Muchos se toman a sí mismos por ejemplos de personas cultas, formadas, dignas y con la capacidad de razonamiento suficiente como para caer en nimiedades. Ahora bien, hasta el más comprometido con estos valores reconocerá que es complicado resistirse a un chisme, y cuanto más conflictiva sea la persona y más de que hablar, mejor.
Los chismes activan la dopamina del cerebro y fortalecen vínculos, mantienen el orden social e incluso liberan el estrés. No es una cosa de la sociedad actual, el chisme es antiguo como la Historia misma. Uno de los personajes que más chismes generaron en su época fue Francisco de Quevedo, influyente escritor, poeta y político español del Siglo de Oro, conocido por su obra satírica y filosófica, que dominó varios géneros literarios.

Retrato de Francisco de Quevedo.
Lo que algunos no saben, sin embargo, es que no solo escribía sonetos, sino que también fue uno de los personajes más conflictivos de su época. Entre otras cosas, fue un habilidoso espadachín y tenía enemigos por todas partes, tal y como explica la escritora Ana Velasco en Herrera en COPE, llegando a pasar varias temporadas en prisión e incluso ser desterrado.
“Es que Quevedo… Ojo, ¿eh?”, comienza diciendo la escritora. “Quevedo era de armas tomar. Aparte de ser poeta fue uno de los espadachines más famosos del mundo, pese a su severísima miopía, por eso sale siempre con sus quevedos - y un pie zambo que tenía desde niño que le dejaba con una severa cojera habitual”.

Francisco de Quevedo retratado después de ingresar en la Orden de Santiago en 1618.
La escritora cuenta cómo Quevedo era un habitual de las reyertas, pero también de las cárceles, donde se hizo un “nombre” por sus relaciones con políticos de la época, como el Duque de Osuna.
“No solo por los lances, también por sus versos”, cuenta, pues su dominio de la sátira y la crítica le valió más de un problema. Entre otros, con el Conde Duque de Olivares, que fue quien ordenó su encarcelamiento en el convento de San Marcos en León entre 1639 y 1643. Durante su encarcelamiento, redactó obras meditativas y neo estoicas y continuó escribiendo poesía. Fue liberado en 1643, muy enfermo, un año antes de su muerte en 1645, en Villanueva de los Infantes.
Quevedo también tuvo numerosas enemistades literarias. La más conocida fue con el también escritor Luis de Góngora, con quien mantenía una profunda enemistad y rivalidad que surgió de una tontería: la adhesión a distintas corrientes literarias.
“Góngora y Quevedo tenían ahí sus cosas”, dice Ana Velasco. “Quevedo no paró de acusar a Góngora de judaizante, de sodomía, compró una casa para desahuciar a Góngora, no paraba de insistir con lo de la nariz por el tema de la limpieza de la sangre…”. Góngora no se quedaba atrás, pues aludía a la supuesta afición de Quevedo por las tabernas -le apodaba ‘Quebebo’, a su supuesta ignorancia… Toda una ristra de desprecios que eran pocos para denostar al rival.

Francisco de Quevedo (izqda.) y Luis de Góngora
La escritora también cuenta que en Madrid siguen existiendo placas en las que se cuentan “hazañas” del escritor, como cuando “mató a un hombre para defender a una dama que estaba tomando unas aguas en una fuente”.