Anne-Laure Le Cunff (París, 1990) renunció a su empleo soñado en la sede de Google en San Francisco a los 27 años para dejar fluir su curiosidad. Tenía la fortuna de disfrutar de un sueldo privilegiado y una carrera prometedora, pero con un problema: se aburría. Y no por la falta de desafío en las tareas diarias —ocupaba un puesto de responsabilidad en el departamento de salud digital—, sino porque el recorrido profesional que le esperaba en la multinacional estaba preestablecido. Echaba de menos aprender y la curiosidad que la habían acompañado durante su infancia y adolescencia.
Tras regresar a Europa y fracasar en el intento de lanzar una startup tecnológica, volvió a la universidad para cursar un doctorado en Psicología y Neurociencia en el King’s College de Londres. En ese proceso empezó a preguntarse qué más podía hacer para sentirse plena y realizada, pues nunca ha sido partidaria de convertir la profesión en la única fuente de pasión. Entonces se hizo una promesa: durante cien días escribiría cien artículos para compartir lo que iba aprendiendo en la universidad y en sus lecturas sobre el cerebro humano. Publicó esos textos en una newsletter, NessLabs, que posteriormente se transformó en una plataforma de aprendizaje y que, más adelante, inspiraría su último libro, Microexperimentos (Conecta), que se acaba de publicar en castellano.
Anne-Laure Le Cunff renunció a su trabajo en Google para estudiar el funcionamiento del cerebro humano.
En este volumen, explica el poder de probar, fallar y aprender sin miedo al cambio ni al fracaso. Salir de la zona de confort no solo puede abrirnos la mente y ampliarnos el mundo, sino que, además, según explica, podría ayudarnos a vivir más y mejor.
La neurocientífica nos explica explicar por qué experimentar es una herramienta poderosa para combatir la rigidez mental, cómo la curiosidad puede proteger nuestra salud cerebral y de qué manera pequeños cambios —sostenidos en el tiempo— pueden transformar por completo nuestra forma de vivir.
¿Qué es un microexperimento y en qué se diferencia de la formación de un hábito?
Cuando decides empezar un hábito nuevo, normalmente lo concibes como un compromiso para el resto de tu vida, y para mí eso no tiene sentido, porque muchas veces nunca lo has probado antes. Un microexperimento es distinto porque no parte de la certeza de “esto será así para siempre”, sino de la curiosidad. Eliges una acción y la pruebas durante un tiempo en específico. No hay un resultado fijo, no hay presión; simplemente sientes curiosidad y te das permiso para intentarlo. Esa es la diferencia principal.
¿Qué cualidades definen una mentalidad experimental?
La primera es la curiosidad. Cuando no entiendes algo, lo abordas con una actitud exploratoria y te preguntas: “¿Qué está pasando aquí?” o “¿Qué puedo aprender?”. Otra cualidad es ver el fracaso como una oportunidad de crecimiento y de descubrimiento —incluso de autodescubrimiento— en lugar de entrar en pánico cuando algo no sale como esperabas. La última consiste en soltar la obsesión por el resultado y dejar de compararse con los demás: quién sube más rápido la escalera, quién está más arriba… Las redes sociales amplifican aún más esa tendencia. Con una mentalidad experimental no existe la escalera: estás en tu propio laboratorio, probando cosas nuevas. Tus experimentos serán tan distintos de los de los demás que la comparación deja de tener sentido. Cada persona está diseñando su propia vida.
Cuando decides empezar un hábito nuevo, normalmente lo concibes como un compromiso para el resto de tu vida, y para mí eso no tiene sentido
¿Resulta más difícil reinventarse a medida que avanza la edad?
Existe el mito de que, cuanto mayores somos, más difícil resulta reinventarnos. Se nos dice que con la edad nos volvemos más rígidos, que no conviene resultar “impredecibles”. Sin embargo, no considero que eso sea cierto. De hecho, creo que cuanto más maduro, más fácil puede resultar reinventarte, porque posees un mayor conocimiento sobre ti mismo: sabes mejor qué te gusta y qué no, qué deseas tener más presente en tu vida y qué prefieres dejar atrás. También cuentas con una mayor claridad sobre tus relaciones y sobre el papel que desempeñan en tu vida. Todo ese conocimiento acumulado es una herramienta poderosa para seguir reinventándote una y otra vez.
¿De qué manera influye la adopción de una mentalidad experimental en la longevidad?
El aprendizaje continuo es fundamental para la salud cerebral. Aprender a lo largo de toda la vida fomenta la neuroplasticidad, lo que implica probar cosas nuevas en lugar de repetir los mismos patrones una y otra vez. Supone cuestionar de forma constante cómo haces las cosas, preguntarte si existe una manera diferente y salir de tu zona de confort para generar nuevas conexiones mentales. Desarrollar una mentalidad experimental es una de las mejores formas de apoyar ese aprendizaje continuo, y no solo para aspirar a una vida más larga —ya que es difícil determinar qué garantiza realmente la longevidad—, sino para vivir una vida más plena y satisfactoria, que es aún más importante. Las personas que siguen aprendiendo, que siguen probando cosas nuevas, que continúan relacionándose con otros y saliendo de su zona de confort, mantienen su cerebro más sano y reducen el riesgo de enfermedades asociadas a la edad, como el alzheimer. Mantener el cerebro activo es clave.
