La alimentación es un mundo lleno de curiosidades, misterios, descubrimientos y, sobre todo, platos deliciosos. Cada cultura tiene una forma distinta de comer, usando distintos ingredientes y métodos de elaboración. Sin embargo, algunos de ellos podrían llegar a comportar complicaciones, siempre y cuando no se consuman adecuadamente. Aun así, cada vez son más personas las que están dispuestas a probar algo nuevo, desconocido pero que podría ser delicioso.
Desgraciadamente para muchos padres, profesores y tutores, esa sensación no se transmite tan rápidamente en los más pequeños de la casa o la clase. Conseguir que un niño o niña coma algo diferente por primera vez puede ser toda una odisea, la cual se multiplica si el alimento en cuestión es una fruta. Muchos son los que lo han intentado con distintos niveles de éxito, y los nutricionistas especializados en el público infantil se rompen la cabeza cada dos por tres. Tal es el caso de Azahara Nieto, autora del libro La culpa engorda, quien comentaba las mejores y peores técnicas en su blog personal.
Un niño comiendo una pieza de fruta
“Presionar a los niños para que coman fruta, utilizar premios o castigos, o insistir demasiado puede provocar el efecto contrario. Frases como ‘si no te la comes, no juegas’ o ‘si la comes, te doy un dulce’ vinculan la comida con emociones negativas y generan rechazo. La clave está en ofrecer fruta de forma constante, sin presionar ni castigar. Comer debe ser una experiencia positiva, no una obligación. Cuando el entorno es relajado y los adultos muestran una relación natural con los alimentos, los niños tienden a imitar ese comportamiento”, comentaba.
“Diversas investigaciones muestran que un niño puede necesitar entre 9 y 10 exposiciones a un alimento nuevo antes de aceptarlo. Es decir, si una fruta no gusta a la primera, no significa que no vaya a gustar nunca. La paciencia es fundamental. Ofrecer fruta de manera habitual, en distintos formatos y momentos del día, ayuda a normalizar su presencia y facilita la aceptación con el tiempo. Uno de los grandes retos es reeducar el paladar. Cuando la alimentación infantil se basa en productos muy dulces y ultraprocesados, el gusto se adapta a esos sabores intensos y deja de disfrutar de los naturales”, añadía.
Niña comiendo bocadillo y fruta
Ejercicio de necesidad
Nieto se ha posicionado de esta forma con el apoyo del estudio ALADINO 2023, de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Según dicho informe, el 45,3% de los niños en edad escolar consumen alguna pieza de fruta a diario, una cifra por debajo de la mitad del espectro y que cae al 38,3% en menores con obesidad. Del mismo modo, la Universidad de Granada desvelaba que los niños españoles consumen el doble de azúcar recomendado por la OMS: 55,7 gramos.
Ante estas circunstancias, Nieto proponía una serie de estrategias que podrían permitir a padres y profesores conseguir que los más pequeños añadan la fruta a su dieta. El listado lo forman ocho pautas distintas: ofrecer sin presionar, normalizar su presencia en el menú diario, presentarla de forma atractiva, permitir que los niños la investiguen, no comparar ni castigar, combinar distintos sabores, ofrecerla en distintos momentos y aportan trucos por si se estropea de camino al colegio.


