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Aranzazu Gallego, pediatra: “Muchos padres creen que los piojos son señal de suciedad, pero es todo lo contrario, les encanta el pelo limpio y no es necesario cortarlo para eliminarlos”

Niños 

Aunque estamos en una época en la que disponemos de más información que nunca gracias a las redes sociales, los padres siguen teniendo muchas dudas con respecto a la crianza de sus hijos 

Aranzazu lleva años aprendiendo sobre los niños, y junto a su marido César han fundado Cunina Pediatría

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Cada vez es más común escuchar a padres preocupados por los mocos eternos, las alergias que no se acaban nunca o el tiempo excesivo frente a las pantallas. Y es lógico, la infancia de hoy no se parece mucho a la de hace veinte años, y aunque hoy disponemos de más información que nunca, es difícil discernir entre la que es veraz y la que no. Por eso, entre ultraprocesados, sobreprotección y una vida más sedentaria, los niños crecen con nuevos retos para su salud que muchas veces pillan desprevenidas a las familias.

De todo esto saben mucho César Jiménez Vaquero, enfermero especializado en pediatría, y Aranzazu Gallego Pérez, pediatra. Ambos son fundadores de Cunina Pediatría, una plataforma de atención pediátrica online que busca acercar la consulta a las familias de una forma más humana, accesible y cercana. Porque, como dicen ellos, “en pediatría a veces no solo somos médicos, también detectives y acompañantes de las familias”.

En esta conversación repasamos desde los mitos de los piojos hasta los riesgos de los ultraprocesados, pasando por la importancia del juego libre como “la medicina olvidada” de la infancia. Una entrevista que desmonta prejuicios, da consejos claros y nos recuerda algo fundamental: los niños no necesitan tanto azúcar ni tantas pantallas, necesitan más parque, más juego y más vida real.

El 36% de los niños españoles entre 6 y 9 años tiene exceso de peso, y más del 15% cumple criterios de obesidad

Aranzazu Gallego

¿Estamos criando una generación burbuja más vulnerable a alergias e hipersensibilidad?

César Jiménez: Sí, las estadísticas no dejan lugar a dudas: hay un incremento claro en enfermedades alérgicas y atópicas como la dermatitis, el asma, la rinitis o las alergias alimentarias. Este aumento no se debe únicamente a una higiene excesiva, como se pensaba hace años, sino a factores como la contaminación, el tabaquismo, los cambios en la dieta y el estilo de vida moderno. Cada vez nos alejamos más de la naturaleza y eso también debilita nuestro sistema inmunológico.

¿Qué señales deberían hacer sospechar a los padres que su hijo es alérgico o intolerante?

Aranzazu Gallego: Hay síntomas a los que conviene prestar atención si se repiten: erupciones cutáneas persistentes, tos crónica, congestión nasal constante, picor de ojos o reacciones tras comer ciertos alimentos. Si un niño siempre tose al comer melón, por ejemplo, podría haber una alergia alimentaria. También molestias digestivas recurrentes —gases, dolor abdominal, hinchazón— son señales. Y si ocurre una reacción anafiláctica, con dificultad para respirar o pérdida de conciencia, hay que actuar de inmediato. La clave está en la repetición: un síntoma aislado no basta, pero si se repite, merece consulta médica.

César y Aranzazu aman su profesión, y eso es algo que transmiten a los demás

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¿La sobreprotección puede debilitar el sistema inmune de los niños?

C.J: No hay pruebas contundentes de que la higiene excesiva por sí sola debilite las defensas, pero sí está claro que llevamos un estilo de vida más sedentario y alejado del entorno natural. Niños que crecen en zonas rurales o en contacto con animales tienden a tener un sistema inmune más fuerte. Por eso es esencial fomentar una vida activa, juegos al aire libre, exposición al sol (que ayuda a sintetizar vitamina D) y, por supuesto, mantener buenos hábitos como el lavado de manos. Ese simple gesto salva millones de vidas.

¿Qué ultraprocesados consumen más los niños y qué consecuencias tienen?

A.G: Los más consumidos son yogures azucarados, zumos industriales, bollería, cereales comerciales y snacks. Estos productos, además de tener bajo valor nutricional, están diseñados para enganchar al paladar infantil. A corto plazo, alteran el microbioma intestinal y empeoran la calidad de la dieta. A largo plazo, aumentan el riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y trastornos emocionales como ansiedad o depresión. El dato es alarmante: el 36% de los niños españoles entre 6 y 9 años tiene exceso de peso, y más del 15% cumple criterios de obesidad.

Cuanto más expuestos están los niños a estos anuncios, más ultraprocesados consumen

Cesar Jiménez

¿Qué papel juega la publicidad en los hábitos alimenticios infantiles?

C.J: La publicidad afecta de forma directa. Los niños menores de 7-8 años no distinguen entre contenido y publicidad, así que todo lo que ven lo toman por cierto. Cuando una marca les promete “defensas” o les pone colores y personajes atractivos, lo pedirán. Y eso es justo lo que quieren las empresas. Cuanto más expuestos están a estos anuncios, más ultraprocesados consumen. Incluso muchas veces usan avales científicos que pueden ser engañosos o malinterpretados. El marketing lo tienen muy bien montado, y el niño, al final, es quien paga las consecuencias.

