En el corazón del Baix Empordà, en Corçà, hay un lugar que no se parece a ningún otro. Su nombre, Última Parada, evoca destinos, estaciones finales y nuevas oportunidades. Es una tienda, un restaurante y un refugio creativo donde el pasado y el presente se entrelazan con naturalidad, y donde cada objeto, cada plato servido, cada rincón, cada actividad que organizan, cuenta una historia estética y emocional.
La historia arranca en el Poblenou barcelonés hace casi dos décadas. Allí Salvador Fresneda, dedicado al mundo de la imagen en la moda y la publicidad, y su pareja, Bèla Adler, también fotógrafa y colaboradora de Magazine que firma estas fotos, comenzaron a rescatar muebles industriales y piezas vintage del Mercat dels Encants. Aquel coleccionismo intuitivo acabó transformándose en un negocio. “Un día encontramos en un restaurante una foto antigua donde se veía que delante del almacén pasaba el tranvía. Era su última parada. Y pensamos: qué nombre tan bonito para lo que estábamos creando”, recuerda Fresneda.

Silla y piezas al torno creadas por Salvador Fresneda, todo de madera reciclada
Hoy, ya en Corçà, Última Parada ocupa una antigua fábrica de cerámica —otro guiño circular del destino— donde la hija de ambos, Leah, ha instalado su taller de cerámica. “De alguna manera volvemos al origen. Hace cerámica justo aquí, en lo que fue una fábrica. Es muy bonito”, comenta Fresneda, orgulloso. Leah es fotógrafa, como sus padres; su pareja, Pablo Varela, también trabaja en el taller haciendo mesas, sillas y camas a medida. Un mundo familiar que gira entre objetos e imágenes.
“Los cuatro somos fotógrafos. Y los cuatro, zurdos”, revela Fresneda. “Y mira que ser zurdo no es fácil: para manejar cámaras nunca tuve problemas, pero con las herramientas, las tijeras, los tornos de madera... es un lío constante”.
Me gustan los objetos utilitarios con carácter”
Fresneda goza en su papel de ebanista, aunque aclara: “Yo no soy ni diseñador ni decorador, hago mesas de madera reciclada, de roble viejo, de hierro, muy básicas... No me considero diseñador, tal vez artesano... Y también busco piezas que me gustan y las compro como si fuera para mí”. Entre sus favoritos, los muebles industriales que mezclan funcionalidad con carácter, como los aparadores de mercerías y ferreterías con muchos cajones. “Lo que más me gusta de esto es encontrar piezas con historia. No son solo objetos utilitarios, tienen carácter”. El escultor J.B. Blunk y los diseñadores Jean Prouvé y Charlotte Perriand son algunos de sus referentes.
El catálogo que Fresneda ha armado en Última Parada incluye piezas vintage e iconos de autor, vajillas, lámparas, taburetes y, cada vez más, piezas de madera torneada y muebles de corte industrial hechos a medida con madera reciclada y hierro, una mezcla de diseño, recuperación y artesanía que es una de las señas de identidad de esta tienda-galería-taller.

Mesas de roble y fotos de Edita Vilkeviciute para ‘Glamour’ y sesión particular de Adler
Más allá del interiorismo, Última Parada también es un lugar donde pasan cosas. No hay una programación fija, pero aquí han expuesto Mariscal y ha tocado el cuarteto de Oriol Marès & Talal Fayad. La próxima actividad es un taller de introducción al fotolibro y la narrativa visual que impartirá Alex Llovet los próximos 26 y 27 de julio.
La experiencia se completa en el jardín, con un restaurante acogedor donde se mezclan los sabores mediterráneos con recetas familiares. “Muchos de los postres son de la madre y la abuela alemana de Bèla. También tiro de la memoria de sitios que me gustaban cuando era joven, de platos que recuerdo y que incorporamos a la carta”, explica.
¿Los imprescindibles? Croquetas, pollo al curry, calamares a la andaluza, ensaladas con producto fresco y ecológico. “Todo sencillo y bueno. Hecho con cariño”, asegura. Aunque no cocina a diario en el restaurante, disfruta enseñando recetas al equipo cuando es necesario. En casa, sin embargo, sí se entrega a los fogones: “Me encanta cocinar. Hago un buen arroz, tortilla, platos de mar y montaña. Me gusta que todo me salga bien, aunque sea sencillo”.

Mesa Enzo Mari, de Pablo Varela, y fotos de la colección ‘La isla otra’
Última Parada no sigue planes milimetrados, sino el impulso natural de una familia que ha volcado su manera de ver el mundo en este espacio. Allí el diseño no responde a modas sino a una lógica emocional. Lo importante no es la perfección, sino el carácter. Un sitio donde detenerse y dejarse transportar a la esencialidad.