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Azahara Nieto, nutricionista: “Las dietas tienen efecto rebote. Si has hecho muchas, pasa factura, no solo físicamente, sino también psicológicamente”

Entrevista

“Vivimos con una relación muy marcada por la culpa. Si comemos determinados alimentos nos sentimos mal, y si no los comemos vivimos en restricción”, cuenta Nieto

Azahara Nieto, nutricionista

Cedida

Revisar la báscula a diario para comprobar cuántos gramos has ganado, analizar cada foto antes de subirla a redes para asegurarte de que “sales bien”, mirarte al espejo una y otra vez buscando dónde se han ido esos dos kilos de más que hace un mes no tenías. Estos y muchos otros comportamientos son solo la base de la relación tóxica que mantienen muchas personas con la comida. Durante años, se ha extendido la creencia de que cuidarse es sinónimo de adelgazar y de que solo existe un cuerpo “ideal”.

Azahara Nieto (Madrid, 43 años) desmonta todos estos mitos en La culpa engorda (Ediciones B). En este libro, Nieto explica que la nutrición saludable va mucho más allá de contar calorías o seguir dietas estrictas. Su objetivo era escribir un libro de nutrición diferente: “No quería participar en la necesidad constante de adelgazar, especialmente en el caso de las mujeres”, cuenta en una entrevista con La Vanguardia. “Hemos crecido sintiéndonos insuficientes con nuestro cuerpo, continuamente a dieta, queriendo modificar partes de él. Y luego, a partir de los 30 o los 40, te das cuenta de que, en realidad, estabas bien, que no pasaba nada, y que has perdido mucho tiempo de tu vida”, añade.

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La Culpa Engorda, es un manual práctico, ¿por qué?

Sí, es un libro que contiene ejercicios. Cuenta con una parte teórica, la que te da el contexto, pero luego ofrece herramientas distintas. Muchas de estas son las que utilizo en consulta para mejorar el lenguaje, con la comida y con el cuerpo. De este modo, se trabaja la aceptación corporal. Quería que tuviera una parte práctica porque la teoría está bien, pero no cambia nada por sí sola y por ello esta parte es esencial. Obviamente, es un trabajo individual, no es lo mismo que se hace en consulta, pero sí quería que fuera un libro que ayudara a notar cierta mejoría en la relación con el cuerpo y con la comida.

¿Cómo definiría el concepto de “cultura de la dieta”?

La cultura de la dieta es el conjunto de comportamientos, actitudes y creencias relacionados con la alimentación, la actividad física y la imagen corporal. Además, estas actitudes persiguen la delgadez como objetivo principal. Da igual cómo llegues a ella: si eres naturalmente delgada, si haces dietas restrictivas, si te saltas comidas o si compensas lo que comes. Vivimos en una sociedad que busca la delgadez de forma constante, y así es imposible mantener una relación sana con la comida o con el ejercicio. Todo lo que haces se considera “bueno” si te lleva a adelgazar, aunque eso te haga daño. Y eso es muy destructivo.

Comida saludable

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Durante años hemos recibido mensajes contradictorios sobre cómo alimentarnos o cuál es el peso ideal, ¿cómo hacemos frente a tanta información?

Yo creo que toda la información que hemos recibido no es sobre nutrición, sino sobre pérdida de peso. Por eso tenemos tanta confusión. Si todo el tiempo nos dicen que hay que adelgazar, es muy difícil estar tranquila con el cuerpo. Sobre todo las mujeres hemos recibido muchos mandatos en ese sentido. El principal problema es que toda la información que consumimos, está enfocada en adelgazar. Cuidarse no debería significar dejar de comer, castigarse o hacer ejercicio solo para compensar. Cuidarse debería tener que ver con una alimentación equilibrada, con una actividad física sana y con una relación amable con la comida.

Usted propone alejarse del modelo pesocentrista.

