Andrea Vilallonga, experta en comunicación: “Si al hablar nadie te hace caso, puede que seas un ‘chapista’ egocéntrico que necesita demostrar todo lo que sabe”
Vilallonga, experta en comunicación y autora de ‘Ni puto caso’ analiza qué factores influyen en que un mensaje pase desapercibido
Andrea Vilallonga
¿Por qué, a veces, abrimos la boca y parece que nadie nos escucha? En reuniones, en casa o incluso en una simple conversación entre amigos, hay momentos en los que sentimos que nuestras palabras se pierden en el aire. En una época marcada por la inmediatez y la distracción de los teléfonos móviles, captar la atención del interlocutor se ha convertido en un gran desafío.
Andrea Vilallonga, experta en comunicación, profesora de Imagen y Comunicación en la Academia de Operación Triunfo, y autora de Ni puto caso (AGUILAR), analiza para Guayana Guardian qué factores influyen en que un mensaje pase desapercibido, cómo detectar nuestros propios errores al comunicarnos y qué herramientas sencillas pueden ayudarnos a recuperar la atención del otro.
Andrea Vilallonga, experta en comunicación, profesora de Imagen y Comunicación en la Academia de Operación Triunfo, y autora de 'Ni puto caso'
Si al hablar nadie te hace caso, ¿hasta qué punto la responsabilidad recae en quien emite el mensaje y cuánto depende de la disposición de quien escucha?
Cuando el ser humano se encuentra con una situación así, tendemos a acusar al otro. Y, sin embargo, casi siempre hay algo que podemos hacer. No digo que podamos solucionarlo al 100%, pero cuando solo acusas al otro, no estás asumiendo ninguna responsabilidad. Vale la pena preguntarse: ¿He entrado bien en la conversación? ¿He saludado? ¿Tengo el tono adecuado? ¿Lo que digo es interesante? ¿Puede interesarle al otro? Creo que es una toma de consciencia sobre la comunicación que nos puede ayudar a ver si, al final, no nos hacen caso por nuestra propia manera de comunicarnos.
Los mensajes transmitidos con calma y con un tono ligeramente más grave suelen percibirse como más veraces
¿Qué factores influyen en que no podamos captar la atención de la gente?
Lo primero es tener muy claro cómo impactamos en los demás. Solemos centrarnos en el contenido o en las habilidades blandas, pero no tanto en los prejuicios que podemos despertar en otras personas, a veces únicamente con nuestra presencia. Cuando estos prejuicios están muy arraigados, la persona que los tiene puede llegar a “anularnos” antes incluso de escucharnos. A ello se suma un segundo elemento: nuestra expresión facial y corporal. Hay personas que, aunque sean muy amables, proyectan una expresión seria o distante y, evidentemente, no invitan a que los demás se acerquen o conversen con ellas. Por eso es importante tomar conciencia de cómo nos mostramos.
Y una vez tomamos consciencia, ¿cuál sería el tono de voz adecuado para que nos hagan caso?
No se trata de hablar más alto, pero sí de entender que aquello que expresamos con un tono más grave y pausado se fija mejor en el “cerebro reptiliano”. No es lo mismo decir algo de forma rápida y aguda que hacerlo con serenidad y profundidad. Y esto no tiene nada que ver con el género, sino con una cuestión puramente acústica. Los mensajes transmitidos con calma y con un tono ligeramente más grave suelen percibirse como más veraces. Por eso es importante identificar cuál es la idea clave que queremos comunicar y, en ese momento, bajar ligeramente la voz para reforzarla.
¿Cómo debería ser nuestra postura?
No tiene por qué ser completamente rígida, porque debemos parecer naturales, pero sí debe estar sostenida desde el esternón. Lo importante es entender que, si adoptamos una postura caída o descendente, transmitimos sensación de pasotismo, falta de energía o desinterés. En cambio, si nos pasamos de rígidos, podemos parecer distantes o dar la impresión de que “esto no va conmigo”. El problema es que, normalmente, no somos conscientes de nuestra postura porque no nos vemos, salvo que estemos frente a una cámara o un espejo, y por eso no percibimos cómo nos está recibiendo la otra persona.
La prepotencia y la vanidad pueden ser actitudes negativas, pero confiar en uno mismo es algo muy positivo
¿Cómo podemos evitar que se nos interrumpa al hablar?
