A veces, el antojo llega sin previo aviso, como un reflejo casi automático. No entiende de horarios ni de comidas recientes: simplemente aparece con una imagen muy concreta en la mente -una bolsa de patatas fritas, un bombón de chocolate o ese plato que tanto nos encanta y que reservamos para ocasiones especiales-. El antojo suele colarse en jornadas agotadoras, noches eternas o momentos en los que el cuerpo pide un respiro, aunque no siempre sepamos vincularlo con nuestro estado emocional.
La nutricionista y divulgadora Paula Ferreira, conocida en redes sociales como @nutrepaula, ahonda en una de sus últimas publicaciones de Instagram en esta experiencia, la cual llama 'hambre emocional': se trata de la tendencia a comer para intentar controlar nuestras emociones, dejando a un lado la necesidad fisiológica de alimentarse.
Comer antojos está relacionado con nuestras emociones
Tal y como desvela la experta en nutrición, el hambre emocional llama a nuestra puerta sin previo aviso, con un deseo muy específico, mientras que el hambre física aparece de forma gradual. Dispuesta a echar una mano a sus seguidores, Ferreira comparte en otras publicaciones los snacks más saludables y varios hacks para equilibrar la glucosa de forma natural, dos consejos que también ayudan a contener el hambre emocional.
En su publicación, Ferreira señala que el hambre emocional puede surgir incluso cuando el cuerpo ya está saciado, y que con frecuencia está relacionada con momentos de estrés, cansancio o sobrecarga emocional. En cambio, cuando el hambre tiene un origen físico, la sensación disminuye después de comer y no exige un alimento concreto para desaparecer. Según el estudio The global prevalence of emotional eating in overweight and obese populations: A systematic review and meta‐analysis, un 44,9% de los encuestados sufría de hambre emocional.
El hambre emocional no es un trastorno. El psicólogo clínico Alejandro Vera Casas asegura que el comer basándonos en las emociones es un tipo de alimentación desordenada que tiene un trasfondo psicológico o de comportamiento: “Los que sufren el problema buscan en la comida una forma de encontrar sensaciones agradables, deshacerse de los malos sentimientos, buscar alivio y consuelo” añade.
Esta problemática supone todo un bache para las personas que buscan adelgazar. Comer de forma impulsiva termina convirtiéndose en un hábito, haciendo que la persona con el paso del tiempo tenga sobrepeso y pueda desarrollar obesidad. Tan sólo en nuestro país, un 55,8% de la población mayor de 18 años presenta exceso de peso, un porcentaje que se sitúa en un 18,7% referido a la obesidad, y en un 37,1% al sobrepeso, según la Aesan.
¿Cómo combatir el hambre emocional?
Tal y como indica la Fundació Corachan, el primer paso para combatir el hambre emocional se centra en reconocer nuestras emociones: “Haz un esfuerzo consciente por identificar lo que sientes. Pregúntate si realmente tienes hambre o si estás tratando de manejar una emoción como el estrés, la tristeza o el aburrimiento” afirman.
Observar cómo nos sentimos antes, durante y después de comer puede resultar de gran ayuda. Sin embargo, si esta situación se repite con frecuencia o genera malestar, los expertos aconsejan buscar apoyo profesional, ya sea en nutrición o salud mental. No existen soluciones universales: cada persona necesita su propio proceso y su propio ritmo.