¿Qué cambios sencillos puede hacer una familia para reducir ultraprocesados sin gastar más?

A.G: Lo primero es planificar las comidas y no comprar con hambre. Utilizar listas, elegir productos de temporada y cocinar en bloques durante el fin de semana ayuda mucho. Hay alternativas saludables y económicas: pan integral con aceite, fruta fresca, hummus, yogur natural sin azúcar. El objetivo no es sustituir el azúcar por edulcorantes, sino reeducar el paladar para que no dependa del sabor dulce. Y por supuesto, el agua debe ser la bebida por defecto. Cualquier otra cosa debe ser la excepción.

Los ultraprocesados están más a la orden del día que nunca, y eso hace que estemos en la época de mayor sobrepeso infantil de la historia

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¿Qué temas siguen siendo tabú en la consulta pediátrica?

C.J: Hay tres grandes temas que muchos padres evitan: escatología (pis, caca), parásitos (piojos, lombrices) y salud mental. Aunque son frecuentes, hay vergüenza o culpa al hablar de ellos. Algunos todavía piensan que si su hijo tiene lombrices es porque han hecho algo mal como padres, lo que es totalmente falso. En cuanto a salud mental, cuesta mucho detectar los síntomas, reconocerlos y pedir ayuda, cuando en realidad es algo que deberíamos abordar con total naturalidad y sin estigmas.

¿Cómo hablar con los niños de estos temas sin asustarlos ni avergonzarlos?

A.G: Hay que normalizar. Yo suelo decirles: “Si en clase sois 25, seguro que a otro también le pasa”. Eso ya les relaja. La clave está en generar empatía, conectar emocionalmente con el niño y su familia, y dejar claro que hay solución. A veces no es total, pero sí mejora notable. En pediatría, jugamos un poco a ser detectives: observamos, escuchamos y guiamos sin juzgar.

El juego libre desarrolla la creatividad, el autocontrol, las habilidades sociales y regula el estrés

Aranzazu Gallego

¿Por qué piojos, lombrices y mocos siguen siendo inevitables?

C.J: Porque son muy contagiosos y los niños tienen contacto físico constante. Los piojos no vuelan ni saltan, se transmiten por contacto directo. Las lombrices se contagian por vía fecal-oral, es decir, tocar algo contaminado y luego llevarse las manos a la boca. Y los mocos son inevitables en guarderías o escuelas con poca ventilación. Los niños estornudan, se tocan, comparten pañuelos… y el ciclo se repite. No es cuestión de higiene, sino de convivencia.

¿Qué mitos existen sobre estos temas y cómo desmontarlos?

A.G: El más extendido es que los piojos son señal de suciedad. Al contrario: les gusta el pelo limpio. Tampoco se previenen con vinagre o árbol de té. El único repelente con evidencia es el octanediol. Otro mito: que las lombrices se transmiten por contacto con perros o gatos. Falso. Son parásitos humanos. Y lo de cortar el pelo como solución… innecesario. Lo importante es tratar bien y repetir el tratamiento una semana después.

Aunque existe un mito muy extendido, los piojos no saltan ni vuelan, se transmiten por contacto directo

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¿Qué consejos prácticos dais para gestionar estas situaciones?

C.J: Pelo recogido en niñas, usar octanediol en épocas de brotes, y repetir el tratamiento antipiojos a la semana. Para lombrices, una pastilla para toda la familia y repetir a los 15 días. Y lavar bien la ropa interior o pijamas a 60º. Con los catarros, lo básico: ventilar, lavarse las manos, evitar aglomeraciones y vacunarse cuando toca. Son medidas sencillas pero efectivas.

¿Por qué el juego libre es tan importante y está desapareciendo?

A.G: Porque las pantallas han sustituido el parque. El juego libre desarrolla la creatividad, el autocontrol, las habilidades sociales y regula el estrés. Además, combate el sedentarismo y la ansiedad. Se recomiendan al menos 60 minutos al día de juego activo en el exterior. Y algo que insisto mucho: aburrirse también es sano. Favorece el pensamiento abstracto, la memoria y la autorreflexión. Es en el aburrimiento donde nace la imaginación.

El parque es un extraescolar tan importante como el inglés o la piscina

Aranzazu Gallego

¿Qué beneficios tiene el juego en niños hospitalizados?

C.J: Muchísimos. Se ha demostrado que el juego, incluso en bebés, reduce el dolor y la ansiedad durante procedimientos médicos. Se utilizan juegos simples como pompas o sonajeros, y en niños mayores se empieza a usar la realidad virtual con muy buenos resultados. El juego en el hospital humaniza la asistencia sanitaria. No es solo entretener: es ayudar a sanar.

¿Cómo pueden los padres recuperar el juego como herramienta de salud y educación?

A.G: Primero, limitar las pantallas. Nada antes de los 3 años y muy poco antes de los 6. Después, fomentar actividades familiares: ver películas juntos, salir al parque, hacer manualidades, juegos de mesa… El parque es un extraescolar tan importante como el inglés o la piscina. Y los padres debemos dar ejemplo: si siempre estamos con el móvil, ellos también buscarán pantallas. Hay que rescatar el tiempo compartido, el juego espontáneo y los recuerdos en familia.