Cada vez que quedamos con amigos, reímos a mandíbula batiente, hablamos de lo divino y de lo humano y somos nosotros mismos, algo que no sucede en idéntica medida con quienes compartimos apellidos. ¿Y si la verdadera familia no fuera de sangre, sino de elección?
“Los amigos son, cada vez más, la nueva familia”, manifiesta Esther García, una experta en inteligencia emocional formada en la Universidad de Yale (EE.UU.) que acaba de publicar El libro de las 16 personalidades (Arpa), donde explica por qué conectamos fácilmente con algunas personas y con otras no tanto.
Los amigos son, cada vez más, la nueva familia”
Aunque García distingue hasta 16 posibles tipologías de amigos (el protector, el espíritu libre, el visionario, el sensei o sabio, etc.), “cualquiera de ellos, sin excepción, puede convertirse potencialmente en nuestro mejor amigo, en virtud de cuanto se nos parezca o complemente”, dice.
Durante décadas, la familia fue considerada la “zona cero” del apoyo y el afecto. En cambio, hoy día, según recalca esta educadora emocional, ese lugar lo ocupan cada vez más los amigos. “En mundo cambiante y con mucha movilidad laboral, necesitamos poder generar nuevas conexiones sociales para compensar no poder estar tan cerca de nuestros familiares como muchas veces nos gustaría”, comenta esta doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona.

Pasar algunos días de vacaciones con el grupo de amigos es tendencia
La amistad es algo tan bueno que nadie querría vivir una vida sin amigos, decían los clásicos. Cuando todo se viene abajo (el amor, la familia, el trabajo), los amigos son lo último que nos queda, reflexiona Marina Garcés en La pasión de los extraños. Una filosofía de la amistad (Galaxia Gutenbergerg). “¿Quién no ha tenido a sus amigas cerca en un momento de crisis vital? ¿Quién no queda con sus amigos cuando la pareja desaparece? ¿Quién no tiene a esa persona con quien confesarlo todo?”, se pregunta la filósofa en el libro que ha publicado este año.
Curiosamente, la amistad es una de las pocas relaciones sociales estables para la que no hemos inventado contratos que firmar, aunque es verdad que el escritor cubano Reinaldo Arenas en su novela autobiográfica Antes de que anochezca reconocía escribir una carta a los amigos con quienes se enfadaba en la que detallaba los motivos por los que daba por concluida su relación.
Cada vez es más frecuente que los amigos se cuiden mutuamente
En lugar de ser esto lo más común, recalca García, cada vez es más frecuente que los amigos se cuiden mutuamente en caso de caer enfermos o ayuden a criar a los hijos, “especialmente en caso de residir en una ciudad distinta a la que nacieron”, indica García mientras apura un café con leche en los jardines del Campus Mundet de la Ciudad Condal.
En la actualidad, casi las únicas familias numerosas que existen son las pandillas de amigos, tanto por el descenso de la natalidad como por el hecho de que la tasa de separaciones en primeras nupcias supere en España ya el 50%. No obstante, a diferencia de la genealogía familiar (yernos, cuñados, nueras, primos lejanos, tíos abuelos, etc.), no existen palabras parecidas para agrupar, ordenar y diferenciar en una escala al amigo del alma del simple like. Tal vez por este motivo, a veces nos referimos a nuestros mejores amigos como “hermanos” o “hermanas” y, más coloquialmente, como “tíos” y “tías”.
Jubilarse entre amigos
El sueño de jubilarse con los amigos de toda la vida, comienza a tomar forma entre la generación de los baby boomers. De repente, por aquí y por allá, están surgiendo empresas que animan a los recién jubilados a compartir hogar como si fueran universitarios. En los últimos años, películas como El exótico Hotel Marigold, -donde un grupo de británicos de la tercera edad viaja a la India para disfrutar de un retiro dorado-, o libros como El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Salamandra) o Se busca abuelo para compartir piso (Planeta) han retratado a su manera una máxima que se aplicó en vida Pablo Picasso: “cuando se es joven de verdad, se es para toda la vida”.
Independientemente del grado de “parentesco”, nuestra tribu de almas afines libera en nosotros, sigue contando García, endorfinas y serotonina, el combustible adecuado para alimentar la joie de vivre o alegría de vivir. “Además, sabemos que cuando nos abrazamos y contactamos físicamente con nuestros amigas y amigos, liberamos oxitocina, la hormona del vínculo, la hormona que liberamos las mujeres en el momento del parto, por ejemplo”.
“Nuestros amigos -continúa explicando la codirectora del máster en Educación Emocional de la Universidad de Barcelona- son como unas gafas para ver mejor, ya que nos permiten observar cosas que somos incapaces de advertir por nosotros mismos”, del mismo modo que pueden ser una escuela de vida a la hora de ayudarnos a construirnos como personas. “Nuestros mejores amigos nos ayudan a ser más tolerantes, ya que nos plantan cara cuando no están de acuerdo con nosotros, además de aportarnos maneras distintas de ser y de ver la vida”, indica. Las decepciones que sufrimos cuando un amigo nos lleva la contraria, “nos pueden llevar a comprender que las personas no siempre están dispuestas a hacer cuanto queremos”, argumenta.
Pero, para ello, es condición sine qua non invertir en amistad, teniendo en cuenta que la “moneda oficial” no es el euro, sino la generosidad. Esto implica “desde saber escuchar, hasta saber estar por el otro cuando lo necesita, además de compartir experiencias”, precisa García.
Si las bicicletas son para el verano, otro tanto puede decirse de los amigos. De hecho, cada vez están más de moda las llamadas “vacaciones a la alemana”. La teoría subyacente es que para recargar pilas y no poner todos los huevos en el mismo cesto, es bueno, siempre que se pueda, pasar unos días con la pareja, otros con la familia y otros con los amigos (nuestra segunda familia y a veces la primera…), si de lo que se trata es de disfrutar de un verano bien azul.
La importancia de tener amigos en la adolescencia
Según los últimos estudios, el 25,5% de los jóvenes españoles de entre 16 y 29 años dicen sentirse más solos que la una, especialmente las mujeres que tienen entre 22 y 27 años. Según el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, las intensidad y frecuencia a la hora de utilizar las redes sociales no soluciona la carencia de compañía, sino más bien al contrario. Según esta investigación, los jóvenes, al igual que cualquier persona, necesitan relaciones presenciales de calidad para conectar con sus iguales en verano sin filtros ni pantallas.