A lo largo de una jornada laboral, el cuerpo acumula horas de quietud sin apenas darse cuenta. Los músculos se adaptan a la inactividad y la mente empieza a notarlo con una ligera sensación de cansancio o desconexión.
En muchos trabajos de oficina, la falta de movimiento no solo afecta al físico, sino también a la concentración y al estado anímico. Cada vez más expertos en neurociencia insisten en que romper esa pasividad con gestos sencillos puede marcar una diferencia real en el rendimiento diario. Esa es precisamente una de las ideas que defiende la investigadora Nazareth Castellanos, que ha estudiado la relación entre cuerpo y cerebro durante años.
Pausas activas
Moverse unos minutos puede compensar horas de inactividad
En una entrevista con Expansión, Castellanos explicó que “si trabajas frente a un ordenador a lo largo del día, es muy efectivo para el cerebro incluir micromovimientos, como subir los brazos”. Se refiere a pequeñas pausas que activan el sistema nervioso y mejoran la atención sin necesidad de dedicar demasiado tiempo. Según detalló, no basta con acudir al gimnasio unas pocas veces por semana si después se pasan ocho horas sentadas frente a una pantalla.
La neurocientífica matizó que esas pausas breves pueden ser tan simples como levantarse, estirarse o subir escaleras durante unos minutos. Lo importante, añadió, es que el cuerpo tenga estímulos constantes a lo largo de la jornada.
Nazareth Castellanos
En su opinión, ese tipo de interrupciones actúan como pequeños impulsos beneficiosos que el cerebro reconoce como un descanso útil. Castellanos los denomina “snacks deportivos” y asegura que “se ha visto que son efectivos para el cerebro”.
Pero no solo se trata de movimiento físico. La investigadora también destacó el valor de lo que ella llama “pausas compasivas”, breves momentos de calma que ayudan a reducir el estrés. “Es decir, no solo me muevo, sino que ahora hago una respiración hacia adentro y trabajo un poco esa amabilidad hacia mí misma de me voy a calmar un poco”, explicó durante la entrevista. Este enfoque busca equilibrar la actividad con la serenidad, favoreciendo que el cerebro mantenga un estado más estable a lo largo del día.
Su planteamiento, por lo tanto, combina la neurociencia con hábitos cotidianos que cualquiera puede incorporar sin grandes esfuerzos. Una forma sencilla de cuidar la mente sin dejar el escritorio.