La etapa sénior es, para muchos, una oportunidad para abrir nuevos caminos. ¿Qué riesgos conlleva crear una marca personal?
Cuando construyes una marca personal, es fundamental dejar claro —tanto a los demás como a ti mismo— que esa marca está en constante evolución. El mayor riesgo es definirla de forma demasiado estática o estrecha. Si la vuelves rígida, te quedas sin espacio para crecer. Lo vemos en algunos influencers, que acaban convirtiéndose casi en una caricatura de sí mismos porque sienten la obligación de mantenerse fieles a su marca inicial. Por eso es esencial comprender que una marca personal puede reinventarse siempre: tienes la libertad de cambiar, explorar y evolucionar.
Si aspiramos a una vida plena y satisfactoria, necesitamos no solo funcionar en modo Kronos, sino también integrar momentos de Kairos
Cuando iniciamos un microexperimento, ¿qué pesa más: el tiempo invertido o la calidad de lo que hacemos?
Los antiguos griegos utilizaban dos palabras para referirse al tiempo: Kronos y Kairos. Buena parte de nuestra sociedad está construida sobre la idea de Kronos, que es el tiempo cuantitativo: segundos, minutos, horas. Es el tiempo de los calendarios, de las agendas repletas de tareas que buscamos completar para ser productivos. Kairos, en cambio, es el tiempo cualitativo: el tiempo de una conversación profunda con un amigo, de leer un cuento a tu hijo antes de dormir o de contemplar un atardecer. Si aspiramos a una vida plena y satisfactoria, necesitamos no solo funcionar en modo Kronos, sino también integrar momentos de Kairos. Cada persona debe identificar qué representa su propio tiempo Kairos y garantizar que tenga un lugar en su vida.
En su libro habla también de la procrastinación. ¿Por qué cuesta mantener en el tiempo los cambios de hábitos?
Como sociedad, hemos llegado a considerar la procrastinación como algo negativo, pero en realidad no es una falta de disciplina, sino una señal de que algo no está bien. En lugar de culparse, conviene analizar su origen: si viene de la cabeza (no estamos racionalmente convencidos), del corazón (no nos motiva) o de la mano (creemos no tener los recursos o habilidades). Mirarla así, como lo haría un científico, permite entender el bloqueo, encontrar una solución y avanzar.
Compartir el trabajo con quienes nos rodean reduce la presión y hace que el proceso sea mucho más llevadero
Muchas personas tienen miedo de compartir sus proyectos o hablar de sus logros. ¿Por qué ocurre?
Desde una perspectiva evolutiva, nos aterra ser juzgados por los demás. En nuestro pasado ancestral, ser evaluado negativamente por la tribu podía implicar rechazo e incluso la muerte. Por ello estamos programados para demostrar nuestro valor ante los otros. Compartir nuestro trabajo puede resultar muy intimidante, especialmente cuando está en proceso y aún no es perfecto. Tememos que los demás piensen que no somos lo suficientemente buenos.
¿Cómo se puede perder ese miedo?
Igual que ocurre al trabajar un músculo, con práctica, compartir tu trabajo y aprender en público deja de resultar tan amenazante. Poco a poco descubres que no solo no sucede nada malo, sino que aprendes más rápido, aprendes mejor y conectas con personas afines que comparten tus intereses, y de quienes también puedes aprender. Cuando empiezas a mostrar tu trabajo, otras personas curiosas por los mismos temas comienzan a acercarse a ti. Además, es muy útil comunicar a los demás lo que estás haciendo: decirles “estoy realizando un experimento; no sé si va a funcionar y, cuando termine de recopilar mis datos, te lo contaré; es posible que no salga como espero”. Esa transparencia reduce la presión y hace que el proceso sea mucho más llevadero.
Cuando empiezas a mostrar tu trabajo, otras personas curiosas por los mismos temas comienzan a acercarse a ti
¿Qué importancia tienen las personas que nos rodean en la vida?
Las personas con las que nos rodeamos son extremadamente importantes. Influyen en las decisiones que tomamos —tanto personales como profesionales—, en nuestras ambiciones, en nuestras relaciones e incluso en nuestra salud mental. Por eso es fundamental no ver nuestras relaciones como algo fijo o rígido. Podemos reinventarlas continuamente. Podemos crecer con la gente que ya conocemos, descubrir quién queremos ser y evolucionar juntos. O podemos seguir adelante y construir nuevas amistades y relaciones. Rodearte de personas curiosas, que quieren aprender y crecer, hace que tú también aprendas y crezcas más rápido y mejor.




