Cada persona está formada por una serie de hábitos: algunos provienen de la cultura, otros de la familia y otros se desarrollan a partir de su personalidad. Entre estas costumbres, también se incluye la puntualidad, un tema muy debatido en la sociedad; ¿es una falta de respeto llegar tarde? ¿A partir de qué minuto deja de considerarse 'cortesía'? ¿Está mal visto llegar antes de la hora acordada? Todas estas cuestiones las responde la psicóloga Patricia Ramírez, especializada en bienestar, emociones y psicología cotidiana, en una charla del pódcast Tiene Sentido.
No todo el mundo tiene el mismo concepto de la puntualidad, un acto que demuestra disciplina y respeto hacia el tiempo de los demás.
Uno los debates sobre la puntualidad es si se trata de un rasgo de la personalidad o un reflejo de disciplina. Sin embargo, tiene mucho que ver con la forma en que entendemos la vida y nuestra relación con el tiempo.
Aunque existe un componente biológico que puede influir, en realidad es un hábito que se puede entrenar con voluntad y disciplina. “Hay un comportamiento biológico que depende del ritmo circadiano que seas: si eres una persona matutina y tienes facilidad en despertarte en las mañanas, es más probable que llegues puntual al trabajo. En cambio, las personas vespertinas tienden a ser impuntuales en las mañanas”, explica.
El factor social también tiene un papel fundamental. En nuestro país, culturalmente, la impuntualidad está más normalizada que en otras culturas, donde podría considerarse una gran falta de respeto. ”En España, cómo tú seas una persona puntual, enseguida te dicen “no seas tan rígida, relájate'. Y eso está mal porque confundimos la flexibilidad con la falta de respeto hacia el tiempo ajeno”, confiesa.
En este contexto, una excusa muy típica de los impuntuales es hablar de los minutos de cortesía como excusa. ”Eso de 10 o 15 minutos de cortesía, no es cortesía. Es una descortesía hacia la persona que llegó y que está esperando por ti”, señala. Aunque algunos lo perciban como un acto cultural, para quienes se han organizado con tiempo, sigue siendo un gesto desagradable.
Hasta que no cambies tus creencias y conviertas la puntualidad en un valor, no cambiarás tus hábito
Llegar a tiempo va más allá de la hora, tiene un significado más profundo; los demás te están compartiendo un tiempo que te han reservado exclusivamente para ti. “Yo entiendo la puntualidad como un valor de respeto hacia tu tiempo y hacia el mío. A mí la puntualidad de una persona me da credibilidad, me da confianza, me parece que es ser considerado con lo más valioso que tiene la otra persona, que es el tiempo”, señala.
Una característica común de los impuntuales es el autoengaño, ya que tienen una percepción del tiempo que no se ajusta a la realidad, pensando que esta vez sí llegaran a tiempo. “Muchas veces infravaloran el tiempo que necesitan para hacer algo... Se creen que se arreglan en cinco minutos, pero luego no han salido de casa y se les echa el tiempo encima”, relata.
Otra característica frecuente es el desorden. Aunque muchos lo justifican diciendo 'sé encontrar las cosas en mi propio desorden', en realidad esto provoca retrasos y por ende, se sale más tarde de casa. ”Hay una correlación entre personas poco ordenadas que son impuntuales... El desorden no ayuda a ser una persona puntual”, confiesa.
La psicóloga enfatiza que la puntualidad se puede entrenar. Para lograrlo, primero hay que aceptarlo, ser consciente de lo que sucede y poner voluntad para corregirlo. Lo recomendado es comenzar con un hábito, y, una vez esté consolidado, añadir otros hasta alcanzar el objetivo. “La puntualidad se puede entrenar. Solo hay que detectar dónde está la fuga de cada impuntualidad y querer corregirla. No puedes ordenar tu vida en torno a algo que para ti no tiene valor. Hasta que no cambies tus creencias y conviertas la puntualidad en un valor, no cambiarás tus hábitos”, concluye.