Si es alguien que no te importa especialmente, puedes decirle directamente: “Oye, deja de interrumpirme”, y ser un poco más brusco. No pasa nada. Pero si se trata de una persona con la que convives o con la que debes trabajar, la estrategia cambia. Lo primero es definir tus límites. Preguntarte: “¿Esta interrupción aporta algo a la conversación?”, “¿Es algo puntual que puedo pasar por alto?”, o “¿Es algo constante que acaba quitándome espacio?”. A partir de ahí, es necesario empezar a establecer límites. Eso sí, es mejor no hacerlo en caliente, porque la otra persona interpretará tu comentario como un ataque, se pondrá a la defensiva y ambos entraréis en una dinámica agresiva. Es preferible hablar con calma y decir algo como: “No sé si eres consciente, pero cuando estoy hablando tiendes a interrumpirme. Seguramente lo haces para aportar, pero te agradecería que no lo hicieras”.
Hay personas que tienen un magnetismo especial. ¿El carisma es algo innato o puede aprenderse?
Vanessa Van Edwards ha estudiado en profundidad cómo funciona el carisma y ha descubierto que se compone de un 50% de calidez y conexión humana, y un 50% de contenido y expertise. Porque, claro, si sabes muchísimo pero no conectas, pareces un robot; eres como ChatGPT. Y también ocurre lo contrario: hay personas extremadamente amables, pero que carecen de contenido. Lo ideal, por tanto, es ajustar nuestro nivel de calidez y nuestro nivel de expertise según la persona que tenemos delante, para lograr un equilibrio que resulte verdaderamente carismático.
Si adoptamos una postura caída, transmitimos sensación de pasotismo, pero si nos pasamos de rígidos, podemos parecer distantes
Cuando alcanzamos un logro o nos expresamos con eficacia, ¿por qué nos resulta difícil aceptar los cumplidos sin percibirnos como prepotentes?
La prepotencia y la vanidad pueden ser actitudes negativas, pero creértelo es algo muy positivo. Yo puedo creer que soy buena sin creer que soy mejor que tú; ahí es donde aparece la vanidad o la prepotencia. Sin embargo, solemos mezclarlo todo.
Mi teoría es que, cuando nos hacen un cumplido, nos sentimos incómodos porque nos han educado en la idea de que solo podemos mejorar corrigiendo lo que hacemos mal. Hemos crecido en una cultura del castigo y, por eso, cuando alguien nos dice algo bueno reaccionamos casi pidiendo perdón, como si estuviéramos molestando. Surge esa especie de justificación automática ante el elogio. Por eso soy mucho más partidaria del refuerzo positivo: creo que motiva muchísimo más y nos impulsa de verdad a avanzar.
Hay personas que no quieren decirte las cosas malas, así que las disfrazan como un puñal envenenado
También están las personas pasivo-agresivas, aquellas que dicen “Para ser tú, no está mal” o “Está bien para lo que me esperaba” ¿Cómo podemos responderles?
Felicidades, porque has sido muy elegante diciendo “pasivo-agresivas”. Esto, en realidad, se llama “cumplidos de mierda”. Hay personas que no quieren decirte las cosas malas, así que las disfrazan como un puñal envenenado.
Hay varias maneras de gestionarlo; de nuevo, depende del tipo de relación que tengas con esa persona. Puedes responder con ironía y devolverle el comentario de igual a igual —entras en su juego—, por ejemplo: “Oye, gracias, no sabía que estaba tan alto en tu estima”. Pero, para mí, lo mejor —si realmente te incomoda y crees que es el momento adecuado— es hacer una pregunta: “¿A qué te refieres exactamente? ¿Qué no está tan mal para ser yo?”. Lo pones en un compromiso, pero desde el interés genuino: “Explícame qué te esperabas”.
Andrea Vilallonga
Desde el punto de vista del receptor, ¿por qué hay personas que tienden a desconectar de la conversación y qué podemos hacer para evitarlo?
Si ves que esto sucede con frecuencia, puede ser útil revisar cómo te estás comunicando con esas personas. No soy psicóloga ni neuropsicóloga, así que no sabría explicarte con exactitud por qué pasa. Lo que sí te puedo decir es cómo evitar que te pase a ti cuando hablas con ellas: por ejemplo, no dar “chapas”, ir al grano, intentar que la conversación sea dinámica y captar su atención desde el principio.
