La libertad de expresión se traduce en moda a través de las prendas unisex. Un armario fluido que no entiende de códigos ni normas sociales y que en los últimos años ha vivido un crecimiento sin precedentes. Aunque esta estética surgió en las calles como respuesta a la disolución de la identidad de género, las pasarelas no han tardado en abrazarla y reinterpretarla en el ámbito del lujo. J.W. Anderson, Prada, Saint Laurent o, aquí en España, Carlota Barrera y Palomo Spain son algunos de los diseñadores más influyentes en colecciones que priorizan el estar cómodo con uno mismo, por dentro y por fuera.
En este viaje de autodescubrimiento, la moda unisex lleva tejidos de aire femenino y romántico, como el satén y la organza, a estilismos de corte masculino, el traje para ellas se presenta rígido y con una estructura cuadrada —como los de Armani— y el de ellos se baña en una paleta de tonos delicados, tal y como evidenció el actor Timothée Chalamet, de amarillo pastel, en los Oscars.
Pero más allá de este juego de identidades, la moda unisex busca unificar y destruir una barrera, la de género, que en otros ámbitos y sectores se alza todavía sólida e inquebrantable.