consejos que desarrolla en la obra y que pueden ser muy útiles en la crianza diaria de los hijos.
¿Qué hábitos en la crianza diaria conviene revisar para favorecer la salud de los hijos?
No me gusta hablar de errores porque puede sonar culpabilizador, pero sí hay prácticas que vale la pena analizar. Muchas veces, por la publicidad agresiva de la industria alimentaria enfocada en los niños, los padres asumen que ciertos productos son saludables solo porque están diseñados para ellos. Por ejemplo, cereales de desayuno con colores llamativos o enriquecidos con vitaminas y leche: parecen buenos, pero siguen siendo muy procesados, cargados de azúcares y aditivos que no son beneficiosos. Lo mismo ocurre con algunos batidos o zumos que prometen vitaminas; al final, el aporte real de leche o nutrientes es mínimo y los niños reciben más azúcar y colorantes que beneficios.
Muchas familias, por desconocimiento, se dejan llevar por esta “medicina mañosa” de la industria alimentaria, que intenta manipular las decisiones de alimentación de los hijos. Por ejemplo, cuando explicamos que no hace falta un batido en el almuerzo, que con un botellín de agua y una fruta es suficiente, todavía hay quien no lo entiende. Un plátano, un bocadillo y agua son mucho más nutritivos que un zumo envasado con colorantes y azúcares añadidos. Lo ideal es elegir alimentos menos procesados, casi como si compráramos en la plaza del pueblo: frutas, verduras, legumbres, carne, pescado y huevos. Con esa mentalidad, es difícil equivocarse y se promueven hábitos saludables desde pequeños.
En relación con la salud infantil, ¿cuáles son sus recomendaciones para lograr un descanso saludable?
En bebés de cero a seis meses, lo más importante es que los padres conozcan los factores de riesgo del síndrome de muerte súbita del lactante y las medidas preventivas. Aunque en España las cifras son bajas, se estima que hay unos 50 casos al año, por lo que es fundamental la prevención.
El sueño del niño va madurando con el tiempo. No es normal que un bebé de seis meses se despierte cada hora y media; normalmente ya duerme periodos más largos, aunque aún pueda despertarse unas tres veces por noche hasta los dos o tres años. Es importante preparar un entorno adecuado: dos horas antes de dormir conviene hacer actividades tranquilas, bajar persianas, usar luces amarillas en lugar de blancas y evitar pantallas. La luz inhibe la producción de melatonina y dificulta conciliar el sueño. Evitar actividades muy activas antes de dormir, como juegos intensos o parque de bolas, ayuda a establecer un ritmo de sueño saludable desde pequeños.
Niña en la cama
Si los padres sienten que el sueño del niño afecta demasiado a la dinámica familiar, siempre es recomendable consultar al pediatra. A veces los despertares nocturnos no se deben al sueño, sino a alergias o a otros trastornos que afectan al descanso.
¿Cómo afecta la exposición a pantallas y cómo deberían los padres manejarla?
Hoy sabemos que los niños menores de seis años no deberían estar expuestos a pantallas. Su uso impacta en el desarrollo del lenguaje, la regulación emocional, el sueño y la atención. También puede generar dependencia de las pantallas para comer o calmarse, como un “chupete digital”.
Las primeras conexiones neuronales se forman a través de la interacción real: conversación, abrazos, caricias, gestos y juego físico. Si los niños pasan demasiado tiempo frente a pantallas, pierden estas experiencias fundamentales. Por eso es importante recuperar hábitos más tradicionales: salir al parque, jugar en casa con juguetes simples, interactuar con amigos y familiares. Estas experiencias generan recuerdos valiosos que los niños conservarán para toda la vida, algo que no ocurre si solo han crecido frente a pantallas.
¿Cómo aborda el libro la educación emocional y cómo pueden los padres fomentarla en el día a día?
La educación emocional es inevitable y fundamental. No basta con enseñar hábitos saludables o deporte; hay que acompañar a los niños en sus emociones. Es importante que aprendan a reconocer y nombrar lo que sienten: tristeza, enfado, frustración, alegría o miedo, y que comprendan que todas las emociones son válidas.
Los padres deben mostrar con el ejemplo que también son humanos: que se equivocan, piden perdón, rectifican y buscan soluciones. Enseñar a reparar errores, a disculparse y a poner foco en cómo mejorar en lugar de en la culpa ayuda a que los niños desarrollen empatía, humildad y habilidades emocionales.
Un hogar donde los padres practican la educación emocional enseña a los niños a gestionar sus emociones, a ser compasivos, generosos, capaces de pedir perdón, rectificar y ayudar a otros. Esto les prepara para la vida adulta y les permite crecer con seguridad emocional y relaciones saludables.


