El plástico que cambió para siempre el diseño moderno
Con firma
El museo Kartell recoge el legado de una firma familiar fundada en 1949 que elevó el plástico a material noble e hizo de él un icono del estilo moderno con innovación, creatividad y audacia
Lorenza Luti: “El mundo no podría vivir sin plástico; es para toda la vida”
Colección de platos y vasos Jellies, realizados con tecnopolímero
Hay firmas que no necesitan presentaciones porque su lenguaje forma parte del imaginario colectivo, una de ellas es Kartell, que no solo ha moldeado el diseño moderno, lo ha hecho vibrar en plástico a todo color. Desde su fundación en 1949, esta emblemática casa italiana ha demostrado que el diseño industrial puede —y debe— ser bello, accesible, innovador y profundamente humano. Hoy, en Noviglio, a las afueras de Milán, descubrimos que la historia de Kartell no es solo la de una empresa, sino la de una familia y de una revolución cultural.
Recorrer el museo Kartell, fundado en 1999 y galardonado con el premio Guggenheim Impresa & Cultura, es entrar en un archivo vivo del siglo XX y XXI. Más de mil piezas revelan cómo el diseño puede anticipar los cambios sociales, económicos y estéticos de cada época.
Anna Castelli Ferrieri y Giulio Castelli fundaron Kartell, la primera empresa en diseñar muebles de plástico
Kartell es fruto del genio de Giulio Castelli, un joven ingeniero químico formado por el mismísimo Giulio Natta —premio Nobel en 1963 por sus estudios sobre polímeros—. Su historia comenzó con un objeto mínimo y funcional: soportes de goma para sujetar esquís en el techo del propio coche de Castelli. La transición del mundo automotriz al diseño doméstico fue tan audaz como natural. Castelli comprendió rápidamente que el potencial del plástico superaba el entorno técnico-industrial, y que su maleabilidad y ligereza podían revolucionar también el ámbito del mobiliario y los objetos de uso diario. Intuyó desde el principio que el plástico no era solo un material barato, sino el material del futuro.
Pero Kartell no sería lo que es sin Anna Castelli Ferrieri, su esposa y una de las primeras mujeres arquitectas graduadas en el Politécnico de Milán. Ferrieri trajo al proyecto una mirada estructural, racional y profundamente moderna. Su visión era radical para la época: dotar al plástico de un lenguaje propio, elegante y funcional, más allá de su carácter industrial. Su enfoque fue clave para convertir la visión tecnológica de Giulio en una poética formal concreta. Rescató el plástico de las sombras industriales para hacerlo brillar como protagonista absoluto del diseño italiano en los años 60 y creó algunas de las piezas más icónicas de la firma —como los Componibili— que hoy se encuentran tanto en hogares de todo el mundo como en las colecciones permanentes del MoMA de Nueva York o el Centre Pompidou de París.
Lámpara Bourgie de Ferruccio Laviani, en policarbonato transparente
El matrimonio dio forma a un nuevo lenguaje del diseño industrial, donde la innovación técnica iba de la mano con una estética rigurosa y radicalmente contemporánea.
Bajo su liderazgo conjunto, Kartell dejó de ser simplemente un laboratorio de materiales para convertirse en un laboratorio de ideas. En sus manos, el plástico fue moldeado en lámparas etéreas, sillas casi invisibles y muebles que redefinieron el lujo. La innovación no era solo técnica: era cultural. Kartell democratizó el diseño sin renunciar a la sofisticación gracias a la colaboración con los mejores arquitectos de la época, primero Gino Colombini y Centrokappa. Luego llegaron Gino Colombini, Achille y Pier Giacomo Castiglioni, Joe Colombo, Marco Zanuso, Gae Aulenti, Richard Sapper, Giotto Stoppino o Ignazio Gardella.