Hay personas a las que les encanta dar “chapas”…
Somos unos chapistas de serie. Nos gusta mucho hablar y, como nos gusta tanto, en cuanto nos dan un espacio… ¡allá que vamos! Yo creo que hay dos tipos de chapistas que vale la pena identificar para saber en cuál encajamos. Por un lado, está el chapista egocéntrico, el que piensa: “Ahora os vais a enterar de todo lo que yo sé; aquí nadie se va a quedar sin saber que soy un crack”. Ese es el típico que yo llamo chulopiscinas. Y luego están los chapistas por justificación: quienes necesitan reafirmarse y asegurarse tantísimo de que los demás lo han entendido todo que acaban explicándolo absolutamente todo al detalle.En ambos casos, el resultado es el mismo: duermen al público. Porque los dos tipos parten de su necesidad de comunicar, y no de la necesidad de la otra persona de entender. Al final, en todo hay que encontrar un punto medio… o ser extremista y asumirlo perfectamente.
Si vas a mandar un audio de cuatro minutos porque eres de los que mete chapas, avisa. La otra persona lo escuchará cuando pueda
Otro espacio donde a menudo sentimos que no nos hacen caso es WhatsApp. ¿Qué piensa cuando alguien le deja en visto?
Ahora ya no me genera tanta ansiedad, pero es verdad que la inmediatez del WhatsApp te hace pensar que no eres lo suficientemente importante para la otra persona. Esto no significa que tengamos que contestar inmediatamente, pero sí respetar ciertos plazos emocionales que incluso podemos pactar. Por ejemplo, yo suelo tener el móvil en la mano todo el rato, así que, si no contesto al momento, es porque estoy haciendo algo. Pero mi hijo, en cambio, puede tardar cinco días en responder, y ya lo sé porque lo hemos hablado: él es así. Sé que no me ignora; simplemente sus tiempos comunicativos son esos. El problema aparece cuando no se habla del tema y damos por hecho que el otro nos está ignorando.
Quien deja a su pareja por WhatsApp no asume la responsabilidad emocional de proteger al otro
¿Y qué le diría a esa amiga que se comunica enviando audios de 15 minutos?
Pienso que, si vas a mandar un audio de cuatro minutos porque eres de las que mete chapas, al menos avisa y di: “Contéstame cuando puedas”. ¿Sabes? Tienes que tener en cuenta que un audio de cuatro o seis minutos la otra persona lo va a escuchar cuando pueda. Si es algo urgente, no mandes un audio: escríbelo. O, mejor aún, si realmente es urgente, llama.
Manual para que no te ignoren en WhatsApp, según Andrea Vilallonga
1Nunca envíes 20 mensajes seguidos para decir lo mismo. Resume en uno o cambia de canal.
2Nunca fuerces respuestas a todo lo que mandas. Acepta el emoji como respuesta.
3Nunca envíes mensajes a horas inapropiadas. Prográmalos o envíalos a horas razonables.
4Nunca hagas chistes que solo entiendas tú. Contextualiza o guárdalos para otro momento.
5Nunca uses un grupo como desahogo emocional. Habla con tu terapeuta o tu amigo, pero no con 20 personas a la vez.
¿Hay algo que deberíamos evitar comunicar por WhatsApp para no generar malentendidos? En su libro comenta que nunca deberíamos dejar a nadie…
Es un temazo. Lo que pasa es que la gente no asume la responsabilidad emocional de proteger un poquito al otro. Si hemos tenido una relación, o si estamos en una, el mínimo respeto es poder decirme las cosas cara a cara. Pero ahí entra en juego el gran factor de la cobardía, que corre mucho por las calles últimamente.
La gente se queja de que Aitana ha perdido espontaneidad. No: lo que ha ganado es profesionalidad
Lleva ocho años siendo profesora en Operación Triunfo. ¿Qué diferencias aprecia en la manera de comunicarse de los concursantes de esta edición respecto a los de años anteriores?
Lo que sí noto es que este año le dan importancia a algo de lo que quizá otros años no eran tan conscientes: cómo hablamos fuera, cómo somos como profesionales más allá del artista o del artista en el escenario. El profesional es quien está con los medios, en la calle, con los fans. Y luego está la persona-persona, la que está en su casa. Este año lo entienden perfectamente.
También fue profesora de Aitana en 2017, que ha ganado su primer Latin Grammy. ¿Qué destacaría de su evolución desde su paso por la Academia?
Aitana ha evolucionado de una manera espectacular. La gente se queja de que ha perdido espontaneidad. No: lo que ha ganado es profesionalidad. Son dos cosas muy distintas. Aitana sigue siendo auténtica; actúa exactamente como lo haría ella, pero en versión profesional. Habla muy bien, gestiona muy bien a los periodistas, los photocalls… Soy muy pesada y muy repetitiva, pero al final todo va de ponerle consciencia y preguntarse: ¿qué quiero conseguir?