Claro. La salud debería ser algo completo, no un número en la báscula. Damos por hecho que una persona delgada está sana y que una gorda no lo está, y eso no es verdad. Cuando enfocamos la salud únicamente en la delgadez, hacemos mucho daño a la salud mental. Si una persona está obsesionada con perder peso, mentalmente no puede estar bien. Y una persona gorda puede estar perfectamente sana, pero si está expuesta constantemente a la discriminación o al juicio, especialmente desde la sociedad o el sistema sanitario, eso también afecta gravemente a su bienestar psicológico. Por eso tenemos que movernos hacia un modelo de salud global, que no gire alrededor del peso ni de la delgadez como objetivo final.

Algunos buscan trucos para perder peso en un libro de nutrición, pero no los encontrarán en el suyo.

Exacto. Ojalá pudiera decir que ya empezamos a poner el foco en el bienestar y no en la dieta, pero creo que todavía estamos lejos. De hecho, con los fármacos nuevos que se utilizan para adelgazar, creo que la delgadez se está potenciando aún más. Lo que más mueve y vende, sigue siendo la pérdida de peso o el cambio corporal como promesa de felicidad. Una nutrición enfocada en la salud global, en cambio, no vende tanto. Ojalá llegue ese momento, pero sinceramente creo que aún no estamos ahí.

Comida saludable

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Hábleme sobre la culpa.

La culpa está muy presente. Nos han enseñado que ciertos alimentos engordan, que si no hacemos ejercicio vamos a engordar y que si comemos algo “prohibido” estamos fallando. Y el ejercicio, en lugar de presentarse como una herramienta para sentirnos mejor, se vende como un castigo o como una forma de compensar. Vivimos con una relación muy marcada por la culpa. Si comemos determinados alimentos nos sentimos mal, y si no los comemos vivimos en restricción. Entonces, para trabajar la culpa hay que seguir comiendo, aunque sea con culpa, y trabajar lo que nos decimos sobre la comida y sobre nuestro cuerpo. No podemos seguir hablando de “guarrada” o “comida basura”. Ese tipo de palabras nos hacen sentir mal cuando elegimos esos alimentos. A través del trabajo y la repetición, la culpa va desapareciendo, pero al principio está muy presente, claro.

¿Cómo podemos diferenciar el hambre física del emocional?

Antes de eso hay que revisar qué alimentos consideramos prohibidos. Cuantos más alimentos estén prohibidos, más aparece lo que llamamos hambre emocional. Para mí, el hambre emocional también es hambre. Si me prohíbo alimentos, es normal que los busque cuando estoy triste, cansada o frustrada. Lo primero sería trabajar cómo me hablo, entender qué me digo cuando, cómo y por qué. La comida también es un regulador emocional, igual que otras cosas, y no pasa nada por ello. En la mayoría de los casos, esa relación no tiene que ver con falta de voluntad, sino con la restricción. Cuanto más prohibido está algo, más poder tiene sobre ti.

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¿Por qué descarta las dietas restrictivas?

Las dietas siempre tienen efecto rebote. Además, dejan normas en la cabeza: si has hecho muchas, al final no sabes qué comer. Lo que una dieta te permite, otra te lo prohíbe. Y eso pasa factura, no solo física, sino también psicológicamente. Te quedas con tanta información contradictoria que ya no sabes qué hacer. Por eso insisto: confía. Hasta ahora no te ha funcionado. Prueba otra cosa. Va a mejorar tu relación con la comida, con tu cuerpo. Es un proceso, pero merece la pena.

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¿Qué le diría a alguien harto de las dietas?

Le diría que confíe. Que empiece por confiar. Porque todas las dietas que ha hecho no le han funcionado: si lo hubieran hecho, habría bastado con una. Le diría que pruebe algo diferente, que vea qué pasa si se da permiso. Vamos a ver si consigue no pensar tanto en la comida, si logra que su día no esté marcado por la culpa. Que se dé la oportunidad de ver las cosas de otra manera.