El mundo de la medicina avanza a pasos agigantados a cada año que pasa. Las investigaciones se multiplican en distintos países, al mismo tiempo que lugares como el Hospital Clínic de Barcelona innovan constantemente sobre sus tratamientos y métodos de operación. Sin embargo, con frecuencia es el propio cuerpo el que sigue sorprendiéndonos, con capacidades más allá de nuestra comprensión.
Un hecho que Inés Moreno, más conocida como Traumatóloga Geek en redes sociales, ha añadido a su miniserie de crónicas médicas. La divulgadora suele indagar en distintos puntos de la línea temporada para rescatar personajes y ocurrencias de profesión, desde Florence Nightingale hasta el rey Sancho I de León. En esta ocasión, la divulgadora se centraba en una cuestión muy debatida en círculos familiares: el sabor de los medicamentos.
“¿Por qué los medicamentos saben tan mal? No es una conspiración de los laboratorios. Ni falta de creatividad con los sabores. Es culpa de tu propio cuerpo. ¿Qué crees que te está salvando la vida? Tu lengua es un detector de veneno. Literalmente. Tenemos 25 receptores solamente para el sabor amargo. Más que para cualquier otro sabor. ¿Por qué? Porque en la naturaleza la mitad de las sustancias tóxicas son amargas”, exponía a sus seguidores.
“Hace miles de años un simple bocado podía matarte. Así que tu cerebro evolucionó para rechazar lo amargo automáticamente. Aquí está la paradoja. Muchas medicinas usan compuestos que el cuerpo interpreta como veneno, aunque en realidad te curan. Por ejemplo, la quinina de la corteza del árbol de la quina es eficaz contra la malaria, pero sabe fatal. La tropina dilata las pupilas y viene de la viadona, una planta tóxica”, aportaba.
Detectores de peligro
“Muchos antibióticos derivan de hongos y de bacterias, que generan sustancias amargas como una defensa natural. Para que no los rechaces, la galénica crea cubiertas especiales o fórmulas que liberan el fármaco ya en el estómago o en el intestino. Así engañamos a tu detector de venenos prehistóricos. Y ojo, no todos percibimos el sabor amargo igual. Si odias el brócoli o el café sin azúcar, puede ser culpa de tu genética”, recalcaba.
“Entre el 20 y el 25% de las personas tienen una mutación que le hace hipersensible al sabor amargo. Para ello, una pastilla puede ser ver tres veces más intensa. La evolución era una ventaja. Hoy es una tortura cada vez que se medican. Así que la próxima vez que la medicina te sepa horrible, recuerda, no es un error, es tu cuerpo intentando protegerte. ¿Crees que tienes esta mutación o puedes beberte el café sin azúcar?”, cuestionaba, a modo de conclusión.


