Hubo una época en el que todos los objetos eran únicos o con variaciones significativas entre sí, especialmente antes de la revolución industrial y de la generalización de la producción en serie. Por entonces, era imposible cruzarse por la calle con alguien con el mismo vestido. Y es que desde la antigüedad hasta el siglo XVIII los objetos creados a mano por los artesanos se heredaban, al contrario de lo que sucede ahora cuando la industria del lujo, tras haberse “democratizado”, engloba un mercado de alrededor de 400 millones de consumidores, por lo general más ávidos de logotipos y etiquetas que de aquel savoir faire añejo.
En la primera temporada de Sensación de Vivir Kelly coge un buen berrinche al darse cuenta de que Brenda se ha comprado el mismo vestido para ir al baile de fin de curso. Algo parecido le pasó a la reina Letizia hace un par de años en el día de la Comunidad de Madrid, cuando su outfit coincidió con el de una premiada, aunque ella se lo tomó con sentido del humor y filosofía.
Antes de la revolución industrial, todos los objetos eran únicos o muy diferentes
Lo que no es ninguna coincidencia es que cada vez más empresas reivindiquen aquel viejo espíritu artesanal para devolver al lujo a la categoría de obra de arte, en lugar de al cajón de lo masivo y estandarizado. Algunas, como Hermès, lo están haciendo a través de ediciones cada vez más limitadas de sus productos, con el propósito de convertirse en una maison artesanal. También Rolex va en la misma línea, razón por la que es tan difícil en ocasiones comprar un reloj nuevo de esta marca. Sin embargo, otras empresas están doblando la apuesta de ofrecer una experiencia singular. Hablamos de objetos, prendas, enseres y accesorios para un único cliente.
Can Betelgeuse Studio
Cerámica con ADN

Danae Marín, socia fundadora de Can Betelgeuse Studio
Es el caso, por ejemplo, de Lámparas de Manises. Según Danae Marín, socia fundadora de Can Betelgeuse Studio, compañía que decidió hacerse cargo de esta iniciativa en 2021, “el verdadero lujo te acompaña toda la vida y siempre está de moda, porque te sigue gustando”. Para Marín, quien en junio fue nombrada Joven Promesa de Maestro Artesano por el Círculo Fortuny, “lo peor que alguien me puede decir es que Lámparas de Manises está de moda, porque el verdadero lujo siempre es silencioso y atemporal” recuerda.
Originariamente, la cerámica de Manises es deudora de una tradición (gracias a los excelentes barros de la zona y a la herencia árabe de Valencia) que se remonta al siglo XIII. Uno de sus rasgos distintivos son los motivos ornamentales (frutas como naranjas, limones, etc.) y sus colores distintivos (del verde al azul cobalto), así como sus reflejos nacarados. De alguna manera, se trató de una respuesta al art noveau, por lo que su momento de mayor esplendor fue a principios del siglo XX, aunque en 2025 vuelva por sus fueros.
Cada flor, cada hoja, cada pétalo o cada naranja, se hacen a mano; son únicas
Para llevar a buen puerto su idea, Marín buscó a los hijos de los dueños de las antiguas fábricas de Manises, quienes aprendieron el oficio siendo adolescentes “Si bien contábamos con el ‘saber hacer’ de nuestros ceramistas, los moldes de las lámparas antiguas se perdieron”, reconoce. No obstante, tras meses de arduo trabajo, un equipo de escultores, ceramistas, restauradores y ebanistas pudo recrear la primera lámpara de Manises.
“Todas nuestras lámparas de cerámica se elaboran artesanalmente, por lo que cada pieza es distinta. Cada flor, cada hoja, cada pétalo o cada naranja, se hacen a mano; eso las convierte en únicas. Además, dejamos que el cliente personalice el color, pudiendo elegir entre la antigua paleta de pigmentos de Manises”, explica sobre estas piezas que hace décadas iluminaban muchas casas de València y otras ciudades, antes de desaparecer hace ya unos cuantos años.
Luneville
Bordados preciosos

A mano detalle del trabajo de Luneville
Luneville, la empresa creada por Corina Roselló, es otro ejemplo de personalización extrema. El bordado Lunéville (que toma el nombre de la localidad del mismo nombre) es una técnica de alta costura francesa del siglo XIX que después adoptó Chanel para sus bordados de lujo. En la práctica, se puede realizar con piedras preciosas, perlas de Tahití u otros materiales al gusto del cliente. “La exclusividad total es tener algo solamente tú”, reflexiona esta maestra artesana que vivió la época de oro de la alta costura en la Barcelona de los años cuarenta en compañía de diseñadores como Cristóbal Balenciaga, Manuel Pertegaz o Asunción Bastida.
“Las piezas que elaboramos son como pequeñas obras de arte, pues son totalmente únicas, pues aquí no replicamos nada”, manifiesta en relación a sus bordados personalizados, velos y vestidos de novia. En la actualidad, Roselló colabora con Juan Avellaneda o Rosa Clará, además de con el hotel modernista Casa Fuster de Barcelona (para el que ha creado un maravilloso bolso). “Nuestras piezas vienen a ser como esculturas. Con el bordado Lunéville y las piedras preciosas creamos complementos de lujo, además de vestidos a la medida, guantes, cinturones o botones joya”, señala esta diseñadora.
El Tintero
Letras de lujo