Mesas auxiliares de Giotto Stoppino y taburete Pilasttro de Ettore Sottsass
Contenedores Componibili de Anna Castelli y sillas H.H.H. Liberty, de Philippe Starck
En 1988, Claudio Luti, yerno de Giulio y Anna Castelli y con experiencia en firmas de moda como en Versace, compró Kartell e impulsó colaboraciones con una nueva hornada de diseñadores como Philippe Starck, Ron Arad y Patricia Urquiola. En 1999, la firma se convirtió en la primera empresa del mundo en utilizar policarbonato para fabricar objetos de diseño. Esta innovación abrió nuevas posibilidades tanto en términos de materiales como de estética. Un momento clave en esta evolución fue la llegada del policarbonato transparente, que dio lugar a la famosa silla Louis Ghost de Starck. Esta pieza, que reinterpreta el sillón Luis XV, quintaesencia del barroco, se ha convertido en uno de los símbolos más reconocidos de la marca y en uno de los diseños más populares y reproducidos.
Lorenza y Federico Luti, con su padre, Claudio Luti
Hoy, la historia continúa con la tercera generación de la familia, que ha sabido combinar el legado con una visión contemporánea. Claudio Luti, de 79 años, sigue involucrado en la empresa y reuniéndose con diseñadores, pero al frente del área de marketing y comunicación está su hija, Lorenza Luti, nieta de los fundadores, formada entre Milán y Londres, con una sensibilidad refinada hacia la sostenibilidad, la narrativa de marca y el vínculo emocional con los nuevos públicos. Junto a ella, su hermano, Giulio, con una formación orientada a la gestión y la estrategia, representa el brazo operativo de esta nueva era de Kartell, involucrándose activamente en el desarrollo de producto, distribución y expansión internacional.
Diseño con conciencia
Kartell ha dado un paso al frente en la transformación ecológica del diseño con el programa Kartell loves the planet. Sus nuevos productos incluyen bioplásticos, materiales reciclados y procesos de bajo impacto ambiental. Un ejemplo paradigmático es la silla A.I. diseñada por Starck con el apoyo de inteligencia artificial, utilizando materiales 100% reciclados.
Pero lejos de convertirse en manifiesto o dogma, la sostenibilidad de esta firma no demoniza el plástico: lo reimagina con unas raíces profundamente ancladas en Milán. Su estética limpia, su rigor constructivo y su capacidad de reinventarse año tras año en el Salone del Mobile —donde su showroom suele estar entre las mejores instalaciones— son el reflejo de esa milanesidad discreta, culta y profundamente contemporánea.
Más allá del plástico: el giro hacia la madera
En palabras de Philippe Starck: “Kartell tiene una filosofía familiar o, dicho de otro modo, somos una familia filosófica. Fue la única empresa que comprendió, antes que nadie, que el plástico por sí solo podía mejorar la calidad y dar lugar a la creación de productos interesantes y genuinos para el mayor número de personas posible”.
Aunque el plástico fue el estandarte que definió la estética y la producción de Kartell, no todos los sueños del diseño pudieron materializarse en él. Un ejemplo revelador es la icónica silla 4801, creada por Joe Colombo en 1965. Su diseño escultórico y curvo era tan avanzado técnicamente, que en su momento no fue posible producirla en plástico. Así, paradójicamente, esta pieza emblemática de la marca vio la luz en madera contrachapada. Durante décadas, fue la única incursión formal de Kartell en este material, una rareza dentro de su colección. Sin embargo, en los últimos años, la firma ha ampliado su horizonte material y ha incorporado la madera curvada en sus nuevas colecciones, marcando un diálogo inédito entre naturaleza y tecnología. Gracias a un proceso patentado de curvatura en moldes tridimensionales, Kartell logra formas que antes eran exclusivas del plástico. La colección Smart Wood, por ejemplo, diseñada precisamente por Starck, conjuga la calidez táctil de la madera con las líneas ergonómicas y fluidas características del ADN Kartell, reinterpretando la marca.
Earl of wood es un escritorio minimalista de madera, igual que la silla giratoria P/wood, ambos de Philippe Starck. El contenedor con ruedas Mobil mat es de Antonio Citterio con Oliver Löw
El futuro del diseño se debate entre la hiperproducción y la nostalgia, Kartell ofrece una tercera vía: innovación responsable. Desde los primeros experimentos de Giulio Castelli hasta los proyectos más recientes con diseñadores como Patricia Urquiola o Tokujin Yoshioka, la firma sigue moldeando —literal y metafóricamente— el mundo que habitamos.