Trabajó mano a mano con su hermano desde que empezó a diseñar, en 1997. Juntos fueron unos revolucionarios con su enfoque depurado, elegante y funcional, hasta que la intensidad de su colaboración se volvió “muy tóxica” y decidió explorar su creatividad en solitario. Ahora, Erwan Bouroullec (1976) toma su voz propia para seguir innovando con precisión, sensibilidad y, sobre todo, con lo que él define como “transparencia”. Uno de sus últimos trabajos es la silla Mynt para Vitra, marca icónica con la que anhelan trabajar las almas creativas. La firma suiza lo trajo a Barcelona en el marco de la Design Week.
De una larga colaboración fraterna ha pasado a la búsqueda de su voz en solitario hace poco. ¿Qué ocurrió?
Respecto a trabajar solo sin mi hermano Ronan, siento una liberación total, pero la historia completa es compleja: el año pasado nuestra colaboración se volvió muy tóxica. Ambos estábamos extremadamente comprometidos con el trabajo, sin ceder en ningún punto, y eso nos llevó demasiado lejos. La creación siempre involucra parte del ego; cuando trabajas con alguien cercano, eso puede generar tensiones muy fuertes. Llegó un momento en que nuestra relación laboral era casi insostenible, y la separación se volvió fundamental.
El diseño debe ser directo, simple y honesto”
¿Se sintió libre?
Pasé por un periodo de inseguridad, con lagunas de memoria. Si me preguntas qué estaba haciendo hace diez años, tendría que buscar y reconstruir, porque no lo recuerdo con precisión. Esa experiencia me hizo reflexionar sobre cómo podía practicar el diseño de manera más pura y centrada en mí mismo, sin la presión constante de la colaboración intensa.
¿Cuál será su camino ahora?
Antes de Philippe Starck no había diseñadores famosos; nosotros pertenecemos a la generación que siguió sus pasos. Hoy el diseño está más centrado en decoradores e interioristas, y eso me permite enfocarme más en la creación pura, lo cual siento como una liberación.
¿Le asusta el futuro?
Siempre he leído ciencia ficción. Por ejemplo, Kim Stanley Robinson imagina escenarios como Nueva York completamente inundada dentro de 50-150 años, donde la gente sigue viviendo y adaptándose. Describe dictaduras, anarquías, trabajadores de salud, políticos corruptos, mafias... combinando todos los elementos de la sociedad. La vida sigue, pero reorganizada.
Nació en Bretaña, tiene una casa en Borgoña y vive en París. ¿Es más rural o urbanita?
Necesito ambos mundos. En el campo improviso y trabajo rápido; lo primigenio no miente y revela una verdad superior. En París disfruto del caos urbano, de la “jungla” de la ciudad. Mis hijas tienen 12 y 15 años; cuando vayan a la universidad, podré pasar más tiempo en el campo, donde mis actividades diarias son más ágiles.
¿Qué le interesa más hoy: la función, la forma o la emoción que un objeto puede provocar?
En cuanto al diseño, todo debe ser transparente, simple y honesto. Incluso el diseño más ligero requiere que la forma sea directa y honesta: de A a B, recto y eficiente. La memoria y los recuerdos inconscientes guían muchas decisiones: formas reconocibles generan seguridad y confianza.
¿No estamos ya saturados de sillas?
Pasamos nuestra vida sentados, trabajando, y Mynt cambia muchas cosas, porque ofrece un rendimiento nuevo. Las sillas de trabajo han evolucionado hacia un confort alto, pero su lenguaje técnico las hace pesadas, parecen máquinas. Si la silla te da demasiada información sobre su función, tu cerebro intentará seguir lo que “quiere” la silla. Hoy en el diseño, muchas veces lo único que se enfatiza es forma y color, en piezas incómodas, pesadas, que sirven para Instagram, pero no para el cuerpo.
¿Por eso el mecanismo de la suya se activa con el peso del cuerpo?
Y se inclina hacia delante o hacia atrás en función de los cambios de postura, porque el asiento se mueve independientemente del respaldo y responde a la capacidad intuitiva de la gente de explorar las opciones de la silla, como sentarse en el extremo y que el asiento bascule. Cada uno encuentra una manera de jugar con ella y mantiene el cuerpo en un estado de equilibrio activo.
La sostenibilidad se le presupone...
Sus partes se pueden quitar e intercambiar fácilmente. Es como una bicicleta: si una pieza falla o quieres cambiar algo, puedes ajustarla o reconstruirla con un destornillador en cinco minutos. La durabilidad aquí no es hacer que dure toda la vida, sino que pueda pasar de un contexto a otro. La verdadera durabilidad es flexibilidad.
¿Qué papel debería tener la empatía en la creación de objetos cotidianos?
Es importante que las personas entiendan los objetos: formas simples como el triángulo generan confianza y comprensión inconsciente. Incluso un pan de color rosa no se percibe igual aunque tenga el mismo sabor; el cerebro interpreta pequeños detalles.
Dice que la programación informática y el diseño son ramas de un mismo árbol. ¿Hay corazón en la computación?
Programación y diseño están conectados: al crear un algoritmo defines un protocolo, algo similar a diseñar una silla: crear un sistema que se repite. La programación permite introducir aleatoriedad. El diseño es darwinista: todo está en movimiento y conectado. Esta silla no podría haber existido hace 150 años. La programación y el diseño tienen procesos paralelos.
¿Y qué opina sobre la IA?
Mis productos son un “caos organizado”: van al mundo, la gente los usa, crean trayectorias. Aprendí programación cuando hice un proyecto para Samsung y me ha ayudado a comprender lógica y creatividad. Todos deberían practicar algo de programación simple para entender que la ciencia tiene reglas claras. La IA, en cambio, es un universo totalmente distinto, es impresionante en ajedrez, pero no comparte nuestras limitaciones ni motivaciones. Puede resolver problemas, pero no es humana: no muere, no olvida, analiza cada detalle. Esto crea mundos de fantasía de los que podemos ser expulsados rápidamente.
¿Qué lema le guía?
Mi lema actual es valorar la inteligencia y el respeto colectivo: asegurarnos de que la pequeña red de personas que están desarrollando algo se escuche y respete mutuamente. Detrás de todo, hay humanos; diseñar, producir y vender es un acto básico de civilización compartida.