El Tintero
Y es que, hoy día, la industria del lujo se enfrenta a sus propias contradicciones: por definición es exclusiva, pero se ha vuelto mucho más accesible, lo que ha repercutido en una sensible pérdida de la excelencia. Antes era para unos pocos, mientras ahora lo es para casi todo el mundo.
Tal vez por ello, cada vez más empresas están intentando volver a los orígenes. Es el caso de El Tintero, una empresa que ofrece caligrafías personalizadas y que trabaja para Aston Martin, Bulgari, Chanel, Cartier, Tiffany, Guerlain, Shiseido, Dior o Dolce & Gabanna, así como para la Casa Real.
Aunque la caligrafía parece un arte de otro tiempo, cada vez está más de moda. De ello puede dar fe Rocío Huerta, una periodista que dejó el oficio para volcarse en su verdadera pasión. Desde el año 2017 sus invitaciones personalizadas han conseguido marcar tendencia y llegar a países como Australia, Estados Unidos, Reino Unido, Italia o México. Asimismo, ha estado presente en bodas de relumbrón como las de Tamara Falcó o José Luis Martínez-Almeida.
“Nuestros productos te hacen sentir único y también te transmiten que esa marca a la que admiras está haciendo algo solamente para ti”, reflexiona esta moderna calígrafa.
Poner el alma en aquello que se hace tiene una carga poética, en el sentido de precisar una entrega casi monástica para no apartar la vista de la tinta que deja el plumín. Para tal fin, Huerta acostumbra a recurrir a la caligrafía inglesa o copperplate para dar valor y personalizar muchos eventos. Además, emplea la técnica de engraving, consistente en caligrafiar sobre superficies como metal o vidrio. “En la industria del lujo cada vez más todo ha de ser único, como el ADN”, remarca. Por ejemplo, “las minutas o menús tienen que hablar de la marca que organiza el evento y estar en consonancia con ella, al igual –dice– que las invitaciones o los “marcasitios”, es decir, las tarjetas que se colocan en la mesa para indicar el asiento de cada invitado.
Lourdes Torres
Pasión por el crochet

Lourdes Torres teje sus bolsos a mano
Pero no solamente empresas consagradas están apostando por el “hecho a mano”, la artesanía, el savoir faire y la personalización, sino también otras que empiezan de cero. Es el caso de Lourdes Torres, una empresaria que ha creado una empresa de bolsos artesanales de los que solamente hay una unidad.
“Hace dos años, en una clase de tejer, una actividad que practico desde los ocho años, confeccioné un bolso que todo el mundo quería. Fue entonces cuando se me ocurrió crear una marca muy personal de bolsos que empezara con solamente una única unidad de cada modelo, ya que descubrí que tiene mucho tirón”, reconoce. “Tejer cada bolso me lleva entre seis y doce horas”, cuantifica. “Si mi empresa consigue crecer, llevo idea de hacer solamente dos o tres versiones de cada bolso, cada una con un diferente color, unas asas distintas, etcétera”, admite. “Mi negocio está en el largo plazo. De momento, cada uno de mis bolsos es mi tarjeta de visita”, reconoce esta empresaria que trabaja con hilaturas recicladas y sostenibles.
Tejer cada bolso me lleva entre seis y doce horas
“Mis clientes valoran la creatividad, el hecho a mano, la artesanía y la personalización”, recalca sobre la nueva tendencia de llevar la exclusividad hasta sus últimas consecuencias. Y es que algo tan antiguo como la producción artesanal vuelve a estar a la vanguardia de la suntuosidad.

Invitaciones de Passalacqua para Loewe
En busca de la exclusividad y la rareza
La masificación (la clientela de lujo ascendió a 363 millones de personas en el año 2024) ha provocado, también, un movimiento completamente contrario: cada vez más empresas de alta gama están limitando el número de unidades que elaboran, subiendo sus precios y apostando por la búsqueda de la exclusividad y de la rareza para que sus creaciones sean más deseables. Tal vez por ello, están surgiendo empresas de diferentes sectores (desde la zapatería italiana Bontoni, hasta la perfumería anglosajona Floris London) que reivindican dar cabida al gusto de cada cliente, sin perder su esencia.