Una vez terminada la velada y pagada la cuenta, ya solo queda levantarse de la mesa y salir del restaurante. En este punto se podría identificar a dos tipos de personas: aquellos que se olvidan por completo de la silla y la dejan tal cual; y los que se toman la molestia de empujarla. Puede parecer un gesto mínimo o simple, algo que la mayoría de las veces se hace de forma automática y en lo que los demás no suelen reparar. Sin embargo, este hábito supone una pista capaz de arrojar información sobre la personalidad de cada quien. Esos gestos inconscientes representan una manifestación de los valores y el carácter de las personas. “A diferencia de las expresiones faciales, que se controlan con mayor facilidad, el lenguaje corporal suele operar sin que la conciencia lo perciba, lo que lo convierte en un indicador más fiable de sentimientos e intenciones genuinos”, aseguran los expertos de ‘Psychology Town’.
Este particular hábito de empujar la silla al levantarse de la mesa podría estar asociado a diferentes rasgos de la personalidad, según afirma Eric Fontaine, doctor en Medicina y especialista en Biología celular y molecular, en ‘Ouest France’. El experto asegura que este pequeño gesto posiblemente desvele ciertas “fortalezas únicas” que caracterizan a esa persona.
¿Qué podría decir de tu personalidad la costumbre de empujar la silla en los restaurantes?
Para el doctor Eric Fontaine, las personas que cuentan con esta costumbre de empujar la silla son especialmente conscientes de su entorno, prestan atención al mundo que les rodea y tienen en cuenta cómo afectan sus acciones a los demás. Esto a su vez los lleva a preocuparse por los demás y la experiencia que están viviendo, de modo que llevan a cabo este tipo de pequeños actos como gestos de consideración con el resto.
El experto también lo percibe como un rasgo característico de quienes aprecian el orden. “Cuando el mundo parece caótico, pequeños actos de orden pueden ser profundamente calmantes”, apunta. Esto está en cierto modo ligado a otro aspecto: un fuerte sentido de la responsabilidad personal, lo que mueve a estas personas a evitar dejar desorden tras de sí. Es decir, respetar y cuidar los espacios compartidos, ya sean la casa familiar o lugares públicos. “Las personas que se toman el tiempo de empujar sus sillas suelen tener este respeto innato”. Todo ello sin buscar ningún tipo de reconocimiento por sus actos, puntualiza Eric Fontaine, ya que otro de los rasgos que asocia a este comportamiento es el de la humildad, además de un fuerte sentido de la moralidad.


