Guillermo Alonso, escritor, 43 años: “Estoy a favor de ocultar o mentir si decir la verdad solo provoca dolor; la única persona que se beneficia es quien se la quita de encima”

MENTIR

El escritor sostiene que no siempre revelar la verdad es un acto de honestidad; a veces el silencio puede ser un gesto de cuidado, y no de cobardía

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Guillermo Alonso, escritor:

Guillermo Alonso, escritor, 43 años: “Estoy a favor de ocultar o mentir si decir la verdad solo provoca dolor; la única persona que se beneficia es quien se la quita de encima”

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Decir la verdad es un principio que la sociedad celebra como un valor absoluto, pero ¿y si algunas verdades hieren más que liberan? Esta tensión entre honestidad y protección es una constante en la vida cotidiana, en las relaciones familiares e incluso en profesiones donde la información tiene poder. La pregunta sobre cuándo hablar y cuándo callar puede convertirse en un dilema ético tan delicado como cualquier decisión moral compleja.

En la última edición de La cena de los idiotés (Cadena SER), este debate se trasladó a la mesa del programa, donde el escritor Guillermo Alonso lo planteó a través de un ejemplo ficticio que rápidamente encendió la discusión entre los participantes. Alonso compartió la historia de un hermano fallecido que dejó un manuscrito revelador sobre la crueldad de su padre: ¿debía entregárselo a la madre, ya reconciliada con su marido, o protegerla del dolor que esa verdad podría causar? Su conclusión fue categórica: “A veces la verdad es radioactiva”.

El silencio como acto de responsabilidad

Entre la honestidad y el daño

Alonso defendió que no siempre revelar la verdad equivale a actuar con honestidad: “Si una verdad va a provocar dolor, no estás siendo ni sincero ni honesto ni buena persona. Estás provocando dolor”. La afirmación generó un intenso debate entre los presentes, quienes exploraron el derecho a saber, los secretos familiares y el papel que juega la omisión en la convivencia.

Aimar Bretos aportó un contrapunto: “Estoy convencido de que si nos plantearan este mismo dilema siendo nosotros la persona a la que tienen que decir o no la verdad, casi siempre querríamos saber la verdad, y nos enfadaríamos mucho si no lo supiéramos”. Belén Rueda coincidió con esta perspectiva. Sin embargo, Alonso matizó su posición: “Si alguien me preguntara si quiero saber una verdad que me va a hacer daño, le diría que no. La curiosidad me comería, pero creo que diría que no”.

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“Si una verdad va a provocar dolor, no estás siendo ni sincero ni honesto ni buena persona”

Terceros

La reflexión de Alonso trasciende la esfera familiar. En contextos sociales, profesionales o mediáticos, la exposición de la verdad requiere equilibrio entre transparencia y empatía. Estudios sobre divulgación de información sensible señalan que revelar ciertos hechos puede causar un daño emocional inmediato, mientras que la contención deliberada puede ser más beneficiosa para quien los recibe.

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En definitiva, la reflexión del escritor confronta dos fuerzas universales: la curiosidad por conocer y la responsabilidad de proteger. En un mundo que idealiza la transparencia, su mensaje recuerda que la verdadera sabiduría puede estar en elegir con cuidado cuándo y cómo revelar lo que sabemos, priorizando la empatía y el bienestar ajeno.

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