Se respira concentración en el taller de Teixidors. En una veintena de telares de madera, réplica de los que se empleaban en el siglo XIX, expertos artesanos hacen circular la lanzadera de un lado a otro, mientras interpretan con los pedales, que comandan los lizos, el patrón de la trama sobre la urdimbre. La finalidad: hacer tangible un tejido cada vez único. El conjunto de naves industriales modernistas que aloja a Teixidors en Terrassa, población a 30 km de Barcelona, les brinda armonía arquitectónica. Se trasladaron aquí hace un lustro en lo que fue sede de la Fábrica de Acondicionamiento Terrassenc, laboratorio de pruebas que dio servicio durante décadas a las empresas textiles de Terrassa, proyectada por el arquitecto Lluís Muncunill a inicios del siglo XX.
Es un espacio de tejeduría generoso en volumen de aire y silencio, donde el leve y rítmico sonido del telar ayuda a los artesanos a confirmar su adecuado funcionamiento. Aquí solo emplean las mejores fibras de lana merina y cashmere. El tacto excepcional de sus mantas, plaids y cojines para la casa, además de chales y bufandas de indumentaria, es apreciada por clientela de 30 países de todo el mundo. Las colaboraciones de Teixidors con arquitectos y diseñadores de talla internacional como John Pawson, Faye Toogood o Helena Rohner, han contribuido a dar alas también a sus propias colecciones.

Mantas Teixidors
“Colaboramos con un ganadero de Extremadura, con rebaño de oveja merina -especifica Joan Martínez, director de comunicación de Teixidors-. Es una lana excepcional con una fibra larga ideal para conseguir el mejor tacto”. El cachemir lo adquieren a una cooperativa de Mongolia que garantiza también la trazabilidad del rebaño, su cuidado y sostenibilidad tanto medioambiental como social. Si la lana merina se esquila extrayendo el vellón al animal una vez al año, el cachemir -procedente de la cabra de Cachemira- se obtiene por cepillado del pelo de este animal de alta montaña que no puede despojarse totalmente de ella pues es su abrigo. Tejen, así mismo, con lana de yak, mezcla lana y seda, y con lino, otra de las fibras con mayor prestigio de origen vegetal.
“Uno de los rasgos que distingue la pieza tejida de Teixidors es su orillo con bordón, acabado en el telar. Es imposible hacerlo con maquinaria industrial actual”, apunta Joan Martínez. No emplean procesos químicos, y es mediante el lavado final que logran sus diferentes calidades: excepcionalmente esponjosa o con mayor densidad, de trama abierta y etérea o más enfeltrada y recia, casi de cabaña invernal. En sus tejidos predominan los tonos naturales del pelo de los animales y cuando introducen color, lo tintan en Terrassa.
Vínculos con la arquitectura
Ahora John Pawson, uno de los adalides del minimalismo en arquitectura, repite con segunda colección para Teixidors. En pleno desarrollo, esta vez desea trasladar al textil el universo de texturas de madera, ladrillo o mármol que utiliza en sus proyectos. El mundo de la arquitectura está igualmente presente en la última colección propia lanzada por Texidors. Se llama Labau y se inspira en la escuela Bauhaus, con la que se sienten afines por diversos motivos: profunda valoración del trabajo en el taller, devoción por lo artesano pero también lo racional, y un producto de proximidad que evita residuos.
“Queremos que las colecciones tengan un poso cultural - añade Martínez-. La Bauhaus, con diseñadoras como Annie Albers, marcaron un antes y un después en el textil, rompieron clichés y su filosofía sigue muy vigente”.
De hecho, la sección textil de la Bauhaus fue uno de los departamentos más potentes de la mítica escuela de inicios del siglo XX. Comandada por mujeres, no solo por su sensibilidad ante tramas y urdimbres, sino porque inicialmente se les negó la entrada a otros talleres como los de metal por considerarse masculinos.
La manta Labau tiene tintes de convertirse en uno de los clásicos de Teixidors. Con tacto extraordinariamente dulce, los tres colores primarios se entrecruzan sobre el tono original del pelo merino. Una variante de este diseño se está tejiendo para Monocle, revista de culto en el mundo del diseño y las tendencias, con tienda online propia y siete tiendas asociadas en distintas ciudades de Europa.

La diseñadora Helena Rohner habla con los artesanos de Teixidors para el desarrollo de su colección textil
“Aquí trabajamos con tecnología del siglo XIX”, recalca con orgullo Joan Martínez. Los telares los construyó Teixidors en los años ochenta del siglo XX, en su propia carpintería, mejorándolos con una lanzadera accionada por cuerda que proporciona mayor impulso y velocidad. Más un sistema de atado de pedales. Durante las últimas décadas del siglo XX, de esa carpintería salieron la mayoría de este tipo de telares que se utilizaban en España.
Teixidors acaba de cumplir 40 años de vida. Y su proyección internacional le garantiza poder tejer de este modo único. Nació como taller ocupacional terapéutico y de la mano de LaFact (Factoria Social de Terrassa) sigue proporcionando trabajo a personas con discapacidad intelectual.
Mantiene la misma voluntad del inicio: ligarse con el pasado textil de Terrassa y recuperar los procesos tradicionales de tejeduría, crear piezas exclusivas y mejorar la vida de las personas en todos los ámbitos, desde el estético al social. Los artesanos -una treinta entre telares, repasado a mano y acabados- realizan el aprendizaje del oficio en el propio taller que dura un promedio de dos a tres años.

Labau, última colección creada en Teixidors
La cantidad de patrones y motivos que se pueden lograr tejiendo es casi infinita. Un juego de combinatorias que requiere precisión. Ana Castro, ingeniera textil y creativa del taller, es quien resuelve y traduce al textil lo que los arquitectos imaginan. “Los textiles también son matemáticas, compensaciones, densidades”, afirma.
“Aquí todo es lento. Todo requiere su tiempo”, recuerda Martínez. ¿Cómo es, desde este taller único en Europa, vuestra relación con grandes nombres de la arquitectura? pregunto. En el caso de la segunda colección con Pawson, “lo llamamos nosotros: '¿John te apetece hacer algo nuevo?' Él quiere cosas muy arquitecturales, líneas limpias, todo basado en texturas sin contraste de colores y experimentar ensamblándolas”, explica Ana Castro. En Teixidors todo adquiere un tacto exquisito, sin ápice de afectación, con total naturalidad. Y ante la excelencia del este taller pocos se resisten.