Pese a que ha retratado a millonarias, aristócratas y celebridades de todo tipo, a Jonathan Becker no le gusta ser conocido como el fotógrafo de los ricos y los famosos. En parte porque, como explica: “A mí me gusta fotografiar la espontaneidad: he evitado retratar a estrellas de cine y, también, la publicidad y la moda. Me molesta el tema comercial: no me gusta vender cosas, lo que, para un fotógrafo es un problema”, dice con socarronería.
De todos modos, pese a estas reservas, Becker ha construido una sólida carrera, que abarca cinco décadas. Medio siglo en el que ha retratado a algunas de las personas más conocidas del mundo: de Jacqueline Kennedy Onassis a Nicole Kidman; pasando por reyes, políticos, artistas, intelectuales y figuras de la moda. Su trabajo se ha reunido en un nuevo libro: Lost Time, de la editorial Phaidon, el motivo de esta entrevista con Magazine.
Con la Duquesa de Alba fue una sesión muy divertida, era una mujer con una gran personalidad”
Becker atiende a la periodista vía Zoom, desde París. Está en una terraza de un café, desayunando y fumando un enorme habano. Es cordial, hablador y un punto hiperactivo: a lo largo de la conversación cambiará de sitio varias veces (“Viene un camión de basura, me tengo que ir de aquí…”), pero sin perder el hilo en ningún momento.
Conoce muy bien París, porque allí aprendió fotografía de la mano del mítico Brassaï, famoso por sus retratos de la ciudad. Becker lo conoció en 1974. En ese entonces era un veinteañero neoyorquino de buena familia, aficionado a la fotografía y algo despistado sobre lo que iba a hacer en la vida. Pero tuvo suerte: en un curso de verano en Harvard escribió un ensayo sobre Brassaï, que este leyó. El fotógrafo húngaro le envió una carta, dándole las gracias, y así empezó una relación mentor-alumno que duraría hasta la muerte de Brassaï, en 1984. “Fue un lujo, conocerlo: ¡Brassaï fue la salvación en mi vida! Nuestra relación duró solo diez años, pero fue muy importante. Tengo la sensación de que me cuida, me acompaña”, dice Becker.
Carlos cuando era príncipe de Gales y Camilar Parker en el 2001
El de Brassaï fue el primero de una serie de encuentros fortuitos que sellarían su destino con la fotografía. En las décadas de los setenta y los ochenta, Becker tuvo la oportunidad de retratar a la Nueva York más vibrante, en parte gracias a que le cayó bien a la propietaria del restaurante Elaine’s, al que acudía la flor y nata de la intelectualidad. Personajes como Martha Graham (madrina de Becker), Andy Warhol, Fran Lebowitz, Diana Vreeland, Arthur Miller y Tom Wolfe, se dejaron fotografiar por aquel simpático joven con su Rolleiflex: “La mejor cámara que existe”, asegura, entusiasmado, cincuenta años después.
Ese mundo, debidamente documentado en Lost Time, parece muy lejano del Estados Unidos actual. ¿El poder del dinero ha reemplazado al poder del intelecto en su país?, le pregunto. “Es una cuestión muy interesante y creo que la fotografía que mejor ilustra esta idea en mi libro es la de Jackie Kennedy con el escritor Bernard Malamud: ¡Ella lo mira con tanta admiración! Y, en ese momento, era seguramente a mujer más famosa del planeta, mientras que ahora lo es… ¡Kim Kardashian! Es una época que, realmente, se ha perdido”, sentencia.
Retratarla me parece una idea romántica, un documento importante, porque pertenece a un tiempo perdido”
De mundos y tiempos perdidos va su nuevo libro. Una recopilación de más de doscientas fotografías que ha tardado quince años en publicarse debido a una edición de imágenes poco ortodoxa. “Nadie quería publicarlo de esta manera, querían hacerlo de forma más convencional, pero a mí me parecía aburrido. Ha sido muy valiente por parte de Phaidon dar este paso”.
A Becker le satisface que confíen en él, como han confiado algunas de las cabeceras más importantes del mundo: de Vanity Fair a Vogue, pasando por W e Interview. Es muy consciente que ha vivido una edad dorada de las revistas, un periodo que añora: “He tenido mucha suerte a lo largo de mi carrera, porque a las revistas les gustaba lo que hacía, me dejaban tranquilo y la persona a la que fotografiaba estaba contenta de ser retratada: ¡Todo funcionaba!”.
Nicola Kidman con Tom Cruise pillada fumandto tras los Oscar en el 2000
Personas con las que, asegura, es fundamental establecer una conexión. Como con Cayetana, duquesa de Alba: “Fue una sesión muy divertida. Me identifiqué con ella: era una persona que nunca hacía nada que no quisiera hacer, que es un poco como funciono… ¡Con la diferencia que yo tengo que ganarme la vida!”, puntualiza, riendo. “En esta sesión, el hilo conductor fue la maja de Goya. Le propuse inspirarnos en ella y recuerdo que me dijo, bromeando: ‘De acuerdo, pero no haré de maja desnuda’. Era una mujer con una gran personalidad”.
En el libro abundan damas millonarias, en salones atiborrados de obras de arte. Y aunque las personas son primordiales para Becker, los interiores de sus casas también le interesan: “Son un reflejo suyo y, a veces, me ha pasado que los detalles del entorno eran casi más interesantes que el retratado”. Pone como ejemplo una sesión en la casa de la actriz Zsa Zsa Gabor, con un marido muy mandón: “Ella pasó horas preparándose para la foto, él quería controlarlo todo y nunca llegaba el momento. Pero por toda la casa había rastros de su historia y de su declive. Como un retrato de Zsa Zsa cuando era joven, apilado detrás de un sofá. Fue lo que fotografíe”.
Autorretrato de Jonathan Becker en el hotel The Lancaster de Buenos Aires en 1986
El poder tampoco se le resiste a Becker: ha retratado a los Trump. ¿Volvería a hacerlo? “Sí, seguro, no juzgo a la gente… ¿Por qué no iba a fotografiarlos? Melania es muy tímida y amable, tiene un sentido del humor muy discreto. Me cayó bien. Él es gracioso de fotografiar, porque, realmente, no es consciente de cuál es su aspecto”, dice. Pero prefiere no hablar de política, aunque se declara preocupado por lo que viene.
Pese a que Becker es un fotógrafo de personajes, en la portada de Lost time aparece la imagen de un trampolín, en Cap d’Antibes, en el sur de Francia. ¿Por qué optó por esta fotografía? “No podía poner un retrato, porque no quería que el libro estuviera representado por una sola persona. Pero, además, este trampolín tiene unas connotaciones muy románticas: en esa parte de Francia fue donde Scott Fitzgerald, que me encantaba de adolescente, escribió Suave es la noche; un libro que contiene mucha alegría, pero acaba de forma trágica. Y… ¿No le parece que hay un elemento de fatalidad en esa foto?”
¿Por qué no iba a fotografiar a los Trump? Melania es muy tímida y amable. Me cayó bien”
Cincuenta años de carrera son muchos, pero su tiempo, dice Becker, no está acabado. Asegura que todavía le quedan personajes por fotografiar: “El otro día alguien me habló de la viuda de Butros Butros-Gali, el ex secretario general de las Naciones Unidas. Es una gran dama, ya centenaria, que vive en El Cairo… ¡Me encantaría fotografiarla! Conocí a su marido: era un hombre leído, cultismo, un hombre difícil; por eso ella me intriga mucho. Retratarla me parece una idea romántica, un documento importante, porque pertenece a un tiempo perdido”.
'Lost time', en la portada un trampolín en cabo de Antibes


