Tom Brownlee, profesor en ciencias del deporte: “El total de latidos diarios refleja cómo responde el corazón a todo lo que hacemos, desde dormir hasta el estrés o el deporte”
Salud
Un número alto de latidos diarios podría significar que alguien es muy activo… o podría reflejar ansiedad, baja forma física, consumo de cafeína o calor ambiental

Tom Brownlee, profesor en ciencias del deporte: “El total de latidos diarios refleja cómo responde el corazón a todo lo que hacemos, desde dormir hasta el estrés o el deporte”
Imagina que tu reloj inteligente no solo te dijera cuántos pasos has dado o cuántas calorías has quemado, sino también cuántos latidos del corazón has “gastado” a lo largo del día. Según un estudio reciente, esa cifra podría convertirse algún día en otro indicador de salud: un “presupuesto de latidos” que, en teoría, podría mostrarte si estás “gastando de más” tu recurso más vital.
La idea de un límite de latidos a lo largo de la vida lleva décadas circulando. Se basa en un viejo mito según el cual el corazón viene con un número fijo de latidos —a menudo se dice que unos 2.500 millones—, de modo que cada uno adicional te acerca a “agotarlos”. Por suerte, hoy se acepta de forma generalizada que eso no es cierto.
El ejercicio no acorta la vida por hacer que el corazón lata más rápido; de hecho, las personas que hacen ejercicio tienden a tener frecuencias cardíacas en reposo más bajas y viven más tiempo. Pero esta nueva investigación, publicada en JACC: Advances, retoma esa metáfora de forma moderna y basada en datos.
Los científicos que realizaron el estudio analizaron los datos de aplicaciones de entrenamiento de atletas de élite, comparando sus frecuencias cardíacas en reposo con el total de latidos diarios. Estimaron que los deportistas de resistencia “ahorran” unos 11.500 latidos por día en comparación con los adultos no entrenados, gracias a sus ritmos cardíacos más bajos.
Sin embargo, esos ahorros no duran siempre. Una sola etapa del Tour de Francia puede “costarles” a los ciclistas unos 35.000 latidos extra, según las estimaciones de los investigadores, lo que refleja lo intensamente que trabaja el corazón durante una competición.

Este vaivén —ahorrar latidos en reposo y gastarlos durante el esfuerzo— es lo que los investigadores llaman “consumo de latidos”. El concepto es sencillo: el número total de latidos al día refleja cómo responde tu corazón a todo lo que haces, desde dormir y estresarte hasta practicar deporte.
Los dispositivos de seguimiento ya miden la frecuencia cardíaca de forma continua, así que no sería difícil empezar a sumar esos latidos y convertirlos en un nuevo indicador de salud.
Pero ¿significa realmente algo?
Ahí es donde las cosas se vuelven más confusas. Los autores del estudio admiten que su análisis fue pequeño y observacional. No siguieron la salud de los participantes, solo sus patrones de frecuencia cardíaca.
Un número alto de latidos diarios podría significar que alguien es muy activo… o podría reflejar ansiedad, baja forma física, consumo de cafeína o calor ambiental. Sin contexto, el número en sí mismo dice poco.
Aun así, la idea tiene un atractivo intuitivo. La frecuencia cardíaca es una de las ventanas más claras hacia cómo está afrontando el cuerpo las exigencias de la vida. Una frecuencia cardíaca en reposo constantemente elevada se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardíaca, ictus y muerte prematura.
Mientras tanto, la variabilidad del ritmo cardíaco —las diferencias en el tiempo entre un latido y otro— es un indicador bien establecido del estrés y del bienestar emocional. Pensar en términos de “consumo de latidos” podría ayudar a visualizar esa conexión entre la carga física y la mental.

Los deportistas ya conocen bien ese equilibrio. Entrenar demasiado o con demasiada frecuencia puede elevar la frecuencia cardíaca en reposo, reducir la variabilidad del ritmo y empeorar el rendimiento: el clásico signo del sobreentrenamiento.
Por el contrario, las sesiones de recuperación activa, donde el pulso se mantiene bajo, se sabe que aceleran la recuperación, mejoran el rendimiento y estabilizan el ánimo. Si un “presupuesto de latidos” ayudara a la gente a notar cuándo su corazón está trabajando en exceso, podría animarles a tomarse días más suaves antes de llegar al agotamiento.
Lo que los datos no nos dicen
También hay implicaciones para quienes viven con enfermedades crónicas. Algunas aplicaciones de salud ya usan umbrales de frecuencia cardíaca para ayudar a los usuarios a evitar el sobreesfuerzo, especialmente cuando la fatiga o la tensión cardíaca pueden dificultar la recuperación. En ese sentido, registrar el consumo de latidos podría servir como una señal de seguridad, no como una competición: una forma de saber cuándo el cuerpo necesita frenar.
Sin embargo, como ocurre con muchas ideas nuevas y prometedoras en la ciencia del fitness, hay que ser cautelosos. Los autores del estudio reconocen que usaron datos de rastreadores de actividad de una muestra pequeña de ciclistas y corredores altamente entrenados —un grupo poco representativo de la población general—.
Tampoco midieron la presión arterial, los niveles de oxígeno o los biomarcadores de recuperación, todos ellos relevantes para la salud del corazón. Traducir estos hallazgos en consejos prácticos para usuarios comunes de relojes inteligentes requerirá estudios más amplios y a largo plazo.
Y queda la cuestión filosófica: ¿deberíamos realmente tratar los latidos como un recurso finito? El ejercicio “gasta” latidos a corto plazo, pero suele “ganar” años de vida a largo plazo.
El corazón de un corredor de fondo puede latir más veces en un solo día, pero menos veces a lo largo de su vida, porque el entrenamiento de resistencia reduce el ritmo en reposo y mejora la eficiencia cardíaca. En ese sentido, usar tu corazón no es el problema —no usarlo sí lo es.
Por ahora, el “consumo de latidos” sigue siendo una metáfora en busca de significado. Aun así, es una metáfora poética. Tanto si tu reloj inteligente llega a contar los latidos totales como si no, el mensaje detrás es claro: presta atención a cómo se comporta tu corazón a lo largo del día. No se trata de ahorrar latidos, sino de gastarlos con sabiduría.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.


